LITERATURA /// Lecturas

Un bribón con charreteras de general

HARRY FLASHMAN /// George McDonald Fraser

Edhasa, 2007

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Casi siempre que he comenzado un libro del que no sabía nada, he salido de sus páginas por piernas y, en un par de ocasiones, con el rabo entre ellas. Pero también he mantenido gozosas citas a ciegas con la lectura. La última me ha permitido conocer uno de los personajes más fulleros de la literatura inglesa: el advenedizo, petimetre, cobarde y felón Harry Flashman. Su creador, George MacDonald Fraser, murió en 2008 tras haber completado una reseñable y exitosa obra, pero no lo había oído nombrar, ni tampoco a su antihéroe victoriano, protagonista de la saga conocida por su apellido.

 

La casualidad, y un precio de lance, me llevaron a adquirir Harry Flashman, el primero de los doce libros que desmontan, en clave de acerado humor, la mitología del Imperio Británico. Con él comienzan las memorias de un anciano general, supuesto héroe sin tacha, que convierten en patrañas las gestas de las odas patrióticas de Kipling y rebajan hasta la altura del barro a comandantes legendarios del ejército de la reina. Que semejante deconstrucción histórica la realice un bribón como Flashman no importa gran cosa. Ciertamente, toda su vida ha sido un mentiroso contumaz, una escoria con charreteras, pero parece no amilanarse cuando, previo a la muerte, llega el momento de la verdad. Y, como anota al rememorar un duro trance en las mazmorras afganas, los cobardes “cuanto más miedo tienen, tanto más hablan”.  

 

La hibridación de una suerte de picaresca anglosajona con una rigurosa documentación histórica juega a favor de Harry Flashman hasta el punto de hacer olvidar lo plomizo de algunos pasajes y lo sandio de no pocos chascarrillos, por otra parte perfectamente imaginables en la bocaza de un joven soldado tan desvergonzado como ambicioso. Esa buena pieza no tiene un adarme de la valentía del Quijote, ni una pizca de la bonhomía del soldado Schwejk. Pero cuenta con otros recursos para seducir al lector: le sobra sarcasmo inglés y tiene ojos en la cara. Los costosísimos informes de la CIA sobre Afganistán no han aportado información más relevante de la que se extrae leyendo este libro, publicado en 1969. Además, la estupidez ha acabado convirtiéndose en consustancial a las expediciones militares que han operado y operan más allá del desfiladero Khyber. Lo que Flashman dice del general responsable de la desastrosa retirada de Kabul en 1842, William Elphinstone, conocido por sus tropas como Elphy Bey, sirve para los jefes enviados después por Londres, Moscú o Washington: “Empezó con un buen ejército, una posición segura, unos excelentes oficiales, un enemigo desorganizado y reiteradas oportunidades de salvar la situación. Pero Elphy, con el toque que suele adornar a los verdaderos genios, superó todos esos obstáculos con infalible precisión y tuvo la habilidad de convertir el orden en un caos total”.

 

George McDonald Fraser protestó al final de su vida por la embestida contra su obra de las hordas militantes en lo políticamente correcto. No le faltaba razón. Su Flashman, rescatado de la novela victoriana La época escolar de Tom Brown, de Thomas Hughes, es cruel, violador, racista, traidor, mendaz, trapacero…Pero rebosa verdad literaria. Y esa es la única que importa a los escritores, incluso a uno como él, que lamentaba con pública amargura la desaparición de la “verdadera Gran Bretaña”.

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