LITERATURA /// Lecturas

Montaigne en la Edad de la Mentira

MONTAIGNE Y LA BOLA DEL MUNDO /// Javier Mina

Berenice, 2013

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En las 300 páginas de Montaigne y la bola  del mundo se suceden, tras una incitante introducción, dieciocho capítulos de similar extensión, el epílogo y cuatro páginas de bibliografía con 160 entradas. Muchas lecturas, pero bien digeridas, y solo un reflejo de la diversidad de saberes y fondos documentales con los que el autor ha afrontado el reto de determinar la vigencia de la obra de Montaigne y, al paso, calibrar el ejemplo que todavía cabe extraer de su actitud ante la vida. Para ello, Javier Mina ha utilizado un procedimiento similar a lo que define como "conciencia deliberativa" del perigordino, lo ha espolvoreado con oportunas dosis de ironía y ha escrito un estupendo libro al que le espera un destino parejo del que Montaigne imaginaba para sus Ensayos: “que si fueran dignos de ser tenidos en cuenta, pudiera ocurrir, a mi parecer, que no agradaran apenas a las mentes comunes y vulgares, ni tampoco a las singulares y excelentes; aquellas no entenderían bastante, y estas entenderían demasiado; solo podrían malvivir en la región de en medio”.


Los temas tratados en Montaigne y la bola del mundo importan un bledo a los teleadictos a los reality shows, los abducidos por el exhibicionismo marquista, los pánfilos creyentes en las supercherías más burdas, los que solo entienden la actividad pública en clave de su propio interés y, por generalizar, a esa mayoría no solo silenciosa sino también satisfecha, incluso orgullosa, de la idocia moral que caracteriza su existencia. ¿Quién está dispuesto a pensar o repensar sobre el perverso lastre que se arrastra con la mentira, la esencia de la amistad verdadera, el estrecho  vínculo entre la vida y la muerte, el encontronazo entre derechos individuales y estado paternalista, la sinrazón de fondo de los nacionalismos de toda laya, otra vez rampantes...? Sólo esas mentes “singulares y excelentes” a las que se refiere Montaigne, previo contrato o prebenda, y por lo general expresándose en una jerga se supone que intelectual, pero en realidad inane, pretenciosa y excluyente. Javier Mina se ríe con ganas de toda esa farfolla posmoderna, pero señala con acierto que en ella también se sustenta la ignominiosa Edad de la Mentira que nos ha tocado vivir.


Uno de los grandes aciertos de Montaigne y la bola del mundo es la naturalidad que desprende, el afán del autor por hacer comprensibles los muchos conocimientos que pone en juego (filosofía, literatura, teatro, cine, ciencia, historia, derecho, lingüística, bioética, medicina...) para contrastar las ideas de quien fue bautizado como Michel Eyquem con las que fundamentan los logros, afanes y delirios de la humanidad que le sucedió, con especial atención al hiperestésico Siglo XX. El lector valora el sensato criterio de selección del material con el que Javier Mina ahorma su discurso y agradece una prosa de rotunda riqueza léxica, pero clara y efectiva. Su ensayo, tan consistente como exento de infatuaciones académicas, parece elaborado a medida para quienes habitamos la región de en medio señalada por Montaigne, uno de cuyos consejos, seguido luego a rajatabla, cierra la introducción del volumen editado por Berenice: “Ante la incertidumbre y perplejidad que nos procura la impotencia para ver y elegir lo más conveniente, dadas las dificultades que entrañan los distintos accidentes y circunstancias de cada cosa, a mi juicio lo más seguro, si otra consideración no nos incita, es refugiarse en la opción en la que haya honestidad y justicia. Y puesto que se duda sobre el camino más corto mejor es seguir el más recto”.


Tras preguntarse, retórica pero pertinentemente, si alguien podría “negarse a orbitar alrededor de semejante planeta”, Javier Mina oficia como un escritor satélite de lo más respetable. Es obvia su afinidad con el pensador que colocó al sujeto en el centro del mundo, pero no se permite arrebatos de hincha ni genuflexiones doctrinarias. Sus títulos de los capítulos (“El secreto del unicornio”, “Conciencia por conciencia, ¿conciencia al cuadrado?”, “Salud, dinero y...bióetica”, “Es pura la azucena cuando en abril...”, “La enfermedad y sus anáforas”, “Uno es multitud”...) aportan pistas del festín filosófico, político y literario que contiene Montaigne y la bola del mundo, notable también por la fácilidad con la que se engarzan las diferentes disciplinas y el equilibrio entre perspectivas globales y locales. Nada extraño tratándose de un autor licenciado en Literatura Comparada en la Sorbona, curtido en el ensayo y con una consolidada trayectoria como pintor, articulista de prensa, guionista de cómic y gestor cultural. Añadir que también estudió biología e hizo teatro en su juventud no está de más porque en varios pasajes de su libro saca buen rédito de lo que aprendió entonces. Todo cuenta a la hora de vendimiar las uvas del entendimiento.

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