VIAJES /// Retumbos
El carro de cinco ruedas de Juan Perro
Tráfico denso, asfixiante edificación, vueltas y revueltas para dar con la salida hacia Alcañiz. Menuda juerga cruzar en coche Zaragoza a la una de la tarde un día de labor. Y encima, más por despiste que por la mala señalización en el acceso a la vía de circunvalación, que también. Pero esta vez importa menos. No hay momento mejor para escuchar a Juan Perro. Variedad rítmica, elegante fraseo, letras divertidas, voz amiga…Río Negro, el último cedé del zaragozano, pone alegre banda sonora al atasco en la avenida Tenor Fleta. Su música es puro viaje: un largo y lúcido transitar en busca del ritmo perdido. No se entiende a Juan Perro sin las idas y venidas atlánticas. Su cancionero ha crecido, espléndido, con las simientes del son, el blues, el guaguancó…cualquier ritmo con denominación de origen afroamericana. Sólo ha publicado cinco discos en su condición canina, pero si Benny Moré viviera le designaría, a él también, “sonero mayor”.
Los cortes de Río Negro abundaron en su concierto del 21 de octubre de 2012 en el Gayarre pamplonés. El título del disco y el de la gira de Juan Perro en formato dúo, Casa en el aire, remiten a un arte errabundo, siguen las sendas sugeridas en La ley del desierto, la ley del mar y Tierra para bailar, todavía en Radio Futura, y Raíces al viento y La huella sonora, sus primeros cedés en solitario. Auserón/Perro es un letrista tan concienzudo como permeable: en su obra laten el romancero, los fabulistas, las peroratas de santero, el gamberreo dadá, la chulería del rock… Y como en cualquier género narrativo, con buenos textos, los títulos surgen por generación espontánea. En su caso, las canciones Tormenta de arena, La secta del mar, El viento de África, La vida en la frontera, En el chino, Paseo con la negra flor y otras de Radio Futura han tenido continuidad en Señora del mar, El agua de los ríos, Cozumel, En la selva, Caracola, El mestizo, Negril, El barco de agua, Llévame al río, El carro, Esta tierra no tiene corazón…Con la excepción de Cantares de Vela, en los discos de Juan Perro siempre hay tres o cuatro temas que transportan a otros espacios geográficos.
Trópicos, tropos, tropismos musicales, tropa fidelísima de fans. Esas son las cuatro esquinas del marco creativo de quien cantó al tonto Simón, que no tenía elección, y ahora al poco talento que, pese a los chuzos de punta, sigue contento. En Pamplona explicó el origen de Poco talento y de casi todas los temas que interpretó a dúo con el guitarrista barcelonés Joan Vinyals. E, inevitablemente, desplegó su contrastada habilidad de cuentacuentos para conducir a los espectadores hasta Nueva Orleans en la introducción de Reina zulú, al señuelo del cosmos en La nave estelar, a la península de Ortigia en Pájaro de Siracusa y a Nápoles en El forastero. Sobre esta última, confesó que la compuso tras mantener la mirada de un joven partenopeo en un barrio duro y que, tras pensarlo dos veces, dedujo que no era muy distinta de las que él lanzaba a la misma edad en Zaragoza. Como dice la frase de Moby Dick que cierra la página de créditos de Río Negro, “un alma es una especie de quinta rueda para el carro”.
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