JAZZ /// Discos

Quince piezas de plata de ley

OPUS DE FUNK. THE JAZZ GIANTS PLAY HORACE SILVER

Prestige, 1997

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Sonidos de sueños. Un acorde fallido. La ebullición de una tetera. El canto de un grillo... Horace Silver decía que la música está en cualquier parte, que él se limitaba a capturarla. Excelente pianista y compositor, como recalcaron los obituarios tras su reciente desaparición, a los 85 años, detestaba elegir entre esas dos facetas de su desempeño musical, pero terminó por confesar que en el hipotético caso de tener una pistola en la sien optaría por la segunda. Improvisando, argumentaba, se compone o recompone, pero culminar un nuevo tema es como extraer un conejo de la chistera. Creador o mago, supo ensanchar los caminos del jazz cuando la corriente determinante de la época, el bop, tendía a encerrarlo en una espiral cultista y autorreferencial. Opus de Funk. The Jazz Giants Play Horace Silver, que contiene 15 canciones suyas grabadas por otros intérpretes entre 1954 y 1978, permite comprobar lo mucho que dan de sí sus partituras. Claras, brillantes, dúctiles, maleables. Como la plata de ley...

 

El CD incluye varias silverinas: desde la célebre pieza con ritmo de bossa-nova en homenaje al padre caboverdiano, Song for my father (en versión del organista Richard Groove Holmes), hasta otras tan conocidas como Señor Blues (de la también organista Shirley Scott), Nica´s Dream (del trompetista Blue Mitchel), Sister Sadie (del contrabajista Ray Brown) y Peace (del pianista Tommy Flanagan). Y, por supuesto, una decena más clasificables como hard-bop, estilo que Horace Silver alumbró con el respaldo, entre otros, de Hank Mobley, artífice de Poppin´, disco del comentario anterior. Jazz de fácil identificación. Jazz para disfrutar. Composiciones basadas en el esplendor rítmico, la calidad melódica, la apertura a todo tipo de influencias y la voluntad de llegar al máximo de gente y en lo posible hacerle bailar, o mover los pies. No es casualidad que el título Opus de Funk (tema interpretado en el CD por el saxofonista Art Pepper) acuñara para el diccionario de la modernidad el término que luego definió no sólo un tipo de jazz, sino un estilo de música negra, e incluso formas concretas de expresión artística.

 

Opus de Funk. The Jazz Giants Play Horace Silver, puesto a la venta en 1997, presenta una peculiaridad: lo editó Prestige Records, no Blue Note, sello al que el compositor de Connecticut se mantuvo fiel durante décadas. Eso no reduce su interés, pero conviene saberlo, ya que no sólo condiciona cortes e intérpretes, sino que explica la sobreabundancia de órganos, guitarras y versiones vocales. Así se entiende que Silver sólo participe en un tema, Buhaina (nombre musulman de Art Blakey, su primer gran colega), y lo haga como acompañante del vibrafonista Milt Jackson. O que sea la guitarra de un finísimo Wes Montgomery la que brille en Ecaroh (anagrama de Horace). Y, por poner un último ejemplo, quizás el más sorprendente, que un sobrado Eddie Jefferson lleve la voz cantante en Filthy Mc Nasty, comparta protagonismo con el saxofonista James Moody en Psychedelic Sally y aparezca de nuevo en una de las dos versiones de The Preacher. La otra (también interpretada por Shirley Scott) cierra este sorprendente CD, que comienza con una rápida versión de Cookin´at the Continental a cargo de Phineas Newborn. Por supuesto, Horace Silver fue uno de los muchos jazzmen que recurrieron a metáforas culinarias para explicar el proceso de creación de su música, pero mejor lo pasamos por alto. O, ya puestos, le imaginamos con su eterna cara de buen chico despellejando el conejo que acaba de sacar de la chistera, despiezándolo, salpimentándolo, colocándolo en la sartén...

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