En la balconada del balneario de Benassal con Ares del Maestre al fondo.

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Otoño al sol: excursiones y rimas

Entre Cervera del Maestre y Tortosa hay poco más de 40 kilómetros en línea recta y algo más de 60 por carretera, distancias solo un poco menores que las equivalentes entre el primero de esos municipios y Culla, ambos del Maestrazgo castellonense. Podría decirse que Cevera está en medio de los tres, pero eso tampoco indica demasiado, ya que entre la capital catalana del Ebro, al noreste, y el pequeño enclave de Culla, al noroeste, apenas hay conexiones aparte de la lengua. En cualquier caso, las dos localidades cuentan con sobrados atractivos para merecer una visita, y con más razón si se realiza en buena compañía y con el tiempo soleado que disfrutamos durante la excursión de dos parejas a Tortosa a primeros de octubre y otra a Culla quince días después los cuatro junto con otro matrimonio amigo.

Ramón Fuster, más conocido como el de Damaso (así, sin acento), tiene 89 años bien llevados, un concepto sabio de la existencia y casi tanta memoria como su mujer, Vicentica Arnau, cinco años menor y de mucho talante. Es uno de los últimos depositarios de la cultura popular enraizada en la agricultura que pervive a duras penas gracias al esfuerzo de entusiastas y estudiosos. Ramón comenzó a trabajar a los diez años y durante más de siete décadas desempeñó todo tipo de labores de campo, casi siempre como jornalero, tanto en Cervera, donde nació y reside, como en la zona de Tortosa, el Maestrazgo y el sur Francia. La tierra le ha dado de comer, pero no ha sido todo en su vida, ya que, como parece corresponder con su apellido, sintió desde chaval atracción por las tablas y, aunque casi se busca la ruina por culpa de ellas, hasta hace poco tiempo fue pieza insustituible en los festejos, funciones y comedias organizados en Cervera y alrededores. Ahora, alejado de los escenarios, sigue versificando cuartetas, loas y otros poemitas en los que da cuenta de sus vivencias y opiniones. De sus escritos cabría decir lo que Jacques Brel canta de los viejos: chez eux ça sent le thym, le propre, la lavande et le verbe d’antan (“en su casa huele a tomillo, a limpio, a lavanda y a palabras añejas”).

La excursión a Tortosa significó un retorno a la juventud de Ramón, en concreto a la época en que fue víctima de un abuso de poder que sólo puede imaginarse retrotrayendo los años en que la “decencia pública” o, para ser exactos, la estimación más pacata y represiva de esa entelequia, constituía un pilar del orden social franquista y era objeto de obsesivo escrutinio. En ese clima Ramón fue encerrado en un convento de Tortosa habilitado como cárcel simplemente por contar un chiste, y, como desde hace tiempo yo estaba interesado en conocer con detalle esa inaudita historia (que espero contar en breve en La Simiente Negra), le propuse volver sobre sus pasos. Esa fue la razón que nos llevó hasta Tortosa, donde todo salió a pedir de boca. No sólo pudimos recorrer tranquilamente las dependencias del convento, sino que Ramón saludó a viejos conocidos en el Mercado (entre ellos un vendedor de simientes), y se reencontró en la pedanía de Bitem, cerca de la finca donde trabajaba cuando le enchironaron, con una amiga a la que no había visto desde hacía 60 años.

Ramón Fuster en la puerta del convento que fue su cárcel.

Cuando aceptaron nuestra propuesta de visitar Tortosa, Ramón y Vicentica pusieron como condición organizar otra salida de Cervera para invitarnos a comer junto a José Besalduch, diez años menor que Ramón y también experto hombre de campo, y su siempre activa mujer, Pepita Ortí, vecinos suyos de toda la vida y nuestros desde que llegamos al pueblo. José, al que llaman el Serio, chocante apodo tratándose de alguien tan vivaz, propuso tres paradas en las que pudimos admirar dintintas clases de encinas, o carrascas, como las denominan en Castellón, independientemente de especie y tamaño. En la primera nos mostró las plantaciones de carrascas truferas que se alinean a ambos lados de la carretera que lleva de Catí a Albocasser. En la segunda, tras cargar agua en la Font en Segures de Benassal, disfrutamos de un corto paseo entre el variado arbolado del paraje natural El Rivet, muy próximo al balneario. Y en la tercera volvimos a quedar maravillados, puesto que todos la habíamos visitado ya antes, por las descomunales dimensiones y el tupido ramaje de la famosa carrasca de Culla.

