Palabras de ayer y de hoy, dibujos de los 80 y de ahora, ambiciones de entonces y reflexiones actuales sobre el cómic, el trabajo y su obra gráfica, impregnada de literatura casi desde el principio. La historietista e ilustradora Laura Pérez Vernetti retrocede en el tiempo para recordar quién era 29 años atrás (o, más exactamente, cómo la veía yo en la entrevista que publiqué en El Víbora con el seudónimo Kandido Huarte) y, tras esa mirada retrospectiva, responde por correo electrónico a un cuestionario sobre su trayectoria, en la que la reciente publicación de Poémic, donde adapta a tiras de cómic poemas de Ferran Fernandez, representa una vuelta de tuerca en su apuesta por la confluencia entre comic y literatura, ya desarrollada brillantemente en los álbumes Pessoa & Cía y El caso Maiakovski, también publicados en la editorial Luces de Gálibo.

Y...UN CORTO ETCÉTERA /// Conversaciones

Laura Pérez Vernetti: una dibujante entre poetas

ENTREVISTA EN EL VÍBORA (1986)

 

Sus ojos son como un fogonazo azul sólo amortiguado por las gafas de miope. Un alarde de carmín, con los labios perfectamente delineados, resalta la palidez de su rostro concentrado. Lleva una larga melena castaña al margen de cualquier moda. Su cuerpo de ánfora recuerda el de algunas de sus criaturas de papel. Se llama Laura. Nació en Barcelona hace veintisiete años. Vive en un piso inmejorablemente ubicado frente al puerto. Acaba de pasar unas vacaciones en Argentina pero apenas cuenta nada de allí. El desparpajo no es, desde luego, una de sus prendas. Parece una pizca introvertida y como recelosa del poder expresivo de la palabra. Sin embargo, toda ella desprende esa fuerza indecisa de la gente que mantiene un eterno reto consigo misma. El arrebato que siente por el cómic le exige afrontar objetivos cada vez de mayor envergadura. Y, ojo al parche, le ha llegado el momento de traspasar la puerta dorada del éxito con El Toro Blanco, una historia que le ha sorbido el seso durante muchísimo tiempo.

 

“Me he vaciado por algo que merecía del todo la pena. Joseph-Marie Lo Duca me escribió una carta elogiando mi trabajo y proponiéndome la adaptación al cómic de un texto suyo que ya había tenido una versión teatral. Hubo un carteo, abandoné un proyecto que tenía relacionado precisamente con el Minotauro, nos pusimos de acuerdo y realizamos el guión. El resultado es este cuento, basado en una historia mitológica, en el que hay guerra, amor, lujuria, sacrilegio, fantásticas máquinas de acoplamiento, rayo celestes, en fin...de todo. El argumento narra la hecatombe, la crisis total de la civilización cretense, a través de la pasión enloquecida de una mujer, Pasifae, por un toro blanco. He dedicado un año a documentarme en la universidad sobre el arte minoico. También he tenido que estudiar mitología, pero lo he hecho encantada porque me gusta desde pequeña. Y luego, por supuesto, he tradado miles de horas en dibujar las cuarenta páginas, una detrás de otra. Ahora estoy agotada y contenta. Creo que ha sido mi gran salto adelante”.

 

Laura explica que creyó en un primer momento que la carta de Lo Duca era fruto de una equiviocación. No podía imaginar, ni por asomo, que su obra fuera conocida internacionalmente y menos que despertara el entusiasmo de ese mandarín de la cultura de vanguardia y pope terrorífico de la bande dessinée. A lo largo de todo este siglo el nombre de Lo Duca está asociado en innumerables aventuras intelectuales a los de Marinetti, Valéry, De Chirico, Delvaux, Magritte, Cocteau, Fellini, Visconti, Bataille, Sciascia...A esa larga y fulgurante lista hay que añadir ahora el de Laura, solo, aunque más que suficiente, una chica barcelonesa que pinta. Su original tratamiento del desnudo ha encandilado a un erotómano tan exigente como Lo Duca.

