JAZZ /// Discos

Rumor de tramontana

MÚSICA DISPERSA /// Música Dispersa

Discmendi

2004

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No tiene de jazz otra cosa que el espíritu de libertad. A favor de obra, se podría vincular su concepto con el free rampante de la época, e incluso identificar el ragtime o el blues más básico como inspiración en unos cuantos acordes. No es jazz, desde luego, pero cabe con holgura en esta sección, y no sólo por tratarse de una entrega de LSN dedicada a Cachas, principal compositor e integrante del conjunto que grabó el elepé, extraño fruto del underground español a finales de la década de 1960. El mismo nombre de Música Dispersa, que también da título al disco, de solo 33 minutos de duración, no parece del todo ajeno a la nomenclatura jazzística. Y por seguir con el juego de las (des)conexiones, la melopea onomatopéyica de algunos cortes supone la antítesis del vocalese de la reseña anterior, dedicada a Eddie Jefferson.

 

La teoría de contrarios le era querida al Cachas maduro, sin duda diferente y a la par idéntico al joven de larga melena pelirroja que junto a Selene, Sisa y Batiste (Albert) formó Música Dispersa, combo barcelonés con un madrileño como él a los mandos. Son suyos todos los temas incluidos en el CD que recupera el material lanzado por Diábolo/Als 4 Vents, salvo Arcano, de Sisa. Seis los compuso en solitario (Hanillo, Cromo, Swani, Gilda, Cefalea y Fluido), uno con Batiste (Eco) y dos con Sisa (Rabel y Citara). Toda música difícil de adjetivar más allá de generalizaciones como experimental, vanguardista, psicodélica, transgresora, ecléctica, percusiva, hipnótica...Hasta podría tildarse de concreta en una osada enmienda al nombre del conjunto. Cachas, o más bien L. de Atar, d pistas sobre su inspiración en el desplegable insertado en el CD que se puso a la venta en 2004, año de su muerte. Las melodías que generan nuestros cuerpos al desplazarse -escribió- son demasiado lentas para ser apreciadas por oído humano alguno, en condiciones normales.Un solo compás podría equivaler a generaciones de gargantas exhalando la sílaba sagrada, o al interminable rumor del viento de tramontana entre los resquicios de las ventanas de nuestro cerebro en insomnio”.

 

Ese texto de Cachas, brevísimo, finaliza con una pregunta retórica sobre la fama que invita a especular hasta dónde habría llegado de no renunciar a la música o al menos no de la forma tajante en que lo hizo pocos años después de grabar Música Dispersa, con Josep Maria Vilaseca, Tapiolas, como refuerzo en la batería. El grupo había acabado en la práctica cuando marchó a la mili, pero Jaume Sisa y Albert Batiste, la mitad de sus componentes, desarrollaron a partir de entonces brillantes carreras. Y también ha resultado fecunda la de Pau Riba, quien con Cachas, Sisa y Batiste protagonizaron, cada cual interpretando un tema propio en compañía de los demás, Miniaturas, para algunos el mejor EP español de todos los tiempos. De los cuatro solo abominó de los escenarios quien más futuro parecía tener. En Madrid, donde actuaba con Canción del Pueblo (Elisa Serna, Hilario Camacho, Adolfo Celdrán...), Cachas había grabado un single a medias con José Luis Leal y en Barcelona colaboró en la banda sonora de la segunda película de Gonzalo Suárez, El extraño caso del Doctor Faustus. Su trayectoria hasta entonces resultaba notable tratándose de un autodidacta. Poseía el don, la sensibilidad y la versatilidad necesarias para avanzar como músico, quizás tras las sendas que marcaban Bob Dylan y Lou Reed, a quienes nunca dejó de admirar. Pero no. Priorizó otros anhelos, quiso dar carrete a otros intereses. Cachas acariciaba sus propios sueños: los que fue tejiendo con Montse en la tranquila Menorca rural de entonces.

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