JAZZ /// Perfiles

Sonny Stitt, un gran saxofonista con mal fario

Grabó casi 150 discos como líder, en dúos o integrando combos de postín. Sereno y elegante, el magnetismo de su presencia escénica pervive en algunas imágenes de la época dorada de la fotografía de jazz. Dominó tanto su instrumento que resulta difícil dejar de escucharle, no repetir una y otra vez sus soberbias baladas o interrumpir el encadenado de sus mejores discos. Incluso paseó por el mundo un nombre inequívocamente musical y fácil de recordar. De Sonny Stitt cabe decir todo eso, pero a renglón seguido resulta casi obligado mencionar que por diferentes razones, la mayoría injustas, se le concede una relevancia secundaria en la historia del jazz moderno.


Puede que el mal fario le persiguiera desde que su padre lo dio en adopción, seguramente para poder continuar sus estudios de música clásica en Boston. En ese momento dejó de ser Edward Boatner Jr. para convertirse en Sonny Stitt, y así se le conoció durante toda su fértil trayectoria. Desde luego, ese diminutivo no tiene nada de malo, pero resulta un pelín inconveniente en según qué encrucijadas. Hay unos cuantos Sonnys (desde famosos bluesmen ciegos hasta jazzmen como Greer, Clark, Crisis o Rollins, todavía arrollador a sus 82 años) que han destacado en la música afroamericana. El problema se presenta si te llaman Sonny a la par que te califican de sucedáneo de un genio vivo o/y sucesor de ese mismo genio cuando ya cría malvas. Justamente lo que le ocurrió a nuestro hombre con Charlie Parker.


Existe controversia entre los sabihondos del jazz sobre si en sus inicios Stitt copió a Bird, o si ya existía una coincidencia de estilo antes de su primer encuentro. Lo cierto es que Parker, entonces ya una celebridad, no sólo se apresuró a decirle “suenas como yo”, sino que una década después, sabiéndose en las últimas, le ungió como sucesor con la frase “tío, aquí tienes las llaves del reino” (o eso al menos escribió Philip Larkin, controvertido poeta británico y crítico de jazz capaz de tildar a Thelonius Monk de “elefante al teclado”). Entre tanto, Sonny Stitt se había desenganchado de la heroína en la cárcel de Lexington, había grabado varios discos a dúo con el también saxofonista Gene Ammons y ya llevaba años combinando el saxo alto con el tenor, y en ocasiones hasta con el barítono. No se resignaba a que le consideraran una copia al carbón de Bird, como llegó a definirle un periodista de la época.



En realidad, muchos instrumentistas deudores de Charlie Parker, blancos y negros, alcanzaron a completar exitosas carreras artísticas (Lee Konitz, Jackie Mc Lean, Cannobal Adderley, Phil Woods…), pero ninguno fue tratado con tanto desdén como él. Eso no impidió que Sonny Stitt siguiera su camino hasta consolidar un perfil artístico propio, identificable en vivo tanto durante la gira europea del quinteto de Miles Davis en 1960 como en sus repetidas actuaciones en el Ronnie Scott´s londinense, o escuchando cualquiera de los discos que grabó a su nombre o con los membretes Giants of Jazz y The Bop Session, para los que compartió estudio con Thelonius Monk, Dizzy Gillispie y Art Blakey, entre otras figuras. En su amplia discografía prima la variedad hasta el punto de haber sido de los pocos saxofonistas (Eddie Harris y Lou Donaldson también lo hicieron) que utilizó el varitone, amplificador electrónico del saxo especialmente indicado para el jazz-soul, estilo de moda durante la década de 1960.

 

Casado con una corista en 1952 y divorciado en 1959, Sonny Stitt acabó siendo apodado Lone Wolf (Lobo Solitario), pese a su carácter afable y la seriedad con la que se tomaba su trabajo. Un mes antes de morir en 1982, enfermo de cáncer de hígado, había grabado su último disco en Japón, país donde logró un rotundo reconocimiento. Tenía 58 años y legaba más de 90 horas de jazz editadas en una docena de sellos discográficos, cantidad que difícilmente podía imaginar cuando en 1956 salió a la venta 38 minutes and 48 seconds with Sonny Stitt. Los críticos destacan, de entre sus discos como líder, Stitt plays Bird, Tune Up, Sonny Side Up…Son estupendos, sin duda, pero ninguno por separado acaba de hacer justicia al saxofonista poderoso y versátil que fue Sonny Stitt, también compositor de un apreciable número de temas.

 

Quizás sólo sus compañeros llegaron a calibrar el verdadero alcance de su arte, capaz de brillar tanto en las baladas como en los tiempos rápidos. El indomable Art Pepper lo reconoció, y por partida doble, al considerar uno de sus momentos más gloriosos cuando creyó imponerse a Sonny Stitt interpretando Cherokee en San Francisco y al escoger esa victoria para cerrar su libro de memorias, sarcásticamente titulado Una vida ejemplar. El lance lo cuenta así de arrebatadamente el saxofonista californiano: "Tocamos el principio, la melodía, y Sonny se embarcó en el primer solo. Y tocó por lo menos cuarenta chorus. Estuvo tocando quizá una hora seguida, hizo todo lo que podía hacerse con un saxofón. Y de pronto se detuvo. Y me miró como diciendo: `Para que aprendas, capullo. Ahora te toca a ti.’ (…) Yo toqué como nunca en la vida. Rebusqué en mi mente y encontré mi forma personal, y lo que expresé le llegó al público. Toqué y toqué, y cuando finalmente acabé estaba temblando de pies a cabeza. Tenía el corazón desbocado. Estaba empapado en sudor, y la gente aplaudía y vitoreaba. Miré a Sonny; me contenté con hacerle un pequeño gesto con la cabeza. `¡Muy bueno!’, dijo él. Eso fue lo que pasó. Y eso es lo que importa en la vida”. Obviamente, no contamos más que con la versión de la historia de Art Pepper, pero apenas importa. Sonny Stitt sabía perder, de eso no hay duda.

....................