JAZZ /// Discos

Hard bop y...alguna mala hierba

THE BEST BLUE NOTE ALBUM IN THE WORLD...EVER!

Blue Note, 1999

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Ya no se editan discos con más de dos horas de jazz, pero la conmemoración merecía semejante alarde: los 60 años de Blue Note, el sello fundado por Alfred Lion y Francis Wolff, dos alemanes que habían llegado a Nueva York huyendo de la Alemania hitleriana. La coña del título debía tener cierto tirón comercial, pero por si acaso en el doble CD se incluyeron éxitos recientes de la compañía, una de las más prestigiosas en el universo jazzístico de la segunda mitad del siglo XX. Aunque no, por supuesto, exenta de altibajos artísticos y empresariales, como explica, con perfecto conocimiento de causa, el productor y crítico Michael Cuscuna en el cuadernillo ilustrado con algunas de las famosas portadas de elepés realizadas por el diseñador Reid Miles.


Los diez temas del primer CD resumen la época de esplendor de la discográfica. El primero, el conocidísimo Song for my Father, le correspondía por derecho a su compositor e intérprete, el pianista Horace Silver, quien grabó en Blue Note desde 1954 hasta 1980. El listón del comienzo resulta indiscutiblemente alto, pero el resto de canciones y músicos no desmerecen, desde los siguientes, Blue Train, del gran John Coltrane, hasta los últimos, Born to de Blue, del fino guitarrista Grant Green en compañía del potente saxofonista Ike Quebec, ambos prematuramente desaparecidos. Y en medio, aunque no citados en el orden del disco, Moanin, de Art Blakey y sus mensajeros; Autumn Leaves, de Cannonball Alderley con Miles Davis; Midnight Blue, de Kenny Burrell; Amen, de Donald Byrd; The Sidewinder, de Lee Morgan; Watermelon Man, de Herbie Hancock y…Blues Walk, de Lou Donaldson, quien engarza esta reseña con la anterior. Un cartel de lujo. Un compendio del mejor jazz de las décadas de 1950 y 1960.

     

El segundo CD también incluye diez temas, pero muy variados y seleccionados con el objetivo de animar la venta. En algunos se detecta la deuda, el homenaje o la copia, como se quiera, de los éxitos comerciales que permitieron a Blue Note traspasar la frontera del jazz, sobre todo en Cantaloop, del grupo británico US3 -llamado así por una composición de Horace Parlan-, que desarrolla el Cantaloupe Island, de Herbie Hancock, y en Because I Love You, de un Richard Elliot tan empalagoso que, por comparación, convierte a Ronnie Laws en todo un saxofonista de jazz. John Patton, con The Turnaround; Charlie Hunter, con Greasy Granny; Jimmy Smith, con Back at the Chicken Shack; Dexter Gordon, con Soy Califa, y Eliane Elias, con Girl from Ipanema, dan testimonio de la sabrosura rítmica de los viejos tiempos. Y, completando el batiburrillo, los tres cortes vocales responden a propuestas tan diferentes como la interpretación a capella de Bobby McFerrin en Thinkin´about your Body, la delicada lectura de Casandra Wilson de Tupelo Honey, de Van Morrison, y la descafeinada versión que realizan Lou Rawls y Dianne Reeves de At Last, canción unida para siempre al nombre de la incandescente Etta James.

 

The Best Blue Note Album in the World…Ever! es un buen compendio del camino recorrido por el sello de la nota azul hasta el fin de milenio, más largo y fecundo de todo lo que pudo fantasear Alfred Lion cuando en enero de 1939 grabó su primer disco con los pianistas de boogie woogie Albert Ammons y Meade Lux Lewis. No toda la selección es indiscutible, pero sí representativa de los intentos de la compañía por amoldarse a los gustos de un público cada vez más partidario de la fusión, cuando no del pop espolvoreado de jazz. Y además basta y sobra con la docena de grandes temas e intérpretes que incluye, entre ellos algunos que figuran en el canon del hard bop.

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