Y UN...CORTO ETCÉTERA /// Rescates

Modesta proposición al ministro Wert

Puede que rechace reintroducir la obra como material de lectura en las escuelas. Quizás el revisionismo de la nueva ley de educación no llegue a tanto, pero el propio Wert ha resaltado la urgente necesidad de “españolizar” a los niños catalanes, en particular, y a los de cualquier autonomía educativamente díscola, en general. Yo, por si acaso, hago mi modesta proposición. Si sale con barba, San Antón; y si no, la Purísima Concepción…


He de confesar que el libro lo rescaté, en sentido literal, del chirrión de Cervera del Maestre a primeros de septiembre. No sé si eso le quita o le añade valor a ojos del ministro, pero debo explicarlo, como también que en sus guardas figura la firma autógrafa de Joaquín C con un arabesco rematando el subrayado. Omito el apellido, que está escrito con todas sus letras, por consideración a los herederos que arrojaron el ejemplar a la basura. Ha pasado más de siglo y medio desde su primera edición, sí, y los libros han perdido gran parte de su prestigio como artefactos de cultura y distinción, pero aun así queda feo tirarlos en los vertederos.


El autor habría padecido enorme quebranto al ver su Plutarco de los niños arrumbado entre trapos sucios, somieres desvencijados, recipientes de plástico tóxico, sillas de anea con una sola pata, cajas de televisión sin pantalla y demás detritus no orgánicos. Modesto Infante –con ese seudónimo tuvo la ocurrencia de publicar el libro era en realidad Vicente Barrantes, poeta, escritor, académico, político, editor y bibliófilo. Un prohombre del XIX, extremeño de nacimiento y españolísimo de corazón. Un pedagogo a recuperar sin falta por el Partido Popular. Un intelectual canovista, como Aznar. No, no… ¡menuda equivocación! Que José María era azañista. Mis disculpas, ministro.  

 

El librito, de unos 12 cm. de alto por 8 cm. de ancho, parece rencuadernado. Debió ser utilizado por sucesivas generaciones de maestros de escuela valencianos sin que pueda adivinarse quién eligió el estampado de plumas de pavo real de las cubiertas y la cinta de tela marrón oscura del lomo. La portadilla luce elegante, pese al batiburrillo de tipografías. Y un poco capciosa, ya que el lugar preminente que ocupa y el peso gráfico del nombre de Plutarco invita a pensar que se trata de una obra suya. Eso podrá remediarlo el ministerio, si le place. Lo que no debería cambiar, sólo modernizar, es el texto a modo de colofón, que reproduzco tal cual, aunque sin puntos y aparte: “Este libro fué aprobado por el Consejo de Instrucción pública para servir de TESTO en las escuelas, por resolución inserta en la Gaceta de 26 de junio de 1857. Se halla adoptado con extraordinaria aceptación en casi todas las escuelas del Reino, inclusas las normales, y muchas provincias incluyen en sus presupuestos respetables cantidades para adquirir PLUTARCOS con destino á las escuelas municipales. Además ha sido recomendado á porfía, en vista de su utilidad y mérito, por la mayor parte de los Gobernadores civiles e Inspectores de primera enseñanza, que lo creen digno de figurar al lado del Caton y el Fleuri; así como también ha merecido entusiastas elogios á las publicaciones y los periódicos dedicados á la enseñanza. En las ventas por mayor se obtienen grandes rebajas, dirigiéndose a su editor, don V. Barrantes, en Madrid”.

