Y... UN CORTO ETCÉTERA /// Conversaciones

Apantallado, uno de los dos correponsales radicados en México del triálogo que quiso ser Conexión Tequila, aporta a esta sección un breve apunte sobre el cambio de estrategia política en la lucha contra el narcotráfico tras la vuelta a la residencia presidencial de Los Pinos de un hombre del PRI.

El sonido del silencio o bailando otra vez con lobos

La obsesión y tal vez la única política (¿) que tuvo continuidad a lo largo del sexenio del presidente Calderón (2006-2012) fue la guerra contra el narcotráfico. Cada día aparecían en los noticieros noticias de enfrentamientos armados, capturas de capos, sicarios y pobres diablos dedicados al narcomenudeo, partes de guerra que, a pesar de la sangre, anunciaban victorias parciales y discursos alusivos a la valentía, el compromiso y la irrenunciable voluntad gubernamental de seguir en el combate hasta la victoria final.

 

Hace tres meses el Partido Revolucionario Institucional, o sea el PRI, retomó la silla presidencial y en muchos círculos de la opinión pública mexicana se abrió una suerte de tregua mental, un respiro necesario, un soplo de oxígeno después de tanta intoxicación de miedo y tragedia, ubicua y omnipresente. Era por qué llegaba el PRI o porque el temple de la gente ya no daba para más? Difícil dar una respuesta contundente a esta pregunta, pero tres meses después se puede especular con ton y son acerca de por qué la tregua emocional continúa a pesar de que los muertos siguen poblando calles y poblados de la mexicana geografía del narco.

 

Sin embargo, antes de continuar, con el asunto me tomaré la libertad de ensayar una digresión acerca de uno de los múltiples significados de la presencia del PRI. A pesar de las imputaciones de corrupción y trapacería que generalmente se le asignan al PRI tras su largo e ininterrumpido ejercicio de gobierno, hay un reconocimiento bastante amplio entre los críticos de izquierda y de derecha, de las habilidades políticas del tricolor, de la capacidad de sus cuadros y de su innata propensión al pacto y la componenda.

 

Si esa percepción es correcta no debería extrañar que el tema del narco sin haber desaparecido del escenario político y de los medios de comunicación, lo cual hubiera sido digno de Houdini, se encuentre en este momento como en sordina, en un segundo plano discreto, entre bastidores. El presidente Peña Nieto anda en otros menesteres, los señores secretarios todavía aparecen tanteando fuerzas y reconociendo el terreno, el pacto tripartito de finales de año otorga una apariencia muy civilizada a esta traqueteada democracia y ni siquiera la explosión de Pemex ha sacudido alguna fibra sensible del nuevo Gobierno. Yo diría que interpretan el sonido del silencio o que otra vez estamos bailando con estos zorros que controlan mucho mejor televisoras y periódicos. A pesar de ello, nada garantiza que pronto cambie la melodía y otra vez los muertos, los secuestros empiecen a sacudir el panorama de la política mexicana. Las recientes denuncias de Human Rigths Watch sobre las desapariciones en el sexenio anterior por parte de cuerpos oficiales pueden ser un primer aviso para este gobierno de que no puede seguir nadando de muertito. Y seguramente vendrán otros.

 

POSDATA: Después de haber escrito el artículo comenzó un baile de cifras y listas acerca de los desparecidos. Emergiendo del escenario la Subsecretaria de Gobernación Lía Limón señaló que son más de 26000 las denuncias por desapariciones. Reconocerlo es un buen comienzo y modifica por el momento la situación.

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