Y ...UN CORTO ETCÉTERA /// Medios de comunicación

El putero pamplonés

Hay noticias que alegran y otras que entristecen, pero la gran mayoría resbalan en nuestro cerebro o, peor aún, sirven sólo como corroboración de que el mundo, igual que el título de la novela de Ciro Alegría, es “ancho y ajeno”. Pocas, muy pocas, iluminan el fondo abisal de los océanos de información por los que en teoría navegamos. Además, el relato predominante supura retórica, da igual que se reflexione sobre la rapiña financiera o que se narren míticos goles por la escuadra. Por eso conviene escudriñar las noticias que los medios de comunicación aún absurdamente etiquetan de “Sociedad”, como si la política, la economía, la cultura o el deporte fueran universos sin dimensión social. 

 

Sólo se desentrañan parcelas de realidad en las noticias que reseñan un suceso menor, una extravagancia, un desliz de tarugos o tarascas. La del putero pamplonés, por ejemplo. El protagonista, de quien sólo ha transcendido que con 48 años responde a las inquietantes iniciales S.S., fundió 5.560 euros en un club de alterne durante una noche loca y, ya a la luz del día, decidió que no iba a ser el único pardillo en apechugar con sus excesos, así que denunció a la policía la duplicación de sus tres tarjetas de crédito. La burda estratagema quedó desmontada enseguida. A la bofia le bastó con acudir al puticlub para comprobar que era él, sólo él, quien había gastado ese pastón, se supone que invitando más que follando, o follando, o lo que sea, con todo el plantel de meretrices a la vez. ¡5.560 euros! Menudo capullo. 

 

La historia es mínima, sí. Y rebosa zafiedad y memez a falta de conocer otros detalles. No sabemos si S.S., acusado ante la justicia de simulación de delito, dispone de mucho o poco dinero, si frecuenta o no ese tipo de locales, si iba hasta las cejas de coca o se trata de un Strauss-Khan a la navarra. Todo eso importa muy poco. Vale más comprender al personaje, deducir los motivos que le indujeron a delinquir. Nos basta con eso para que elevar esa anécdota a una categoría de comportamiento en los tiempos, desquiciados, que corren. El pobre tipo se limitó a seguir la corriente. Aquí, se debió decir, ninguno de los que la hacen, la paga. ¿Por qué yo?  Si a las entidades financieras se les permite desembarazarse de los fondos tóxicos, ¿quién o qué me obliga a pagar de mi bolsillo un puntual desenfreno tóxico? Si nadie se hace responsable del timo de las participaciones preferentes, ¿qué hay de malo en que yo trate de endosar a mis bancos los 5.560 euros que me costó la farra? Si todos somos iguales ante la ley, ¿por qué no dispongo yo de tarjetas de crédito a cargo del erario público como tantos políticuchos y funcionarios de tres al cuarto? ¿Voy a ser yo el único pagano? ¿De verdad me creen tan gilipollas? Lo dice el mismísimo Rajoy: todos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Y total, por unas cuantas copas y un par de encames… ¿Qué son 5.560 euros comparados con los tropecientos mil que se ha llevado crudos el bueno de Urdangarín? 

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