LITERATURA /// Lecturas

Una joven corza en la planicie brasileña

CERCA DEL CORAZÓN SALVAJE /// Clarice Lispector

SIRUELA, 2002

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...De la vida. La frase original se completa con ese genitivo, pero Clarice Lispector la cercenó hábilmente en el título. Sin él suena mejor, más misterioso. Incluso exento de redundancia. ¿De q sino de la vida, de sus propias experiencias o su ansia de ellas, podía escribir una joven de 20 años nacida en Ucrania y criada en Brasil? Lo que no cabía esperar era la fuerza expresiva y la desarmante libertad emocional que desplegó en su primera novela, deudora de la rabia autobiográfica con la que James Joyce describe a Stephen Dedalus en Retrato del Artista Adolescente: solo, feliz, abandonado, cerca del corazón salvaje de la vida”.

 

El impacto de la aparición de Clarice Lispector en las letras brasileñas coincidió con el que causó en las españolas ese mismo año, 1944, Carmen Laforet con Nada, novela ganadora del primer premio Nadal. Además de iniciales y precocidad, ambas escritoras compartían origen de clase alta, belleza física y el aparente conformismo con el que aceptaban un rol subsidiario en sociedades marcadamente patriarcales. Nacida la primera en 1920, y la segunda un año más tarde, sus universos literarios se caracterizan, al margen de los diferentes registros culturales, por profundizar en el misterio, doloroso e intenso, de existir, y en narrarlo desde una óptica femenina. O, como sintetiza el traductor Basilio Losada en el prólogo de Cerca del corazón salvaje a propósito de su autora, en “la procura acuciante de una identidad”, aunque él la relaciona sobre todo con las vicisitudes personales de Clarice Lispector, casada con un diplomático y ausente de Brasil durante casi veinte años.

 

El desordenado, rebelde, sufrido y vivificante proceso de conversión de una niña huérfana en una mujer compleja y afilada está contado en Cerca del corazón salvaje con una prosa poética de difícil parangón en la época. Clarice Lispector no goza, ni mucho menos, del aprecio de la crítica feminista, pero más allá de los reparos que acostumbra a dictar la ortodoxia en cuestiones de género, cuesta negar que el conjunto de su trayectoria constituye una palmaria demostración del poder creativo de las mujeres, entonces todavía cuestionado, y un avance en el desarrollo de una narrativa con voz propia. Su texto, subyugante y terso, pese a ciertos excesos de primeriza, detalla la ambición de Juana, la recién casada protagonista, por conocerse, por crecer, por sentir, por amar, por desear cualquier cosa, incluso “el mal y la imaginación”. Y, tan fundamental o más que todo eso, resulta su imperiosa necesidad de dar con las palabras precisas para reconocerse, superando la deficiencia doblemente hiriente que, al comienzo de la novela, no solo la condena al fracaso cuando intenta expresar lo que siente, sino también a que cuanto dice se transforme lentamente en lo que siente.

 

Por eso, Juana, “una corza en la planicie”, como se ve a si misma, pese a que no existen esa clase de cérvidos en Brasil, decide trotar sin trabas mientras dilucida si importa más existir o saber que existe, si debe valorar o minusvalorar lo humano, si es cierto que cualquier vida está inexorablemente hecha de pequeñas vidas. Realizado el esfuerzo por labrarse un yo y provista de herramientas para relacionarse con los demás, a través del lenguaje o del silencio, en la segunda parte de Cerca del corazón salvaje la protagonista se adentra en un mundo incierto más que ingrato, que también, y supera con nota la prueba. Rompe un matrimonio encapsulado en cubitos de hielo que se derriten. Conquista la libertad a través del sufrimiento. Se entrega a la súbita pasión que le provoca un desconocido. Reconoce el asombroso instinto de vida que anida hasta en la menos dotada de la mujeres. Asume el amor como territorio a conquistar o descifrar. Aprende a esquivar la magnificiencia inútil con la que, según suele acusarle un marido distante, afronta cualquier incidencia. Juana es un gran personaje literario. Siete décadas después de que Clarice Lispector se desdoblara en ella, todavía impresiona la declaración que cierra la novela, aunque le comparación pueda resultar chirriante para algunas lectoras actuales: “de cualquier lucha o descanso me levantaré fuerte y bella como un caballo joven”.

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