Y...UN CORTO ETCÉTERA /// Política

Durante los días 2 y 3 de enero de 2015 tuvo lugar en San Cristóbal de Las Casas la clausura del Primer Festival Mundial de las Rebeldías y las Resistencias contra el Capitalismo en las instalaciones del Centro Indígena de Capacitación Integral, CIDECI, y de la Universidad de la Tierra de esa ciudad del sureste mexicano. El festival fue coordinado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN; el Consejo Nacional Indígena, CNI; y los Adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona en sus dos vertientes, la Nacional y la Internacional. El EZLN cedió su lugar e intervenciones a los familiares y compañeros de los 43 jóvenes estudiantes de la Normal de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala entre la noche del 26 de septiembre de 2014 y la madrugada del día siguiente. En la clausura estaban inscritos unos dos mil asistentes provenientes de 31 estados de México y del Distrito Federal, y más de quinientos de 48 países. De ellos, poco más de la mitad eran mujeres y dos tercios tenían entre 15 y 36 años, un 3,5 % no llegaban a lo 15 años y la franja de edad del resto iba desde los 37 a los 82 años. Uno de estos últimos era Fidalgo, colaborador en el inicio de La Simiente Negra como contertulio de Conexión Tequila, quien refleja en una interesante crónica sus experiencias como escucha, denominación eegida para designar a los invitados a la clausura del Festival, prácticamente silenciada en la prensa española.

Un escucha en la fiesta de la rebeldía mexicana

La clausura del Festival fue precedida por varias comparticiones. Daba cuenta de ello el texto leído por Salvador Campanús -Cherán, Michoacán-, firmado por el CNI, el EZLN, la Sexta Internacional y la Sexta Nacional: “Nos reunimos los días 21, 22 y 23 de diciembre en la comunidad ñahtó de San Francisco Xochicuautla, Estado de México; los días 22 y 23 de diciembre en la comunidad nahua de Amilcingo, Morelos; los días 24, 25 y 26 de diciembre, en el espacio del Frente Popular Francisco Villa Independiente, en la Ciudad de México; los días 28 y 29 de diciembre en la comunidad de Monclova, Campeche; los días 31 de diciembre y primero de enero en el Caracol Zapatista de Oventic, Chiapas; los días 2 y 3 de enero en el CIDECI de San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Nos reunimos para hacer comparticiones, que no solo es compartir, sino aprender y construir juntos”.

 

Una caravana de siete camiones recorrió esas sedes y llegó a San Cristóbal, (donde, por cierto, los delegados del CNI denunciaron el hostigamiento al que fueron sometidos por policías de tránsito, policía federal y elementos vestidos de civil, pero aparentemente militares, desde Puebla, y en el Distrito Federal a la vuelta a sus lugares de residencia, el 4 de enero). En esas “comparticiones” fueron abordados muy diversos asuntos a los que me referiré más adelante. En el caracol –denominación de las comunidades zapatistas autónomas- de Oventic, en la madrugada del 1 de enero tuvo lugar la celebración del vigésimo primer aniversario del inicio de la guerra contra el olvido con las palabras del EZLN que leyó el Subcomandante Insurgente Moisés.

En la mañana del 2 de enero, ya en las instalaciones de la Universidad de la Tierra, varios familiares de los jóvenes desaparecidos tomaron la palabra, y después siguieron las relatorías o resúmenes de las intervenciones en aquellas sedes y en la tarde continuaron las relatorías. Al día siguiente, se leyeron cartas de presos políticos y un documento de los padres de la guardería ABC de Hermosillo, Salvador Campanús dirigió unas palabras a los asistentes en nombre del CNI, continuó la relatoría, se despidieron los familiares de Ayotzinapa y se dio fin a las relatorías, todo ello por la mañana. En la tarde de ese mismo día, 3 de enero, se presentó el libro, se exhibieron mantas artísticas, una relativa a los desaparecidos, como granos de maíz de una mazorca que fructificará, otra con un mapa que señalaba los desastres ecológicos en diversos estados, y, por último, un balance de despedida que corrió a cargo de Salvador Campanús cerró el Festival. Estas líneas dan apretada cuenta de la intensa actividad que se desarrolló durante esos dos días y no la dan de los encuentros personales, fuera de la “orden del día”, que inician, fundan o refuerzan las más valiosas relaciones entre compañeros, afines y amigos, ahí, cuando el abrazo y la mirada tienen más importancia y calor que tantos correos o llamadas telefónicas que hacen mantener unidas a las personas.

