Camiones, muchos camiones en los Monegros.

VIAJES /// Tumbos

Hay una carta (certificada) para mi

El reggae dulzón del primer Gregory Isaacs aporta un compás levemente tropical cuando salimos de Pamplona por la N-121 poco después de las once del 25 de marzo. Es un viaje imprevisto. Sé por un vecino, al que pedí el favor de estar al tanto, que en la estafeta del barrio hay una carta que me ha enviado la Seguridad Social. No me arriesgo a seguir con nuestros planes como si nada. Iremos al Maestrazgo con vuelta, por Barcelona. Alrededor de 250 kilómetros más y 24 horas menos con la familia, pero no hay otra. Estoy pendiente de una alegación. Vete a saber de qué me informan o qué me reclaman en pleno inicio de Semana Santa. Be careful salmodia el cantante jamaicano con su peculiar vocalización nasal…    

 

Tras aprovisionarnos de rosado en Garinoain (500 habitantes y un consistorio integrado por forasteros de extrema derecha al que votaron 18 vecinos), accedemos a la autopista en Tafalla y avanzamos hacia Zaragoza entre campos verdes, rapaces en vuelo bajo y cielos nubosos. No se ve la cumbre nevada del Moncayo ni, al este, los picos pirenaicos. Nuestro gato, Rabón (Raboncito, para espíritus delicados) dormita en su trasportín en el asiento de atrás. Menci detalla lo que ha comprado en el ya vetusto Mercado Nuevo: bacalao, paté, embutido, escarola, reinetas…Yo le comento que traigo el reloj y el mamotreto japonés a medio leer olvidados en la estancia anterior. El peluco, regalo familiar en mi 50 aniversario, lo llevo en la muñeca izquierda pese a que está parado, la pila debe haberse gastado. No son las 7,30 que marca, sino casi la una de la tarde en el momento de entrar en la N-II por Alfajarín.

 

Durante treinta kilómetros, mientras conduzco detrás de dos enormes y casi pegados camiones, observo las características de los vehículos que vienen de frente. Mucho transporte pesado, pocos coches, alguna moto de gran cilindrada. Lo habitual hasta que reparo en una palabra escrita con mayúsculas en una cabina metalizada: “SOÑADOR”. Nada de Transportes Martínez, Luis y Carla, Jesús te ama, Soy del Real Madrid, Euskal Herria, chicas ligeras de ropa, tiburones con todos sus dientes en posición de ataque… No me he fijado en el conductor, pero debe ser un tipo peculiar. Un camionero con ganas de soñar cuando todo cristo parece, como en el tango escrito por Enrique Cadícamo, “triste, amargao y sin garufa, neurasténico y cortao...”. Nunca me he topado con nada igual. Ni, por supuesto, detecto nada remotamente parecido tras pasar a los dos camiones poco antes de Bujaraloz y continuar luego por la A-2 hasta la parada en una estación de servicio de Sidamon para repostar gasolina, comprar un par de cervezas, comer los bocatas que traemos y tomar café.

 

El tráfico crece en el área metropolitana de Barcelona, pero no resulta denso o cargante ni siquiera al entrar por Gran Vía. A las cinco menos cinco, una vez recogido el aviso de Correos del buzón, estoy en la estafeta de la calle Sepúlveda. Ha llegado el momento de la verdad. Ya tengo el sobre en mis manos. Lo abro sin muchos miramientos y leo en diagonal el texto y los recuadros con cifras que figuran en la primera página: “La directora provincial del Instituto Nacional de la Seguridad Social en fecha…, conforme a los siguientes hechos y alegaciones…ha dictado la resolución de reconocer la pensión en la cuantía que se detalla…”. Fin del suspense. Estoy jubilado. En España hay un parado menos y un pensionista más. Y ya no tenemos por qué permanecer en Barcelona.

 

Mientras Menci conduce por la autopista del Mediterráneo hago cuatro llamadas para dar noticia de mi recién adquirida condición social. Después repaso en voz alta años cotizados, bases reguladoras, porcentajes de recorte, la cuantía final de la pensión…y comparo con mi mujer nuestra inminente situación económica con la que es de suponer tendríamos en los próximos años de no haber anticipado mi retiro, aunque sin precisar los cambios que entran en vigor el 1 de abril. ¿Estoy contento? ¿Satisfecho? Sí, todo lo que las circunstancias permiten. Preferiría continuar trabajando, como tantos y tantos. Y me gustaría aún mucho más que el actual sistema de pensiones no se pusiera en entredicho. Pero basta de especular sobre el futuro. Estamos cruzando el Ebro por segunda vez en siete horas. Baja caudaloso, parduzco, fluyendo con ímpetu hacia el delta. Se impone el grito preceptivo. “¡¡¡¡Lo riu!!!!”.

 

Cervera del Maestre no depara ninguna novedad: deshacemos las maletas, cenamos frugalmente, miramos la luna, buscamos al desaparecido Rabón, picoteamos en la deplorable oferta televisiva…Me acuesto tarde y me despierto temprano. Ni siquiera ha amanecido cuando al levantarme caigo en la cuenta de que conservo el reloj en la muñeca. He dormido por primera vez como pensionista con un reloj parado.

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