Que don V. Barrantes y Modesto Infante fueran la misma, e instruida, persona ya importa poco, aunque buenas pesetas debió reportarle entonces. Lo que urge ahora es evaluar si el libro encaja en el plan de lecturas escolares del gobierno de Mariano Rajoy. Y yo diría que, a tenor de la declaración de intenciones explícita del prólogo, es una obra pintiparada: “Todo niño medianamente educado debe llenarse de orgullo al decir SOY ESPAÑOL porque España, á pesar de sus desgracias, es una tierra noble y de amoroso respeto digna. Mas en esta época adelantada en que vivimos, la razon debe ser la guia de todas nuestras acciones, y para estar orgullosos de nuestra patria, debemos conocer perfectamente los timbres que la adornan. El mejor, el mas puro, el más brillante, son los grandes hombres enella nacidos; y esto lo habrás oido, Manolito, decir muy amenudo, y hasta habrás oido á ciertos mentecatos envidiar á la Francia, que tantos grandes hombres produce. No has de imitarlos tú desde hoy en adelante, ¿me lo prometes? no has de envidiar á la Francia ni á país alguno, pues con mi libro en la mano conocerás que, si bien hay otros pueblos que tengan á sus hombres grandes en mas estima, no hay ninguno que en mayor número que España los produzca. Sólo porque sea de tus diminutas manos propio encierra este libro tan pocas biografías, que podría tener muchos miles. ¡Y qué secretos tan peregrinos descubrirás en leyéndolo! Ya veo el noble orgullo que llena tu corazón al convencerte, de que casi todas las invenciones que en el mundo asombran y de que se envanecen otros pueblos, á nosotros nos las han robado”.


Esta larga cita del prólogo, titulado “A Manolito”, una criatura de no se sabe si teóricos o reales cinco años, prueba el irreprochable espíritu que anima el libro y desvela los baremos estrictamente históricos manejados para seleccionar los 170 personajes que simbolizan la españolidad más acendrada. La Edad Antigua aporta 18, desde Asdrúbal a don Rodrigo. La Edad Media, 26, desde don Pelayo a Fernando de Antequera. El Renacimiento, 28, desde el marqués de Villena a Cristóbal Colón. Y la Edad Moderna, 98, desde Blasco de Garay a Manuel José Quintana. Por supuesto, los textos más extensos están dedicados a Isabel la Católica, Fernando el Católico, Cristóbal Colón, el Gran Capitán, Carlos V, Felipe II, Cervantes…Y los más cortos, a San Hermenegildo, Ebu Beithar, Josepo, Vicente Yáñez Pinzón y Francisco Villapando. Mujeres no hay muchas, pero todas son de tronío, quizás hasta de demasiado temperamento para la delicada pedagogía que rige en los centros segregados en razón de sexo. ¿Qué ejemplo pueden aportar a las chiquitas que frecuentan esas beneméritas aulas la Varona Castellana, la viuda de Padilla o Juana la Loca? ¿Y no les provocarán a los pequeños, tan influenciables, una eterna aversión al mujerío? Ojo, Wert, quizás en estos casos convenga contar con un Plutarco de los niños y otro de las niñas, a crear prácticamente ex novo. El ministerio tendría que ser capaz de realizar un esfuerzo económico cuando está probado que se avanza por la senda del progreso en la educación. Ya lo decía Modesto Infante: en las épocas adelantadas, la razón debe guiar nuestras acciones.

 

No cabe duda de que en el índice onomástico de la obra faltan insignes nombres del españolismo más cabal, y de que están incluidos elementos si no perniciosos, cuando menos conflictivos: varios abderramanes, tres o cuatro judíos, un par de protestantes, algún ilustrado…El ministerio puede, y debe, expurgar el hipotético Plutarcito del siglo XXI, y luego añadir los personajes imprescindibles para actualizarlo, por supuesto siguiendo las pautas patrióticas del monumental Diccionario Biográfico Español, hito de la moderna historiografía mundial. Los timbres que adornan la patria, por utilizar la expresión empleada por Modesto Infante, no han parado de surgir desde la muerte de Manuel José Quintana en 1857, e incluso los de la última hornada son los más numerosos y los más extraordinarios de todos los tiempos. La causa de que el país esté hecho unos zorros hay que buscarla, como antaño, fuera de nuestras fronteras. Otro gallo nos cantaría si los presupuestos de la Unión Europea o de la propia Alemania propendieran a la contabilidad creativa tan brillantemente desarrollada en su momento por el Gran Capitán…

 

Ciertamente, la trayectoria militar y financiera de Gonzalo Fernández de Córdoba merece figurar en los anales de hechos asombrosos, pero el resto de personajes que aparecen en el Plutarco de los niños no tienen nada que envidiarle. Para muestra, siete apuntes, siete timbrazos de gloria, según cita literal del libro de Modesto Infante.


