LITERATURA /// Lecturas

Magistral campo de minas literario

EUROPA CENTRAL /// William T. Vollmann

Mondadori, 2007

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El paratexto de la sobrecubierta califica Europa Central de obra maestra, y por una vez parece una apreciación no solo justa, sino de obligada mención de cara a convencer a cuantos les pueda asustar el tema o la considerable extensión de la novela, por no mencionar la singular personalidad del autor. Sus centenares de páginas, personajes, tramas, escenarios y notas explicativas reclaman una lectura pausada y con máxima concentración. Cuando se cierra el libro uno acaba exhausto, pero también satisfecho por haber peleado y disfrutado casi con cada frase. Incluso agradecido de que el estadounidense William T. Vollmann haya puesto en evidencia tus pretendidos recursos de lector y el puntillo de europeo avisado, aunque por fortuna habitante en una zona lejana del secular desgarro entre el Padre Patria Alemán y la Madre Patria Rusa.

 

De la misma manera que ciertos seres privilegiados poseen oido absoluto, Europa Central exige algo que poca gente tiene: el ojo, el cerebro, el gusto o el corazón absoluto, lo que sea que facilite la cabal comprensión de la literatura con mayúsculas. La torsión de la estructura narrativa en torno a la figura del compositor ruso Dimitri Shostakóvich, con el contrapunto de una rica variedad de voces, ritmos y tonos, representa un gran reto para el lector, fascinado por la naturalidad con que se enlaza ficción e historia. Lejos de refrenarse, o de darse por satisfecho con sus logros, conforme avanza su novela, Vollmann se muestra más complejo, más intenso, más barroco, aunque sin perder la coherencia ni su capacidad para responder a la descomunal ambición que le alienta. Su afán queda al descubierto cuando escribiendo a propósito de Dresde, metonimia de su Europa Central, afirma que allí todos los días empiezan con un “érase una vez”, asi que él se limita a dar continuidad a ese sinfin de historias con el sarcasmo como escudo o antídoto. ¿De qué otro modo podría haber novelado, sin ataduras ni paños calientes, existencias reales del siglo de los untermensch y los hombres de acero, los partisanos rusos los mariscales de campo alemanes, los artistas vanguardistas y los agentes de la NKVD, los millones de presos y los millones con carné de partidos totalitarios?

 

Los protagonistas de Europa Central, que transcurre desde el atentado de Fania Kaplan contra Lenin en 1918 hasta poco antes de la caída del Muro de Berlín, están atrapados por el siglo que les tocó vivir. Unos hicieron suya, de grado o por la fuerza, la sinrazón hitleriana o stalinista, y otros trataron únicamente de sobrevivir, incluso sucumbir, con la cara alta, resistiendo o transigiendo según sus fuerzas y las circunstancias. Metido en su piel o en la de quienes les vigilan o atosigan, el autor recrea las encrucijadas que los determinan: el compromiso político en la Alemania de entreguerras de la doliente escultora Käthe Kollwitz, la rendición de Friedrich von Paulus en Stalingrado tras desobedecer la orden no escrita de que se suicidara, la traición del héroe soviético Andrei Vlásov después de ser capturado por el enemigo, el sabotaje en solitario del “espía de Dios” Kurt Gerstein desde dentro de la hidra nazi, la caída en desgracia de la implacable fiscal de la RDA Hilde Benjamin...y, por encima de todos, el colosal y a la vez miserable debate de Shostakóvich entre el amor y la familia, la libertad creativa y el acatamiento de los dictados culturales, la dignidad el miedo a la cheka, la música en la que cree y las convenientes hosanas soviéticasVollman detalla el tormento del compositor (inventádose un trío amoroso que nunca existió en el que implica al cineasta Roman Karmén) y al final del libro no solo lo salva, sino llega a calificarlo de héroe, pese al acomodo con el régimen comunista de sus últimos años. El desasosegante cuarteto Opus 110 le absuelve a su juicio de los excesos sinfónico-patrióticos.

 

Los dos principales narradores de Europa Central, uno nazi y otro soviético, a cual más orgulloso de pertenecer a sus respectivos servicios secretostienen el complemento de una tercera voz que a veces es la del propio autor y otras la de alguien que parece más directamente concernido en el desvarío histórico reflejado en la novela. Con esa multiplicidad de perspectivas, un ingente trabajo de documentación y la potencia de fuego metafórica que caracteriza su prosa, Vollmann construye un fresco novelístico de dificil parangón. Con Vida y destino, de Vasili Grossman, y Una saga moscovita, de Vasili Aksiónov, comparte tema, época y ambientes, además de la asimilación de comunismo y nacionasocialismo como la doble cara de una misma perversión política, pero supera a esas obras en calado literario, con la ventaja añadida de que juega a fondo la baza de las especulaciones que, como confiesa uno de los narradores a propósito de un hijo de Von Paulus, representan “el regalo que Dios les ha dado a los novelistas históricos”.

 

De todos modos, Vollmann no se ajusta al perfil de novelista histórico al uso. Ex-corresponsal de guerra en Afganistán durante su juventud, periodista de denuncia, experto en informática, notable autor de relatos y ensayista amante de la polémica, este californiano nacido en 1959 es uno de los indiscutibles referentes de la actual literatura estadounidense entre otras razones por su variedad de registros, de nuevo evidenciaden las 13 perturbadoras piezas de Historias del arco iris, libro publicado en 2013. Sinuoso, recargado, obsesivo y puntilloso, está destinado a perdurar al margen del número de sus lectores, que nunca serán muchos. Parafraseando algo que se acostumbraba a decir del poder soviético en la época de Stalin, y que se recoge en Europa Central, no basta con amar a William T. Wollmann, él también debe amarte. Y de ninguna manera lo va a hacer si no le demuestras pericia y valentía para avanzar por el campo de minas literario que gusta preparar.

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