 

“Es un tipo increible que tiene un coco privilegiado y que ha dado muestras de su talento en la política, la filosofía, la literatura, el cine, el arte, el cómic...Su propuesta sobre El Toro Blanco me supuso mucho, me animó a seguir en la línea que me había marcado, me reafirmó en mi empeño de intentar siempre cosas nuevas. Y si se interesó por mi, fue por mis desnudos de mujer. Creo que resultan diferentes. No nacen de una visión desde fuera, sino desde dentro. En última instancia, el objeto eres tú, tú misma. Yo reconozco un cómic dibujado por una mujer sólo con mirarlo. No sé...es una cosa de ojo, de gimnasia visual. Además, también se nota en la entidad de los personajes femeninos de la historia. Si son obra de una mujer, tienen importancia, una personalidad definida, no únicamente imagen”.

 

Laura oficia de feminista sin aspavientos. Su opinión es que a la mujer no se la toma demasiado en serio como dibujante de tebeos y que eso la obliga a superar barreras extras. Ella no se queja, se limita a constatar una realidad, de la que se siente en parte excepción. El cómic se le metió entre ceja y ceja cuando estudiaba y soñaba con ser pintora. Un buen día, tras encomendarse a dios y al diablo, se presentó con su carpeta en la redacción de su revista favorita, que, dicho sea de paso, masculiniza inmisericordemente el nombre femenino de su título y tiene su sede en una plaza dedicada a las beatas. Allí -o sea aquí- recibió útiles consejos y trabó conocimientos estimulantes. La visita tuvo un principio feliz, sólo empañado por la tira de meses que debió esperar su primera historieta en el cajón destinado a los noveles. Claro que entonces Laura no era Laura, sino Maracaibo, nombre más adecuado para una marca de tangas que para una artista tan concienzuda como ella.

 

“Mi primera incursión en el cómic se titulaba Como en las películas francesas y la hice en colaboración con Pons. Luego he trabajado con guiones de Rodolfo, Onliyú, Sampayo...Cada uno tiene una forma peculiar de narrar y de todos he aprendido algo. A mi me enrollan las historias con poco diálogo y con ingredientes fantásticos, lo que me ha movido a adaptar textos de Borges, Jung, Kafka...Me deja fría lo cotidiano. Y no soporto repetirme. Detesto pararme. No me establizco en un estilo porque no quiero. Me aburriría insistir en algo que ya domino. Prefiero arriesgar y jugármela. Por eso nunca he creado una serie y por eso algunas historias que he hecho no parecen mías, sino de otra gente. Incluso a veces me pregunto si puedo considerarme profesional del cómic. Si lo fuera al ciento por ciento, no experimentaría tanto”.

A esta mujer le fascinan los puntos y aparte. Ha pegado carpetazos sucesivos a sueños, empleos y hábitos, siempre de forma recatada, como temerosa de armar alboroto. Antes quería ser pintora y en la actualidad se limita a leer biografías de los artistas que más admira. Se licenció en Bellas Artes con la idea de ganarse la vida dando clases, pero dejó su puesto tras dos años de ejercicio en el claustro del Liceo Italiano, en cuyas aulas estudió desde que apenas levantaba dos palmos del suelo hasta que marchó a la universidad. También ha dicho basta hace poco al asunto del fumeque. Es todo un carácter Laura Pérez Vernetti, hija de italiana, descendiente por línea paterna de caseros vascos de Gernika y perpetua residente de su país particular, a la vez convulso y plácido.

 

“Llevo una existencia gris, pero me siento muy bien en mi cueva, en mi tugurio, levantándome a las nueve de la mañana, dibujando durante todo el día y bebiendo una coca-cola de vez en cuando en algún bar de por aquí cerca. El mundo exterior no me interesa. Las intrigas me ponen mala. Vivir tan aislada sólo me pesa porque refuerza una cierta tendencia mía autodestructiva. Soy demasiado autocrítica y eso me da inseguridad, me paraliza. Con los años dibujo con mayor rapidez, pero todavía vuelvo una y otra vez a algo que momentos antes he dado por terminado. Ahora estoy oxigenándome. El Toro Blanco me ha atabalado durante mucho tiempo. Pasar de las cinco o seis páginas de mis historias de antes a las cuarenta de ésta me ha exigido un gran esfuerzo”.

 

Laura trabaja en estos momentos sobre un guión que ha realizado Sampayo y del que tampoco quiere decir nada. La natural parquedad de esta mujer que domina el italiano, el francés y el catalán, además de chapurrear el inglés, se acentúa en lo referente a proyectos. No le gusta lucubrar sobre el futuro ni hacer público lo que se trae entre manos. Sí confiesa, sorprendentemente, que tiene algunos ahorrillos, por lo que no se ve obligada a publicar cada mes. Su novio argentino es fotógrafo y entre los dos se las apañan sin lujos asiáticos. Con su pibe, con el que está emparejada desde hace cinco años, comparte un loco entusiasmo por la fotografía. Ellos dos, junto con un grupo de amigos, han editado un fanzine que ya va derivando en revista titulado Oh. En el último número Laura ha hecho las funciones de secretaria de redacción y ha publicado varias fotografías y una serie de seis ilustraciones a toda página bajo el título genérico “El abrazo”.

