JAZZ /// Discos
Dos saxofonistas de fuste y...buena pasta
BLOWING IN FROM CHICAGO /// Clifford Jordan / John Gilmore
BLUE NOTE, 2003
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Clifford Jordan y John Gilmore nacieron en 1931 con solo tres semanas de diferencia, crecieron en Chicago, se formaron como jazzmen en la escuela Du Sable, fueron saxofonistas tenores y fallecieron el primero a los 61 años y el segundo a los 63 años. Son coincidencias curiosas, pero intrascendentes en el conjunto de sus trayectorias, distintas por el modo de atacar el instrumento y su filosofía no solo artística sino vital, algo que ya se vislumbraba en el elepé de su debut discográfico al alimón en 1957, Blowing in from Chicago. Por resumir, mientras Jordan tintó después el bop de frescura y encanto melódico en decenas de discos a su nombre, Gilmore no publicó siquiera uno tras ser abducido por el rompedor universo de Sun Ra, protagonista de la reseña anterior. Y como el pianista, compositor y bandleader no era precisamente un dechado de generosidad, ni pemitió a su principal escudero, ya en la década de 1970, tras décadas de fidelidad perruna, aceptar le propuesta de revisión de su único disco realizada por Muse Records, sello que tenía a Jordan bajo contrato.
La sección rítmica de Blowing in from Chicago, grabado en el famoso Van Gelder Studio de Nueva Jersey, da alas a dos solistas noveles pero curtidos en los circuitos de R&B y jazz de la Ciudad del Viento. Horace Silver al piano, Art Blakey en la batería y Curly Russel con el bajo los impulsan a demostrar su talento en una blowing session, suerte de batalla de saxos o jam acelerada en la que se acostumbraba a interpretar piezas del repertorio bop y otras, más modernas, con vitola de hard-bop. En este caso, el disco incluye ejemplos de ambas clases porque además de Blue Lights, de Gigy Grace, y Billie´s Bounce, de Charlie Parker, se interpretan un par de temas del propio Clifford Jordan (Bo-Till y Evil Eye), otro de Horace Silver (Everywhere), un cuarto del poco conocido saxofonista de Chicago John Neely (Status Quo) y, solo en la edición posterior en CD, un bonus-track de autoría desconocida (Let ot Stand).
No siempre resulta fácil identificar el sonido de cada tenor, pero conforme avanza el disco se diferencia el tono agudo de Gilmore, a veces próximo al que se espera de un saxo alto, del más lírico y redondo de Jordan, cuya aportación acaba haciéndose más notable. Y también se aprecia el gusto del primero por un tipo de improvisación que acabaría desarrollando John Coltrane mientras él se convertía en pieza fundamental, y a menudo en baterista, de la arkestra de Sun Ra, que dirigió durante dos años tras la muerte de éste en 1993. Semanas antes había fallecido a su vez Jordan, consolidado como solista y profesor tras una interesante carrera en la que destacan su quinteto con el trompetista Kenny Dorham y su colaboración con Charlie Mingus en los 60, el cuarteto que formó en la siguiente década con el llamado Magic Triangle (Cedar Walton, Sam Jones y Billy Higgins), sus largas estancias en Europa durante los 80 y la big-band que dirigió al final de su vida en Nueva York.
Dos saxofonistas tenores. Dos estilos interpretativos. Dos trayectorias divergentes. Pero también una pareja con algo valioso en común: calidad humana y un temperamento tranquilo nada habitual entre los más destacados músicos afroamericanos de su generación. El guitarrista y crítico John Corbett, que considera a Gilmore uno de los jazzmen más completos de la historia, lo define como un “iconoclasta amable”. Y el también saxo tenor de Chicago Von Freeman ha llegado a igualar el carácter de Jordan, quien le ayudó a abrirse camino en Nueva York, con el sonido cálido y sincero de su saxofón. Dos instrumentistas, en fin, de tanto fuste como buena pasta.
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