Las denuncias de atropellos de signo ecológico abordaron los más diferentes problemas y allanamientos: minas a cielo abierto, contaminación de lagos y ríos, uso de transgénicos, privatización del agua, instalación de hidroeléctricas, parques temáticos y construcción de autopistas. También fueron reiteradas las menciones al rechazo de la violencia sobre las mujeres así como las relativas a la defensa de sus derechos, con especial énfasis en la igualdad de género. En el capítulo de la conculcación de los derechos humanos fueron numerosas las intervenciones que denunciaban: la práctica de la tortura, el creciente número de presos inculpados de delitos no cometidos –con lo que se convertían, pues en su mayoría son líderes sociales, en presos políticos–, y las numerosas irregularidades jurídicas en gran número de procesos, la cantidad de desaparecidos –las cifras más ajustadas la elevan a veinte mil desaparecidos– y la muy elevada, fuera de todo control, de asesinatos. Asimismo, se insistió en que México se convirtió en uno de los países más peligrosos para ejercer la profesión de periodista.

Unas intervenciones más apuntaron otros problemas, como si se debía o no, las opiniones eran encontradas, establecer una relación directa con diferentes religiones, acerca de la soberanía alimentaria, sobre el inminente paro de las enfermeras, por la vuelta al trueque, hacia la solidaridad con los discapacitados, en favor de la atención a las sexoservidoras y de emisoras de radio y televisión de las comunidades; abandonar las ciudades porque son insustentables, favorecer las cooperativas de consumo, promover una economía autónoma y solidaria e implementar una educación desescolarizada; o, en fin, a favor de la apertura del espacio académico al pensamiento de los pueblos originarios.

Desde luego, la enumeración de denuncias y defensas no es completa –faltan, además las expresiones de solidaridad y agradecimiento por darles un espacio a sus palabras de varios presos políticos cuyas voces pudimos escuchar por teléfono–, pero da una idea del amplio abanico reivindicativo y del eco de tan diversas luchas que fueron escuchadas a lo largo de esos quince días de duración del primer Festival en sus diversas sedes.

No obstante, no podrían quedar silenciadas algunas intervenciones que se repitieron con reiteración en todas las sesiones, a juzgar por la lectura de las relatorías. Insistiría en tres de ellas. En primer lugar, habría que destacar las múltiples voces que se alzaron ya no por la abstención, por el voto nulo o por votar en blanco, sino simple y llanamente por el rechazo y eventualmente por el boicot a las elecciones previstas para el año 2015; no quedó claro cómo podría llevarse a cabo dicha acción, pero, como digo, lo llamativo y novedoso de estas jornadas fue esa reiterada propuesta, ante la general desconfianza social respecto a la honorabilidad, honradez y justicia de los medios de comunicación de paga, de las diferentes instancias del Estado –partidos políticos, aparato judicial y los tres órdenes de gobierno, local, estatal y federal–, así como la extendida indiferencia, cuando no sospecha, hacia otras instancias, como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos o la Suprema Corte de la Nación. El rechazo de todas estas instancias e institutos fue prácticamente unánime.

En segundo lugar, las expresiones en pro de organización, comunicación y recopilación de datos fueron muy numerosas. En este sentido, una y otra vez se incidía en la descoordinación y en la falta de comunicación no solo entre los diferentes colectivos constituidos alrededor de las más variadas luchas y confrontaciones sociales, sino también, e incluso, en el interior de esas mismas organizaciones, como fue destacado por varios integrantes de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. De ahí la insistencia en que se establecieran canales de organización y coordinación dentro y hacia otras organizaciones, así como la creación de bases de datos que, por un lado, dieran cuenta de lo que ocurre en México y, de otro, fueran un referente para las víctimas de los más diversos delitos cometidos contra ellas por el crimen organizado, por elementos paramilitares o por los propios aparatos del Estado, es decir, por el ejército, por las diferentes policías o por el mismo entramado judicial.