 

“La fotografía, al margen de interesarme como arte, me sirve de base documental para dibujar. A menudo salgo por ahí con mi cámara al hombro y me dedico a fotografiar gente, barcos, edificios, lo que sea...Muchos dibujantes recurren a fotos ya publicados, pero yo prefiero las mías y no para copiarlas, sino para utilizarlas de punto de partida a la hora de imaginar un escenario. Detesto copiar desde que tenía que dibujar en clase aquellos horribles pies de yeso y otras tonterías. Tanto en el cómic como en la fotografía pretendo inventar o descubrir otra realidad, no retratar. Por eso investigo el tratamiento similar que puede tener en ambos casos el blanco y negro, tan expresivo dramáticamente. En el cómic, por ejemplo, mi autor preferido, al margen de Chester Gould, es Muñoz. Sobre todo valoro su libertad, su atrevimiento, la forma en que se lanza cuando utiliza los negros. Yo quiero llegar a dibujar así: a tumba abierta”.

ENTREVISTA REALIZADA POR CORREO ELECTRÓNICO (2015)

 

-¿Te reconoces en la entrevista? ¿Queda tanto tiempo después algo de aquella Laura?
- Me reconozco todavía a pesar de que en 34 años de trayectoria como autora de cómics haya probado diferentes registros gráficos, colaborado con diferentes guionistas o realizado guiones propios y tratado temas como la adaptación de la literatura y la poesía a la historieta, el cómic de compromiso político, el erotismo, el cómic experimental con Felipe Hernández Cava, etc... Me reconozco en la jovencita que comenzaba a tantear sus primeros pasos en el cómic en España, también en la treintañera con un nombre ya en el panorama español y, por supuesto, con la autora que soy ahora, con obra publicada en países como Argentina, Italia, Portugal, Alemania, Inglaterra, Francia...No reniego de mi pasado.

 

--Dada tu trayectoria, ¿qué te ha impulsado a dedicarte casi por completo a la historieta, salvo puntuales desempeños como ilustradora?
-Mi juventud coincidió con los 80, cuando el cómic era referencia capital en las vanguardias en España. Ten en cuenta que, por ejemplo, para la “movida madrileña” era el arte preferido, y autores relativamente jóvenes pudimos exponer en diferentes museos de Arte Contemporáneo durante esa década y parte de la siguiente. También me he dedicado a la ilustración y he expuesto en galerías mis fotografías de desnudo y retrato, pero mi pasión principal siempre ha sido la narración en imágenes y secuencias del cómic.

-¿Cuáles han sido las fases de tu consolidación como autora? ¿Sería exacto considerar un avance pasar del trabajo con guionistas, algunos de tanto prestigio como Lo Duca, Sampayo, Hernández Cava y Altarriba, a hacerlo tu sola, como en Pessoa & Cia? ¿Qué ganas y qué pierdes con eso, al margen de las posibles motivaciones económicas?
-Yo he aprendido mucho de mi colaboración con guionistas como Lo Duca, Felipe Hernández Cava, Sampayo y Antonio Altarriba, y me gusta el trabajo en equipo de dibujanta y guionista, pero desde hace unos ocho años me he concentrado en mis poetas y escritores preferidos, y he querido dedicarles mi homenaje personal adaptándolos a la historieta. Esto no quiere decir que no vuelva a trabajar con mis guionistas, con quienes me une además gran amistad.

-¿Hasta qué punto la literatura y la historia impregnan tu obra? ¿Qué reto ha supuesto en ese sentido el álbum sobre Pessoa?