No vale la pena que cuente más sobre esas dos excursiones. Mejor remitirme a las poesías que escribió Ramón con bic azul y letra vacilante en dos hojas de cuaderno tamaño folio, pautadas con rayas trazadas por él mismo. Me da apuro reproducir sus elogios, pero hay que respetar la integridad de sus rimas, incluida la también excesiva crítica a la comida en Culla. No fue tan mala, y desde luego no resultó más decepcionante que la de Tortosa, detalle que él pasa elegantemente por alto.

José, a la derecha, Ramón y Menci abrazando una carrasca en El Rivet.

 

VUELTA A TORTOSA

Era el día dos de octubre

del año dos mil trece

procuraré memorizarlo

porque la ocasión lo merece.

 

Dos amigos de los buenos

hicieron la invitación

y nos dieron un buen día

a Vicentica y Ramón.

 

La invitación consistía

en pasar un día en Tortosa

los amigos son Juan Pedro

y Carmen, su esposa.

 

Este hermoso dos de octubre

lo recordaré mientras viva

es uno de los mejores

que habré pasado en mi vida.

 

Sí disfrutas de un día bueno

siempre lo tienes presente

las cosas si son muy buenas

no se olvidan fácilmente.

 

Después de aparcar el coche

nos fuimos los cuatro andando

y pudimos encontrar

lo que íbamos buscando.

 

Encontramos la Purísima

donde 60 años antes

por contar un chiste un día

estuve un mes en la cárcel.

 

A una señora en la puerta

de esas de buen corazón

pedimos que nos enseñara

el convento por favor.

 

Con paciencia y buen humor

nos mostró todo el convento

la visita fue agradable

y volvimos muy contentos.

 

Reconocí la habitación

donde tenía mis cosas

y el patio donde los presos

pasábamos muchas horas.

 

Ahora no es la prisión

de miseria y porquería

vuelve a ser el convento

Virgen de la Purísima.

 

Supongo que Juan Pedro

bien que lo pasaría

estuvo todo el rato

haciendo fotografías.

 

Ví personas queridas

y como es normal

pasé en Tortosa

un día fenomenal.

 

A Carmen y Juan Pedro

los amigos Vicentica y Ramón

os dan cuarenta mil gracias

por la buena invitación.

Ramón en el interior de la Purísima.

 

CAMINO A CULLA

 

Vicentica y Ramón

tenían el compromiso

de invitar a comer

a cuatro buenos amigos.

 

Si a ellos les preguntaras

por qué lo hacían

contestarían los dos

porque se lo merecían.

 

José el Serio y su mujer

buenos vecinos y siempre pendientes

si en algo los necesitas

te ayudan desinteresadamente.

 

Igual que Carmen y Juan Pedro

los dos muy inteligentes

amables y cariñosos

y además muy buena gente.

 

Estos son los cuatro amigos

de Vicentica y Ramón

y este era el compromiso

de nuestra invitación.

 

Al fin se cumplió el deseo

de invitarles a comer

y el restaurante de Culla

no supo corresponder.

 

Pasamos un día bueno

disfrutando la compañía

pero lo peor de todo

para mi fue la comida.

 

Se organizó el viaje

para el 17 de octubre

ellos llevaban el coche

y se dirigieron el norte.

 

Antes de Albocacer

nos tuvimos que parar

y luego cogimos agua

en la fuente de Benasal.

No sabría explicar

lo mucho que disfruté

viendo bosques y masías

y campos de avellaners.

 

Llegamos a Culla

encaminadas las tres

había un restaurante

y paramos a comer.

 

Pasamos un buen día

pero sin comer bien

la culpa no fue de nadie

pero nos salió al revés.

 

Lugo fuimos a visitar

en Culla la gran carrasca

que es una preciosidad

de las más grandes de España.

 

De regeso a casa

entramos en Catí

y compramos queso

en una fábrica de allí.

 

Si un día se nos ocurre

hacer otra salida

procuraremos que sea

algo mejor la comida.

De vuelta a los coches en Culla con la gran copa de la carrasca detrás.

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