LITERATURA /// Lecturas

Formidable tres en raya literario

TRILOGÍA TRANSILVANA /// Miklós Bánffy

LIBROS DEL  ASTEROIDE, 2011

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"No hay tanto amor en el mundo como para rechazar el que se nos ofrece". ¿Qué sucede al cambiar "amor" por "suerte", y no cualquiera, sino la de haber nacido en un ambiente exclusivo y poderoso, con la comodidad, el bienestar y las oportunidades que se les niegan a tantísimos otros? ¿Sigue siendo válida la advertencia del Boquituerto Kendy al desgraciado barón László Gyerőffy? Semejante reformulación nunca la tomarían ellos en cuenta, ni tampoco el resto de aristócratas que abarrotan la Trilogía Transilvana, convencidos de merecer toda clase de privilegios por cuna. Sin embargo, un vástago de tan estirada estirpe la convirtió en asunto central de su formidable recreación literaria del ocaso del Imperio Austrohúngaro en territorio ahora rumano.

 

Miklós Bánffy es un autor atípico. Algo así como un novelista sobrevenido, capaz de conjugar la creatividad demostrada como artista plástico, escenógrafo, músico y gestor cultural en su juventud con su excepcional experiencia en tanto que heredero de una gran dinastía transilvana, terrateniente con iniciativas forestales modernizadoras, experto criador de caballos y relevante político durante la primera mitad del siglo XX. Al parecer, incluso escribió una continuación de Los días contados, Las almas juzgadas y El reino dividido, publicadas entre 1934 y 1940, que desapareció tras el incendio del castillo familiar de Bontida en venganza por su alineamiento como ministro húngaro de Asuntos Exteriores en la ruptura del mariscal Horthy con Hitler en 1944, cuando ya era evidente la derrota nazi. De haberse conservado ese manuscrito, quizás hablaríamos ahora de una tetralogía, pero el caso es que su obra principal no sólo compone una trilogía, sino tambien un ambicioso tres en raya literario.

 

La narración superpone tres planos (social, sentimental y político) en otros tantos escenarios: Kolószvar, nombre húngaro de la actual Cluj-Napoca, Budapest y los bosques, valles y neveros de los Cárpatos próximos al castillo de Denestyorna, denominación con que aparece Bontida. En el primer plano, sustanciado en cacerías, bailes y banquetes, destaca la retranca del retrato de la asilvestrada y mordaz nobleza transilvana. La parte más novelesca de la trama desarrolla tres complicadas historias de amor: el triángulo entre el conde Bálint Abády, la bella Adrienne Miloth y su enajenado marido Pál Uzdy; la de la hermana de ella con un cazafortunas austríaco y la de László Gyerőffy con su prima Klara. En la crónica política, o si se prefiere histórica, abundan trilemas como los provocados por el persistente duelo parlamentario que sostienen en Budapest el Partido de la Independencia, el Partido de la Constitución y el Partido Popular, las sutilezas que separan en la alta sociedad imperial a austríacos, húngaros y transilvanos, o las barreras que entre estos últimos aislan a nobles, burgueses y campesinos rumanos.

 

El ideario conservador de Banffy, filtrado a través de Abády, su alter ego, impregna una obra de estructura y estilo decimonónicos. La minuciosa descripción del entorno, la fábrica, la decoración y el menaje de castillos y palacios, así como de las pautas que rigen la regalada vida de quienes los habitan o frecuentan, reclama constantes consultas al diccionario. ¿Qué lector conoce ahora el significado de plastrón, arroyada, galocha, saboneta, aljofar, estearina, adral, zaraza, salegar, cordobán, trápala, faetone, bonetero, tertecho, papalina...? ¿Qué sugiere la mención de la mouche, lunar postizo que lucen algunos viejos aristócratas? De todos modos, esa exuberancia léxica, junto con la ambición y finura del punto de vista narrativo, facilita el transporte del lector al moribundo universo cabalmente representado por Reza Abády, la madre del protagonista, envuelta desde jovencita en un orgullo que la abriga como "un manto carmesí de armiño" y obstinada en disimular su apoplejía cuando entrega por última vez los regalos navideños a la numerosa servidumbre de Denestyorna.

 

Miklós Bánffy maneja la historia con la coherencia retrospectiva propia de su señorial visión sociopolítica y no tiene reparos en conceder a su par en la ficción, también habitante de Kakania, toda clase de atributos. Esa doble ventaja supondría un desdoro de no haber demostrado en su Trilogía Transivana ser uno de los grandes narradores europeos del siglo XX. Los requiebros galantes, las coces y rebuznos parlamentarios y los dengues, zalamerías y maledicencias de salón abundan en sus páginas, pero pese a todos esos excesos aporta certeras claves no sólo sobre la Europa Central abocada a la Primera Guerra Mundial, sino también la actual. Es el caso, por citar un único ejemplo, de la reflexión del protagonista sobre una característica común a los políticos húngaros de cualquier color: presumír de ideas independientes y no aceptar jamás a las gentes con ideas independientes. ¿No es así como se comporta ahora la Hungría de Víktor Orbán respecto a la Unión Europea y sus propios ciudadanos?

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