-El álbum Pessoa & Cia lo hice, como todos mis libros, porque creía en ese momento que era el tema y autor que debía investigar y dibujar. Nunca me he regido por el mercado o por presiones de editores. Las únicas leyes que he seguido nacían de las exigencias, en cada momento, de un proceso de estudio e investigación personal sobre las posibilidades del cómic.Los años que le dediqué, por ejemplo, al cómic erótico no fueron nunca por factores de escándalo o de ventas, ya que nunca me mantuve gracias a él. Me dediqué seriamente a este tema porque consideré que era muy profundo e importante, a pesar de su "invisibilidad",  escándalo o desprecio por parte de la "intelligenzia". Hacía tiempo que quería dibujar la novela gráfica sobre Pessoa, dado que considero a este poeta portugués como el mejor del siglo XX, aunque sabía que consituía todo un reto porque su universo es difícil de dibujar. En 2014 publiqué El caso Maikovski, donde resalto la azarosa vida de este creador ruso. Todo un contraste comparada con la anodina existencia de Fernando Pessoa.

-¿Sigues distinguiendo un cómic dibujado por una mujer a simple vista? ¿Qué han ganado o perdido las dibujantes de tebeos en el tiempo transcurrido desde que se publicó la entrevista en El Víbora? ¿Se las toma ya en serio en el cómic para adultos?
-Continúa habiendo pocas mujeres que publiquen cómics no sólo en España, sino en todo el mundo. Con frecuencia el estilo de dibujo de cómics hecho por mujeres se reconoce, pero hay que tener en cuenta que algunas autoras tienen un estilo de dibujo "andrógino" y el de otras podría confundirse con el de un hombre. Existen las tres variables, como pasa a veces también con la obra de hombres: autores que pueden parecer ser como de hombre, de mujer o un/una andrógino.

-Y puestos a tratar el asunto, ¿crees que existe una “industria del cómic” que merezca ese nombre? ¿Dónde? Y cuáles son las razones de que en España ni siquiera se avizorara algo parecido en la década de los 80, los años más felices del cómic?
-En España, con la actual  grave crisis económica, también se ha visto perjudicada la edición de los autores españoles y siguen dominando los superhéroes americanos y el manga japonés. El cómic de autores españoles en la trayectoria de creación propia de este país es, en cifras, muy inferior a las de los mangas japoneses y los superhéroes americanos.

 

-En su momento, dudabas respecto a considerarte a ti misma profesional del cómic por tu tendencia a experimentar. ¿Desde cuándo consideras que lo eres? ¿Has debido pagar algún peaje para conseguirlo? ¿Hubieras tenido una carrera profesional más fácil de haber insistido en el erotismo que impregnaba buena parte de tus primeras historias?
-Como comentaba antes, cuando publicaba cómic erótico, no me forraba ni vivía de esos libros y sigo manteniéndome de la enseñanza y otros encargos. Cuando haces lo que te exige la ruta de tus investigaciones y no el mercado, ya supones que no podrás vivir exclusivamente de tus álbumes de cómic. De todos modos, en España los autores que se pueden mantener de sus álbumes son apenas un puñado y todo el resto vive a salto de mata. Cuando he elegido investigar la adaptación de la poesía a la historieta, investigación que me ha concentrado esos últimos ocho años, ya sabía que iban a ser libros difíciles.

-¿Crees que el cómic está sabiendo aprovechar los múltiples recursos de la sociedad de la información?¿Por dónde van o deberían ir lostiros?
-Creo que, por ejemplo, nuevas fórmulas como el graphic journalism, que reivindica una versión nueva del periodismo, vuelven a centrar el debate sobre la información en nuestra sociedad, pero no quiero pontificar sobre lo que deberían hacer los demás autores y qué temas son los primordiales a tratar a partir de ahora. Cada autor es libre de elegir el tema y la trayectoria de su vida.

-¿Qué dibujantes te interesan más? ¿Detestas algún nombre o estilo de manera particular?
-Me interesan autores muy dispares y suelo cambiar mis preferencias a lo largo del año. Me gustan, por ejemplo, Martí, Mattotti, Igort, Manuele Fior, Gipi, Chris Ware, Federico del Barrio, Raúl, Francesca Ghermandi, Rutu Modan, Debbie Drechsler, Gabriella Giandelli, Keko, Burns, Attak...

-¿En qué trabajas ahora? ¿Cómo te imaginas a diez años vista?
-Después de las dos novelas gráficas Pessoa & Cia y El caso Maiakovski, y el reciente Poémic, album en que adpato versos de Ferran Fernández a tiras de cómic, estoy centrada en un último poeta, dibujando su vida y una selección de sus poemas. Prefiero mantener en secreto su nombre hasta que la publicación de la obra esté más o menos asegurada. Después de este libro pasaré a tratar otros temas que me interesan aparte de la poesía.

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