En tercer lugar, no hubo una intervención, no hubo una alocución, no hubo una expresión que no tuvieran un recordatorio para los familiares, compañeros y allegados de los asesinados y desaparecidos de Ayotzinapa en Iguala y Colula. Y vinieron, además, a la memoria los dramáticos sucesos de Acteal, Chiapas, 1997, cuando fueron brutalmente asesinadas 45 personas por paramilitares; los numerosos presos encarcelados injustamente por motivos políticos; y, en ese sentido, fue muy emotivo y vívido el documento de los padres de la guardería ABC de Hermosillo en la que a raíz de un incendio provocado en un local contiguo a la guardería, donde se quemaba documentación oficial del Estado de Sonora, se extendió a ella y perdieron la vida 49 niños en el año 2009. Los desolados padres les dan aliento a los de Ayotzinapa, saben lo que es el dolor de perder un hijo y que no haya justicia reparadora de ese crimen, saben que la justicia de fiscales y jueces no dio respuesta a la petición de justicia, saben, en consecuencia, lo que es la impunidad, muestran la desconfianza hacia las diversas instancias oficiales y sienten ante ello una cruel desesperanza. Por eso, les dicen que ahora, desde el 26 de septiembre de 2014, es todo México el indignado, no solo los directamente afectados, y les transmiten su empatía: “ustedes son nosotros, su dolor es la rabia de todos”.

Es hora, entonces, de convocar las expresiones de las víctimas de Ayotzinapa. Unánime es la de agradecer la solidaridad mostrada por los organizadores del Festival, de manera especial, la sensibilidad con su dolor y la delicadeza de su sentimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional al cederles su lugar en este Encuentro a ellos, a las víctimas; esta acogida les da valor, los fortalece y les acompaña en su desolación. Asimismo, su sentir común es el del rechazo total y sin paliativos del gobierno, que no investiga, que no encuentra a los desaparecidos, que no da una explicación coherente, sino que siembra distintas versiones, por lo que asoma la sospecha ya no de ser culpable de omisión, sino de comisión o colusión en el delito de la desaparición de sus seres queridos. También es un sentimiento compartido por todos ellos el de no haberse podido despedir de sus deudos y, lo que lleva al extremo su dolor, ni siquiera no saber dónde están. Arrecia un clamor en el auditorio de la Universidad de la Tierra, “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, “No están todos”, “Ayotzinapa vive, la lucha sigue y sigue”. Afirman que aprendieron mucho de las comunidades zapatistas para el 2015 y que su meta va más allá que la de reivindicar la presencia de los desaparecidos, su meta es la de transformar el país, es decir, que tenga lugar un cambio real no superficial como aquel del que se habla en los salones oficiales. Invitan a los presentes a que vayan a Ayotzinapa, esperan un segundo Festival y proponen a los miembros de las asociaciones allí reunidos que, como lo hacen vendedores o testigos de Jehová, vayan de barrio en barrio y de puerta en puerta despertando el latido del pueblo mexicano. Por su parte, ellos ya dicen y se sienten concernidos por el “abajo y a la izquierda”.

Intensas son las declaraciones de cada caso particular. Cito solo por la relación de quien declaraba con la persona desaparecida. Un tío de desaparecido cuenta cómo su sobrino ya daba clases y, hablante como es de náhuatl, se interesaba por conocer y promocionar su lengua; un padre recuerda que su hijo quería casarse el 20 de diciembre y que hoy, 2 de enero, era su cumpleaños, también dice que lo van a esperar. Ahora se da cuenta de que todo México tiene problemas, no solo Guerrero. Un hermano toma la palabra para contar cómo fue la última llamada de teléfono con su hermano, los problemas de sus otros hermanos y las intenciones que tenía de ser militar, ya ahora truncadas por su desconfianza con todo lo que tenga relación con el gobierno. Un estudiante de Ayotzinapa considera que es un honor para él, que viene de una escuela rural, estar en la Universidad de la Tierra, que ya sabían de los problemas de México, pero estaban aislados, mientras que ahora ve y siente la unidad con todos los reunidos y anhela otro país en el que no se asesine ni desaparezca la gente, aboga por la autonomía de las escuelas rurales, aunque recuerda el comentario del subcomandante Moisés: “hasta no ver, no creer”, y tiene la esperanza de que se consiga esa autonomía gracias al coraje de las familias, de los solidarios acompañantes y del extranjero. A continuación, toma la palabra una madre y nos dice que ese joven había sido torturado y que no siguió la suerte de los desaparecidos por la intervención de un policía.

Hasta aquí, esta muestra breve y pálida del alcance de las declaraciones de los familiares de Ayotzinapa.

