“Tiempo de amanecer o rayar del día”, así de escuetamente define el diccionario de la RAE la primera acepción de alborada. Ninguna retórica, solo la pizca poética que se escapa del verbo rayar. Un comedimiento académico que no hace justicia a la sonoridad de la palabra ni a su colorido. Pero ¿qué importa? ¿Quién la emplea ahora y para qué? Puede que algún vate añudo y pasado de rosca, o por simple complicidad fonética, como me ocurre al reparar en que las imágenes de mi pantalla son de Isa Albareda, fotógrafa e impulsora de la galería barcelonesa Il Mondo.

Esta impenitente viajera, cuyo archivo guarda cientos de imágenes de un largo recorrido por África a mediados de la década de 1970, vive a caballo entre Barcelona y Sant Feliù de Guixols, así que bastantes días disfruta de la soledad del amanecer en la Costa Brava y persigue las luces declinantes del ocaso sobre la marabunta de la gran ciudad. De semejantes gozos y sombras hay testimonio en 24 de sus fotografías, tantas como horas tiene el día. Que doce sean del alba y otras tantas del atardecer sólo revela la querencia por la simetría de una fotógrafa tan amante del Mediterráneo como para titular su última exposición “Mare Nostrum”.    

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