LITERATURA /// Lecturas

Un poeta con ojo telepático

OTRA EUROPA /// Czeslaw Milosz

TUSQUETS EDITORES, 2005

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Las reseñas de ciertas lecturas resultan equívocas por las fechas en que aparecen. Adentrarse ahora en las páginas de un libro titulado Otra Europa obedecería, sin duda, a un comprensible impulso de sopesar alternativas a la actualmente penosa Unión Europea si se tratara de un ensayo político, pero no es el caso. Czeslaw Milosz lo escribió, en 1964 y en francés, con un propósito claro: recrear la Europa del Este que él vivió, ese entonces magmático y aún desconocido escenario devastado durante buena parte del siglo XX por los incendios que provocaron las nociones imperantes sobre identidad, nación, raza, religión, revolución y otras también inflamables. Justamente las que la fallida construcción europea debería haber desactivado o, al menos, haber rebajado su potencial ígneo.


En el contenido y el tono de las memorias del gran poeta polaco prima lo colectivo sobre lo personal, pero la parte más íntima de su relato revela asimismo aspectos fundamentales de la historia y de la cultura de Polonia, Lituania, Ucrania, Rusia, Alemania y diferentes comunidades humanas asentadas en una región que no cobró relieve hasta las ediciones decimonónicas de los mapas europeos. En la introducción, el futuro premio Nobel de Literatura, explica que su obra versa sobre “un europeo del Este”, él mismo, que “escapa más que cualquier otro a conceptos estereotipados como orden germánico o alma eslava” y que, consciente de los riesgos de simplificación y ambigüedad que implica caracterizar países y pueblos, comienza “una exploración, un viaje al fondo” de su pasado, similar al pasado de otros.


Milosz contaba con las mejores credenciales para lograr que su visión alcanzara el valor de esclarecedor testimonio colectivo. Descendiente de la nobleza católica lituana, polaco por lengua y educación, poeta reconocido desde su primera juventud, intelectual resistente a la ocupación alemana, diplomático de la Polonia comunista de posguerra en Estados Unidos, exiliado desde 1951 en Francia y más tarde profesor de literatura eslava en la universidad californiana de Berkeley, fue testigo y protagonista de una época retratada con maestría gracias a lo que llama el “ojo telepático”, deudor del cine. Un órgano que “percibe a la vez diferentes puntos del globo y diferentes momentos del tiempo”, y gracias al cual el lector recorre las calles de Vilno, Vilna y Vilnius, de nombres cambiantes, como la misma ciudad, al compás de las entradas y salidas de sucesivos ejércitos; del París de mediados de la década de 1930, en el que, con poco más de veinte años, el autor trataba al poeta Oscar Milosz, culto, exquisito e iluminado primo suyo que entonces representaba a la naciente Lituania ante la Sociedad de Naciones; de la Varsovia salvajemente martirizada por lo que la Alemania hitleriana dio chuscamente en llamar Gobierno General; y del Princeton de 1950, cuando Milosz, en plena crisis personal, necesitado de “venerar algo o alguien”, visitó sin mucho resultado a Albert Einstein en su casa de Mercer Street.

 

Otra Europa se estructura en 19 capítulos ordenados cronológicamente y con títulos descriptivos: “Lugar de nacimiento”, “Los antepasados”, “Un viaje por Asia”, “La guerra”, “Diez días que estremecieron al mundo”, “Suite de guerras”, “La ciudad de mi juventud”, “La educación católica”, “El marxismo”… La sencillez de esos epígrafes resulta engañosa porque las crónicas históricas que anuncian están entreveradas de las sesudas reflexiones que se pueden esperar de un intelectual como Czeslaw Milosz, quien no deja de lado ninguna de las grandes cuestiones que ha suscitado y todavía suscita la confrontación entre las dos Europas, la nuestra, y la otra, la suya. Además, como también resulta lógico, el narrador conduce sus recuerdos por predios especialmente queridos para él, como el Gran Ducado de Lituania, sus años de formación universitaria y el feliz rencuentro con la poesía en una Varsovia aún sojuzgada por los nazis, como rememora con estas elocuentes palabras: “Antaño escribía versos sobre temas sociales y su falsedad me agobiaba; también practicaba el arte puro, y su falsedad también me agobiaba. Sólo ahora desaparecía la contradicción: el poema más personal traducía una situación humana y contenía una carga de ironía que lo hacía objetivo”.

 

Citando uno de los muchos hallazgos aforísticos de Ambrose Bierce (“Memorias: parte de nuestra vida que podemos contar sin ruborizarnos”), Milosz reconoce en la introducción de su libro que “la sinceridad completa es imposible y cuanto más están salvaguardadas las apariencias, más importante es el papel que juega la reconstrucción”. Parece un aviso para navegantes innecesario tras la mera consideración de lo duro que le debió resultar sobrevivir en la caótica Europa que le tocó en suerte antes de radicarse en Estados Unidos. Allí, en 1971, nueve años antes de que le concedieran el Nobel, pudo componer, sin sonrojarse, unos versos que pueden considerarse la coda de Otra Europa: “Qué día tan feliz./Se disipó la niebla temprano, yo trabajaba en el jardín./Los colibríes se detenían sobre las madreselvas./No había nada en la tierra que deseara tener./No conocía a nadie que valiera la pena envidiar./Olvidé todo el mal acontecido./No me avergonzaba pensar que era el que ahora soy./ En el cuerpo no sentía ningún dolor./Al incorporarme, vi el mar azul y unas velas.” Magnífico poema. Y con precioso título: “Regalo”.

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