Don Pelayo: “Retirado con sus flacas huestes á las montañas, hizose tan temible, que los moros hubieron de enviar contra él un poderoso ejército, mandado por su mejor general, Alkaman, que le encontró fortificado en la cueva de Covadonga. La ayuda manifiesta del cielo y el valor de Pelayo, dieron la victoria á los astures, con muerte de ciento veinte mil enemigos, invencible terror de la morisma, y nuevo aliento de los vencedores, que de allí en adelante siguieron ganando palmo á palmo su esclavizada patria”.



Don Alfonso el Sabio: “Notable principio fue de su reinado rendirle vasallaje el rey de Granada Aboabdil Aben Hazar, cuando hacia el propósito de llevar una cruzada al Africa, y con bodas, paces y arreglos, poner á Castilla desembarazada y sobre sí. Desde entonces, con efecto, pudo consagrar su atención á interiores cuidados, como la reforma de la legislacion, el progreso de las ciencias, el buen órden del gobierno, la terminacion del código de Las siete partidas, comenzado por su padre, el mejoramiento de las escuelas ó universidades, muy en particular la de Salamanca, cuyas prerrogativas y derechos igualó el Papa á las de Bolonia, Roma y París; y por último, la composición, que él hizo por sí mismo, con ayuda de algunos sabios árabes, de las famosas Tablas alfonsinas. Viéndose en tal alto puesto, que era el príncipe más renombrado de Europa, aspiró al imperio de Alemania, que se hallaba vacante, y que por derecho de familia la correspondía, cosa en que merece justísima censura, pues las guerras de los moros reclamaban todo el valor y todo el dinero de nuestros reyes”.



Don Alvaro de Luna: “Enriquecido fabulosamente, conde de San Estéban de Gormaz, condestable de Castilla, maestre de Santiago y dominador, más bien que súbdito del rey, dicese que codició los favores de Isabel de Portugal, que por influencia suya ocupaba el régio tálamo; lo cierto es que la reina, unida á sus enemigos, le persiguió tenazmente, consiguiendo al fin desarraigarle del ánimo apocado y desleal del monarca. Altos fueron los designios de D. Alvaro. Comprendió que la anarquía feudal no podía reprimirse sin robustecer el poder monárquico; luchó constantemente con la nobleza y ¡ojalá que mas cauto y mas político no hubiera tratado á los procuradores del pueblo con desden!”.



San Vicente Ferrer: “Misionero apostólico durante el pontificado de Martino V, recorrió todo el universo, empezando por España. Ciudad hay, como Segovia, donde convirtió en un solo día 10.000 judíos. Por consejo suyo mandó Enrique III que llevaran estos infelices en su traje un remiendo colorado para distinguirse entre los cristianos”.



Hernan Cortés: “A su energía, á su valor, á su prudencia y á su arte para ganar amigos, reunió Hernan Cortés una hermosa persona, robustísima constitución y admirable dignidad. Cierto dia, para hablar con Carlos V, tuvo que subir al estribo de la imperial carroza y detener los caballos. ¿QUIÉN ERES? Le preguntó el César con enojo. SOY, SEÑOR, respondió con modesta arrogancia Cortés, UN HOMBRE QUE HA DADO Á V. MAS PROVINCIAS QUE CIUDADES LE DEJARON SUS ABUELOS”.

Don Francisco de Quevedo: “No cerraremos estos renglones sin decir que sabia Quevedo latin, hebreo, griego, árabe, francés, italiano, derecho civil, derecho canónica y ciencias naturales; asi como también que era tan buen caballero y tan valiente, que cierto dia, que andaba escapado por Madrid con terror de todos, cierto animal que unos autores llaman onza y otros pantera, salióle al encuentro D. Francisco con la espalda desnuda y lo dejó tendido alli”.



D. Juan Donoso Cortés: “Representación de la multiforme inteligencia moderna, en un punto se vé á Donoso recorrer toda la escala de las grandezas. Ora secretario de S. M la reina Madre, ora diputado del pueblo, derribando un ministerio con un discurso, ora embajador, ora académico, merece elogios á la faz de Europa del príncipe de Metternich, sostiene una polémica con un sacerdote francés, recibe del Sumo Pontífice una carta autógrafa acerca del ENSAYO que a su aprobación había sometido, y lleno de honores, y marqués de Valdegamas, y embajador en París, muere en aquella córte de la inteligencia con la muerte del justo, diciendo. ¡JESUS DE MI ALMA! ¡DIOS DE MI CORAZON! en 3 de mayo de 1853”.

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