Desde México, donde reside hace décadas, el colaborador de La Simiente Negra que preserva su identidad con el seudónimo Apantallado reflexiona sobre una de las fotografías que más ha dado que hablar en los últimos tiempos: la que ilustró la declaración realizada en la localidad vizcaína de Durango por los presos de ETA liberados tras la anulación por la justicia europea del carácter retroactivo de la política penitenciaria conocida como "doctrina Parot".

Y...UN CORTO ETCÉTERA /// Política

Todos juntos y...en unión.

La foto de Durango

Una imagen vale más que mil disparos. Desde que los más de sesenta etarras posaron en el Café Antzokia de Durango, la foto difundida en los medios de comunicación me da vueltas en la cabeza con un magnetismo inquietante. Me parece por un lado una síntesis visual del lado más siniestro de décadas de historia. Además creo que es un gesto supino de desvergüenza, un desplante de cinismo y una última reafirmación del fanatismo más acendrado y cruel. Sin embargo también es una imagen que se sitúa entre dos páginas de la historia reciente, en las bisagras, y, por ello, arroja dudas y sugiere interrogantes.

Si uno mira el conjunto encuentra un nutrido grupo de cincuentones y sesentones curtidos por los años, más o menos arrugados, varios varones calvos y otros que peinan canas, algunos muchas canas, como el portavoz que con su jersey clarito, bien cortado, su casco plateado y sus lentes profesorales puede evocar vagamente al maduro seductor Richard Gere. Pero este señor apodado Kubati (¿por los cubas?, ¿por Kubala?) sabemos bien qué hizo, se ha dicho tantas veces y es tan doloroso que no lo voy a repetir, duele únicamente pensarlo. Sin embargo, aunque esta historia de la infamia tiene nombres y apellidos que se encarna en individuos de carne y hueso como Kubati, es una historia de muchos, de los que están en la foto y de otros más que andan por la calle o hace tiempo que pasaron a mejor vida. Quizás por ese carácter colectivo, la indignación no es el único sentimiento que me provoca la foto, sino la tristeza, una honda e irremediable tristeza.

Si uno deja el plano de los sentimientos y se sitúa en el del análisis, el asunto es más confortable porque efectivamente es en esa perspectiva donde se percibe que lo que pudo ser un gran finale para esta organización, esta banda o esta empresa como la denominaban los afiliados en los tiempos heroicos, es un intento patético de limosnear algunos beneficios bajo las reglas penitenciarias del Estado. También es un gesto ante el espejo para comprobar que estamos unidos. Eso es todo por el momento y lo otro, las armas, el derecho a decidir, aparecen hoy entre bastidores, fuera de foco tal como es ya la realidad para Kubati y los demás, con gafas y sin ellas.

PD: Parece que por el lado del PP hay otros muchos que padecen de ese estrabismo tan contagioso.

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