Salvador Campanús, vocero del CNI, en unas primeras conclusiones abogó por tener como base y fundamento para trabajar en las luchas sociales los siete principios zapatistas: bajar y no subir, proponer y no imponer, servir y no servirse, convencer y no vencer, construir y no destruir, respetar y no suplantar y obedecer y no mandar. Principios que son el reverso de los que inspiran y guían a las sociedades de régimen capitalista.

Como escucha de las conclusiones del “Primer Festival Mundial de las Rebeldías y las Resistencias contra el Capitalismo” poco o, más bien, nada puedo añadir a los resúmenes que brindo a los lectores; sí quisiera decir que es un resumen y que como tal tiene algo de traidor y olvidadizo. No estaba ni lo uno ni lo otro en mi ánimo, pero habría que recurrir a un escrito mucho más extenso y con mayor capacidad descriptiva que la mía para ser capaz de transmitir la experiencia de las conclusiones del Festival y, aún así, siempre quedaría ausente la mirada, el gesto y la voz, que dan la forma y la materia más genuinas a la interacción entre los seres humanos. De todas formas, antes de concluir con las palabras del Subcomandante Moisés, no quisiera dejar de recordar las que aún resuenan en mis oídos: dolor, digna rabia, impunidad, organización de quienes están abajo y a la izquierda.

PALABRAS DEL SUBCOMANDANTE MOISÉS

"Sea bienvenido el paso, la voz, el oído, la mirada, el corazón colectivo de abajo y a la izquierda. Tenemos como invitados de honor a los familiares de quienes nos hacen falta en Ayotzinapa, en México y en el mundo. Agradecemos de corazón el honor que nos hacen al estar presentes aquí con nuestros pueblos zapatistas que somos. Nos honran también sus silencios y palabras. Nos hermanan su dolor y su rabia. Nosotros, nosotras las zapatistas, no perdemos de vista ni cerramos nuestros oídos a la pena y el coraje de Ayotzinapa que nos muestran y nos hablan los familiares. La pena por las muertes y desapariciones. El coraje por los malos gobiernos que esconden la verdad y niegan la justicia. Lo que sabemos y recordamos en esta lucha de Ayotzinapa es que sólo como pueblos organizados vamos a encontrar la verdad. No sólo la verdad desaparecida en Ayotzinapa, también todas las verdades que han sido secuestradas, encarceladas y asesinadas en todos los rincones del planeta Tierra. Sobre esa verdad ahora ausente podremos construir la justicia. Porque nosotras, nosotros los zapatistas, pensamos que ya no hay que confiar más en los malos gobiernos que hay en todo el mundo. Esos malos gobiernos que sólo sirven a los grandes capitalistas. Esos malos gobiernos que sólo son los empleados del capital. Los capataces, mayordomos y caporales de la gran hacienda capitalista. Estos malos gobiernos no van a hacer nunca un bien para los pueblos."

Como zapatistas que somos, aunque pequeñas y pequeños, lo pensamos el mundo. Lo estudiamos en sus calendarios y geografías. El pensamiento crítico es necesario para la lucha. Teoría le dicen al pensamiento crítico. No el pensamiento haragán, que se conforma con lo que hay. No el pensamiento dogmático, que se hace Mandón e impone. No el pensamiento tramposo, que argumenta mentiras. Sí el pensamiento que pregunta, que cuestiona, que duda. Ni en las condiciones más difíciles se deben abandonar el estudio y el análisis de la realidad. El estudio y el análisis son también armas para la lucha. Pero ni sola la práctica, ni sola la teoría. El pensamiento que no lucha, nada hace más que ruido. La lucha que no piensa, se repite en los errores y no se levanta después de caer. Y lucha y pensamiento se juntan en las guerreras y guerreros, en la rebeldía y resistencia que hoy sacude al mundo aunque sea silencio su sonido. Pensamos y luchamos las zapatistas, los zapatistas. Luchamos y pensamos en el corazón colectivo que somos.”

NOTA. Los textos íntegros de las alocuciones del Subcomandante Insurgente Moisés y de Salvador Campanús pueden consultarse en la entrada de internet “enlace zapatista”, donde se encuentran en el apartado  “Comunicados” junto con el "Pronunciamiento del Primer Festival Mundial de las Resistencias y Rebeldías contra el Capitalismo".

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