LITERATURA /// Lecturas

El caso del teniente general antinazi y vago

HAMMERSTEIN O EL TESON /// H. M. Enzensberger

ANAGRAMA, 2011

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El uso de la conjunción “o” con sentido de equivalencia, sugestivo en algunos señalados títulos, suscita dudas en Hammerstein o el tesón. Por supuesto, el tesón no es en si mismo una virtud, pero como tal se suele considerar a despecho de su inanidad moral. No ya la historia, sino un mero vistazo al delirio circundante, permite constatar que la perseverancia es rasgo de carácter compartido por benéficos cuidadores de ancianos solitarios y ladrones que no siempre se limitan a despojar a estos de sus ahorros, santones libertarios y dictadores con pulsiones genocidas, caciques de tribus amazónicas y brokers filibusteros de la City, machacados inmigrantes y mafiosos de similar color de piel que trafican con su desesperación. Cuesta considerar el tesón un atributo, y tras leer este libro no se sabe a cuento de qué lo merece Hammerstein, a no ser que el título responda a una mera chanza etimológica. Ciertos apellidos marcan a fuego. Con un martillo en la mano derecha y una piedra en la izquierda, el tesón resulta obligatorio. Y ya no digamos en el caso de un junker prusiano.

 

La elección del barón Kurt von Hammerstein-Equord como objeto de estudio confirma el interés de Hans Magnus Enzensberger por figuras que acabaron jugando un rol secundario en momentos decisivos de la historia. Si en El corto verano de la anarquía ya se ocupó de Buenaventura Durruti, en este libro, publicado en 2008, analiza la personalidad, la carrera y la familia de quien era jefe del Alto Mando cuando Hitler alcanzó el poder, es decir, uno de los cuatro o cinco personajes que pudieron haber cambiado el atroz destino de su país. Antinazi convencido, pero también, y sobre todo, genuino militar germano, fiel servidor del estado y respetuoso con la jerarquía, consintió, como el resto de sus conmilitones conservadores, que aquel tronado ex-cabo austríaco, de cuyo suicidio se acaban de conmemorar 70 años, controlara rápidamente los resortes del poder en Alemania y se lanzara a la conquista del mundo. El de Hitler sí que era un (terrorífico) tesón.

 

Enzensberger traza una semblanza favorable de Hammerstein, pero no hasta el extremo de convertirle en el héroe de la resistencia que algunos han querido ver, sobre todo a raíz de un supuesto intento de arrestar a Hitler en 1939, cuando se reintegró durante un corto período a la Werhmacht. La polémica sobre este asunto apenas afecta al retrato comúnmente aceptado de un militar capaz, sin pelos en la lengua, fino analista político, bien conectado con soviéticos y estadounidenses y... con fama de gandul, merecida ya que se preciaba de considerar la vagancia cualidad necesaria para ejercitar la razón o, como explicó la periodista Ursula von Kardoff, quien lo trató, para mantener la mente despejada a la hora de tomar “las grandes decisiones”. Calibrar el grado de trascendencia de las resoluciones de cada cual resulta empresa harto complicada, pero parece probado que Hammerstein, sin someterse nunca a Hitler, se limitó a demostrar perspicacia y arrojo criticándole en cenáculos militares, y anunciando, una vez comenzada la guerra, el desastre que traería consigo. ¿Poca cosa? ¿Mucha? ¿Quién puede juzgarlo sumariamente ahora? El análisis del pasado acostumbra a pecar de prepotencia. Cualquiera elabora recetas salvadoras post festum. Como escribió el poeta Gottfriend Benn, y reproduce Enzesberger, “Se dice fácil: política errónea. ¿Errónea cuándo? /¿Hoy? ¿Después de diez años? ¿Después de un siglo?”.

 

El Hammerstein del libro frisa la hazaña, pero nunca la acomete. La suya es una valentía sin rebelión, un heroísmo sin acción. Justo lo contrario, por cierto, de cómo se comportan sus tres hijas mayores y dos de sus cuatro hijos pequeños, en el primer caso activas militantes comunistas durante su juventud y en el segundo, novatos oficiales conjurados en el atentado fallido contra Hitler del coronel Von Stauffenberg en la Guarida del Lobo. Para entonces el teniente general, o Papus, como era conocido en familia, ya llevaba un año muerto, y el curso de la guerra no hacía sino confirmar sus pronósticos. La última etapa de su existencia, truncada a los 65 años, la pasó retirado en una casa de campo en Dahlem, cerca de Berlín, donde al parecer, aunque tampoco es seguro, se celebraron reuniones conspiratorias que impugnarían cualquier tentación de considerarle barón domado.

 

Mezcla de ensayo histórico, biografía, trabajo de investigación y relato literario, Hammerstein o el tesón se despliega en una compleja estructura que el lector asimila (y disfruta) conforme avanza en sus páginas. Enzesberger la explica en un posfacio titulado “¿Por qué este libro no es una novela?” que no ha impedido su catalogación como “novela documental”. La manía editorial de bautizar con ese marbete cualquier texto de más de 40 folios tiene parte de culpa en ello, pero también la amalgama de materiales narrativos que lo componen. Conversaciones póstumas del autor con personajes claves en la vida de Hammerstein (tan imaginarias como reveladoras). Testimonios cruzados sobre él de parientes, amigos, compañeros de armas, jerarcas nazis, dirigentes del Partido Comunista Alemán y todo tipo de agentes secretos, incluida la fascinante condesa Ruth von Mayemburg, espía al servicio de la Cuarta División del Ejército Rojo que quizás fue amante del general...Informes, fichas, cartas, denuncias y notas procedentes de los archivos alemanes, soviéticos y aliados. Citas de libros de memorias, periódicos, monografías especializadas sobre la época más convulsa de la Europa del siglo XX. Y, como sustancioso engarce de esta variopinta veta historiográfica, siete apartados, definidos como glosas, en los que Enzensberger enjuicia cuanto hicieron o dejaron de hacer el principal protagonista y medio centenar de personas relacionadas con él. Su declarado objetivo no es sentar cátedra sobre lo que escribe, ni mucho menos inmiscuirse en la labor de los historiadores, sino aportar puntos de vista que, a pequeña escala, permitan “volver a encontrar y exponer todas las razones decisivas y las contradicciones del caso alemán”. En ese aspecto el libro cumple su objetivo pese a ciertas lagunas, evidentes incluso para un lector no versado en el tema. Contradicciones, vacíos, paréntesis...que quizás indujeron al editor del libro en inglés a titularlo The Silences of Hammestein.

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