LITERATURA /// Lecturas

Acero rojo descuartizado

ME CASÉ CON UN COMUNISTA /// Philip Roth

Debolsillo, 2011

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En 1998, año en que recibió los máximos honores a los que un escritor vivo puede aspirar en Estados Unidos, Philip Roth publicó Me casé con un comunista. Los críticos no la consideran una de sus obras maestras, pero cuenta con innegables aciertos. Los personajes, la trama y la recreación de la histeria maccarthysta de la década de 1950 están a la altura del talento desplegado en Pastoral americana y La mancha humana, novelas que completan la “trilogía americana”. Y, por supuesto, Nathan Zukerman, el narrador, se muestra lúcido y ácido al reflexionar sobre los asuntos que le obsesionan: la compleja idiosincrasia judeoamericana, el trabazón de los vínculos familiares, el cruento campo de batalla matrimonial, la fértil pero potencialmente destructiva relación mentor-discípulo, la impronta revolucionaria de la juventud, el sexo como torrente vivificador, el ansia de poder que anida hasta en el ser humano más insípido…  

 

El comunista del título, Ira Ringold, es un judío atormentado y violento, fuerte y frágil, tan sediento de cultura como de justicia y más digno de conmiseración que de encomio. Un rojo americano, uno de los muchos que vio como sus afanes acababan calcinados en la fogata de intolerancia que prendió la Guerra Fría. Las vicisitudes del ascenso social y caída a los infiernos de Ira las rememora su hermano Murray, ya nonagenario, durante un encuentro con Zukerman, alumno suyo en la juventud. Fue en esa época escolar, cincuenta años atrás, cuando quedó cautivado por aquellos dos “hombres corpulentos y naturales que exudaban la clase de virilidad poderosa e inteligente” a la que él aspiraba. “Hombres capaces –precisa aún sorprendido– de hablar de béisbol y boxeo al mismo tiempo que hablaban de libros, y que hablaban de libros como si en un libro hubiera algo en juego, que no lo abrían para reverenciarlo ni exaltarlo ni retirarse del mundo que los rodeada. No, abrían el libro para boxear con él”. 

 

Como en las otras novelas de la trilogía, Roth deslumbra en la recreación del contexto histórico de la trama principal, que comienza en 1948 con la efervescencia progresista en torno a la candidatura presidencial de Henry Wallace y finaliza en 1952 con la publicación de un libro titulado igual que su novela. La autora del primer Me casé con un comunista es Eve Frame, judía renegada, antigua estrella del cine mudo y actriz radiofónica de éxito. Ella, su inaguantable hija Silphyd (que a pesar de su nombre es gorda), el comunista Johnny O´Day (duro como el pedernal en todo tiempo y lugar) y otros personajes de menor importancia, entreverados con miembros reales del Comité de Actividades Antinorteamericanas, propician o colaboran en el descuartizamiento público de Ira (Iron, acero, según el Registro Civil) pese a todos los esfuerzos del sensato Murray por impedirlo.

 

La novela tiene el innegable sello de Roth, premio Príncipe de Asturias de Literatura 2012. La amenazadora altura de Ira, aquejado del síndrome de Marfan, y la furia que le embarga, tan mal dirigida, aletean en todo el relato como metáfora del peligro que el comunismo constituye para la sociedad abierta americana. La peripecia del pequeño de los Ringold resulta, sin embargo, creíble. Tras matar a un hombre en una pelea a los 17 años, sus ansias de amor e integridad le acompañan mientras trabaja en las terribles minas de zinc de Sussex, defiende a puñetazos sus ideas sirviendo de estibador militar en el golfo Pérsico durante la Segunda Guerra Mundial, destaca en los círculos radiofónicos de Nueva York como rapsoda y actor antes de la traición de Eve y pasa sus últimos años de guarda en un yacimiento abandonado.

 

Me casé con un comunista presenta, además, una peculiaridad. Leyéndola ahora (y al precio de las ediciones de bolsillo) resulta fácil detectar el germen de la narrativa posterior del autor de Newark. Obras como Patrimonio, El animal moribundo o Sale el espectro, por mencionar sólo algunas en las que ha tratado la decadencia física causada por el paso del tiempo, parecen estrechamente relacionadas con la desasosegante conclusión a la que su alter ego llega tras su larga conversación con Murray Ringold: “nada te enseña menos sobre la vejez que haber llevado una vida vigorosa”.   

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