"Amigos invisibles" o "Almas del purgatorio". Esa es la disyuntiva que Joan Barjau ha sido incapaz de resolver para titular los retratos que ha ido creando, sin prisas ni un objetivo claramente determinado, mientras compaginaba en los últimos años su oficio de diseñador gráfico con su pasión por la tipografía. Se trata de una serie que gana con la carencia de un guión estricto y que guarda mucha de la frescura de la ilustración automática. Definidas unas pautas de estilo mínimas, el dibujante ha dejado ir su rotu de punta final hasta dónde le ha permitido su fértil imaginación. Hombres y mujeres que sugieren existencias intensas, gente bragada, dispuesta a sobrevivir en estos tiempos duros. La humanidad en primerísimo plano y en blanco y negro. Una impactante apuesta artística en las antípodas del monumental, multitudinario y colorido cuadro "Marina amb figures", que Joan expuso hace diez años en la sala barcelonesa Vinçon.

Ciertamente, los 32 retratos hablan, o callan, por si solos, pero también parecen interpelar a quien los observa, así que para su exhibición en exclusiva en La Simiente Negra me he arriesgado a acompañarlos de sucintas apostillas. Sólo son apuntes, barruntos, casi chinchorrerías... Mi reacción, también automática, ante esas cabezotas aderezadas solo con cuatro pequeños círculos, alternativamente blancos y negros, de extraordinario impacto visual. Por supuesto, no hay necesidad de leer los textos para interpretar los retratos, cada quien puede dar hilo a sus propias sensaciones. E incluso tratar de desvelar algo, ya que el autor me aportó una pista que he preferido obviar: entre los retratos figuran tres de los jugadores del Werder Bremen que vieron pasar bajo sus piernas una falta genialmente lanzada por el barcelonista Ronaldinho en 2006. Los 29 restantes son por completo hijos del azar y de la inspiración de Joan.

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