LITERATURA /// Lecturas

Lo que hay de mudable en la vida...

EL TEATRO DE LA MEMORIA /// Leonardo Sciascia

ALIANZA TRES, 1986

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Durante los ajetreados años en los que Leonardo Sciascia fue diputado del Partido Radical escribió, tras el controvertido El caso Moro, sobre extraños sucesos del pasado. Sin las servidumbres de la novela, indagar acerca de esas historias le distraía y, procesadas con su habitual exigencia intelectual, le servían para reflejar la relación de los italianos con la justicia, la iglesia o el poder. El teatro de la memoria, publicada en 1981, reafirmó la peculiar apuesta narrativa comenzada en Actas sobre la muerte de Raymond Roussel (1971) y La desaparición de Majorana (1975), brillantemente continuada en La bruja y el capitán (1986), 1912+1 (1986), Puertas abiertas (1987) y El caballero y la muerte (1988). Un puñado de libritos de los que Sciascia se sentía orgulloso hasta el punto de fantasear que había creado con ellos un nuevo género, “ilusión que aumentaba el placer en practicarlo”.


Esta confidencia figura en el prólogo de La sentencia memorable, obra de aun menos páginas que las citadas. Se publicó un año más tarde que El teatro de la memoria, y en ella el autor siciliano abordó de nuevo el tema de la suplantación de personalidad tras una muerte o desaparición en el campo de batalla. Sobre tan literario desdoblamiento, la amnesia, la locura, la autosugestión, el matrimonio, los enredos policiales, la maraña judicial, la presión de la opinión pública y otros componentes de la comedia humana tratan esas dos crónicas de tono ensayístico. Los casos de Martin Guerre y de Giulio Canella gozan de parecida fama, pero presentan más diferencias que similitudes. En el primero, ocurrido en Francia en el siglo XVI, se enfrentan dos hombres con sólidos argumentos para reclamarse el verdadero Guerre y amante esposo. En el segundo, comidilla nacional en la Italia del primer fascismo, un hombre recupera de forma milagrosa en el manicomio la memoria para ser Canella, la justicia lo identifica como Mario Bruneri y juegan un papel fundamental las esposas de ambos, o, más exactamente, la viuda de uno y la mujer abandonada por el otro. Formidable embrollo. Una tragicomedia inequívocamente italiana. Y con la entonces seductora y patriarcal imagen del duce como telón de fondo.


El teatro de la memoria desmenuza esa historia hasta la muerte en 1941 de Bruneri en Brasil, a donde huyó con la ex-viuda y los dos hijos que habían tenido juntos entre la sentencia en su contra de 1928 y el rechazo a su apelación en 1931. El contraste entre el mediocre filósofo y concejal católico Canella, desaparecido en combate en la Primera Guerra Mundial, y el tipógrafo turinés y delincuente de poca monta Bruneri, proporciona abundante juego al autor, que resalta con habilidad el modo en que esa diferencia se oculta o airea a conveniencia de las partes. Las carencias emocionales y materiales de los implicados, las descoordinadas acciones del Estado para impedir la burla a la justicia y el reflejo de la polémica en la prensa también interesan a Sciascia, pero menos que la extravagancia procesal que originó el entuerto. La paradoja, según el maestro siciliano, reside en que “verificada la identidad del número 44.170 más allá de toda duda mediante las huellas dactilares, se haya dado curso a una investigación judicial centrada en la `memoria del amnésico´ y en la memoria que conservaban del profesor Giulio Canella y del tipógrafo Mario Bruneri familiares, amigos y conocidos. En resumen, el manicomio de Collegno se convirtió en un teatro de la memoria, no como el de Giulio Camillo o Giordano Bruno o Robert Fludd, sino, como –naturalmente– el de Pirandello”.


Precisamente, el caso inspiró Como tu mi vuoi, una de las piezas en las que el dramaturgo de Agrigento, ciudad cercana a Racalmuto, pueblo natal de Sciascia, hurgó en el problema de la identidad, novedoso para la época y todavía actual, o más actual si cabe por el histérico ondear de banderas y la avalancha de alias en las redes sociales. A quienes nunca lo han experimentado, o han resuelto por las buenas o las malas, quizás les aburra El teatro de la memoria. El riguroso y cáustico Sciascia acostumbra a desmontar certezas. Y utiliza argumentos de peso cuando imagina un final diferente del litigio: “si los jueces pudiesen ir más allá de la ley, valorando lo que hay de mudable en la vida de todos y cada uno y de lo mucho que la aprisionan las `formas´ y cómo las ficciones se hacen verdad, habrían podido conferir la identidad del profesor Canella al desmemoriado de Collegno lo mismo que habrían podido restituir a la sociedad a un Chessman escritor en vez de mandar a la silla eléctrica a un Chessman delincuente”. Lo que hay de mudable en la vida…Ecco, dottore Leonardo.    

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