VIAJES /// Retumbos

Ziga, una de las puertas del valle

Baztán, todavía

De primeras te envuelve la apacibilidad de sus contornos eternamente verdes, la suavidad del clima atlántico en lo que no deja de ser el límite occidental de la cordillera pirenaíca, el relajo con que se negocian las curvas cuando viajas en coche por su recoleta red de carreteras. En el Valle de Baztán disfrutas de una reconfortante sensación de bienestar que deriva enseguida en asombro por el privilegio de visitar un lugar tan excepcional. Y el asombro desata unas enormes ganas de saber cómo ha podido este rincón del norte de Navarra conservar su lozanía natural y alcanzar al mismo tiempo un envidiable nivel de vida. Cómo se las ha ingeniado, en fin, para engastar el pasado esplendor que reflejan sus torres medievales y sus palacios renacentistas y barrocos en una cotidianidad rural que de tan plácida parece la más cabal representación del paradigma arcádico del "valle feliz". 

 

No tardas mucho tiempo en percibir que la belleza de Baztán es fruto a partes iguales de la naturaleza y del encomiable esfuerzo del hombre. Las aguas risueñas del río, que aquí toma el propio nombre del valle antes de convertirse en el Bidasoa, y los hayedos en lo alto de los montes remiten sin duda a la primera. Pero estás obligado a reconocer que las praderas y los pastizales son obra del segundo, así como la sólida edificación y armónica distribución de los quince pueblos que integran el valle en el territorio que va desde el puerto de Belate, al sur, hasta el puerto de Otsondo, al norte, y desde el puerto de Izpegi, al este, hasta el parque natural de Bertiz y el término municipal de Etxalar, al oeste. 

 

La "universidad y noble valle del Baztan", como se le conoce desde antiguo, está dividido en cuatro cuarteles (Basaburua, Erberea, Baztangoitza y Elizondo), pero mantiene su unidad administrativa agrupado en un solo municipio, que se rige todavía mediante fórmulas comunitarias tradicionales, como el batzarre, o asamblea de vecinos. Elizondo, la capital, es el lugar adecuado para establecer la base de operaciones, y, tras visitar el ayuntamiento y el palacio barroco de Arizkunenea, deambular desde allí por el valle. La amplia lista de lugares que merecen una visita y las múltiples actividades de ocio que ofertan sus emprendedores habitantes hacen que resulte difícil escoger, pero se trata de un espacio reducido y finalmente tienes tiempo para todo.

 

Puedes recorrer a pie el poco conocido ramal del camino de Santiago utilizado por los peregrinos que desembarcaban en el puerto de Bayona. Otra opción es regalarte una excursión cultural que te permita apreciar la apabullante arquitectura de los palacios de cabo de armería que se alzan en la práctica totalidad de los pueblos, ya que se mantienen en buenas condiciones la mayoría de los 24 censados en el siglo XVIII. Y, si te dejas seducir por la llamada de la historia, estás en condiciones de elegir entre visitar el monolito erigido en Amaiur para conmemorar la postrera resistencia en 1522 a la incorporación del reino Navarra a la corona de Castilla, seguir el rastro en los lugares de nacimiento de ilustres baztaneses que se desperdigaron por las Indias o se labraron fama y fortuna en la Corte del Madrid de la Ilustración, echar una ojeada al barrio de Bozate de Arizkun (en el que los agotes sufrieron durante siglos un cerco discriminatorio) o acercarte a la muga con Francia para contemplar el escenario de las pequeñas epopeyas protagonizadas hasta no hace tanto tiempo por los contrabandistas.



Vayas por donde vayas, el disfrute está garantizado. Y los contrastes también, pues no es fácil encontrar en otro lugar que no sea este valle navarro, donde se escucha hablar corrientemente euskera, una fachada barroca tan imponente como la del convento de franciscanas recoletas de Nuestra Señora de los Ángeles justo enfrente de varias casonas en plena producción agrícola, como ocurre en Arizkun.  Los lambrequines y jaqueles del escudo del Baztan denotan una nobleza de la que con razón se enorgullecía don José de Lizarrabengoa, el elizondarra al que la gitana Carmen enloqueció de amor, por obra y gracia de Prosper Merimée y Georges Bizet. Pero esa hidalguía no es más que uno de los muchos atractivos del Baztan, como puedes comprobar en un simple paseo por cualquiera de sus piedemontes.

OCHO LUGARES IMPRESCINDIBLES

Cuevas de Urdax y Zugarramurdi. No están en el valle, sino al lado, camino de Francia en dirección norte, pero merecen una visita. Las de Ikaburu, en Urdax, tienen unas salas impresionantes. Las de Zugarramurdi, forografiadas a la izquierda, son famosas por los akelarres que se celebraban en ellas.

 



Puerto de Otsondo. En su cima existe un merendero, desde el que se ve el mar. A la izquierda sale una angosta carretera hacia Orabidea y a la derecha otra hacia los espacios más abiertos que conducen al pico Gorramendi.



Barrancos de Urritzate y Aritzakun. Se llega a ellos desde el pueblo de Errazu en dirección al puerto de Izpegi. Desde Errazu, vale la pena visitar también la cascada de Gorostapolo. La fotografía de al  lado es de Aritzakun.



Arizkun. Todo el pueblo es de gran atractivo, pero sobresale la calle en la que están la iglesia y el convento de Nuestra Señora de los Ángeles.



Arraiotz. Se trata de un pequeño pueblo que tiene dos soberbias torres, la de de Zubiría y la de Jauregizar, fotografiada la izquierda.



Parque Natural de Bertiz. Se extiende por más de 2.000 ha de bosque, sobre todo hayas y robles, y su joya la constituye un jardín con más de 120 especies de árboles y arbustos.

 



Mirador del Baztán.  Se encuentra en las proximidades de Ziga, en la carretera que va de Irurita a Almandoz, y permite la contemplación de gran parte del valle.



Malkornea. Este caserío convertido en establecimiento de turismo rural está situado muy cerca del monolito que conmemora la batalla de Amaiur, importante en la historia de Navarra. Allí despliegan su hospitalidad Juanjo Arruiz y su hijoVilson.