Tras "El manuscrito perdido en Estrasburgo", el Colaborador X, celoso guardián de su identidad, realiza otra interesante aportación a LSN, centrada en este caso en la sorprendente figura de Jaime de Angulo, antrópologo y lingüísta de origen español que residió desde su juventud en Estados Unidos y llegó a convertirse en una leyenda viva de los círculos vanguardistas californianos durante la primera mitad del siglo XX.

Y...UN CORTO ETCÉTERA /// Rescates

Jaime de Angulo.

El gran coyote de Big Sur

Un reciente libro¹ sobre las famosas Conferencias Eranos que se celebraron durante muchos años en Ascona (Suiza) ha resultado una mina de información sobre personajes de la cultura europea de entreguerras, la mayoría de ellos olvidados actualmente. El gran protagonista de esas reuniones fue Carl Gustav Jung, el famoso discípulo heterodoxo de Freud, y entre sus amistades de Eranos aparece una joven llamada Ximena de Angulo, cuyo castizo nombre español me pareció insólito.

Movido por la curiosidad, traté de averiguar quién era esa mujer –que todavía vivía en 2013– y tirando de ese hilo he descubierto la existencia de Jaime de Angulo (1887-1950), el padre de Ximena. Este hombre, completamente desconocido en España², fue un personaje realmente curioso. Nacido en París de padres españoles, educado en Francia y emigrado luego a Estados Unidos, tuvo una vida novelesca en la que se mezclan el afán de aventuras y las inquietudes intelectuales. En Estados Unidos se le recuerda como un destacado antropólogo y lingüista que contribuyo mucho al conocimiento de las lenguas indígenas del norte de California. Una tesis universitaria estadounidnse³ dice de él lo siguiente:

Lingüista, autor de cuentos, poeta, novelista, ilustrador, cow-boy, granjero en zonas salvajes de Californ¹ia, aprendiz de brujo, Jaime de Angulo fue una figura legendaria de su época. La lista de intelectuales y artistas con los que se relacionó y a los que influyó, como Carl Jung, Franz Boas, Carl Sauer, Bronislaw Malinowski, Robinson Jeffers o Ezra Pound forman parte del Who’s Who de la primera mitad del siglo XX.

Y en la referencia que aparece en Wikipedia podemos leer:

Las opiniones sobre De Angulo son extremadamente dispares. Algunos le ven como un amateur, intelectualmente dotado pero irresponsable y fracasado; otros le consideran un “viejo coyote”, un héroe anarquista y un subversivo de gran talento. De Angulo dio forma y diversificó la imagen académica del mundo nativo de California. Fue amigo y colega de poetas, músicos y profesores como Harry Partch, Henry Miller, Robinson Jeffers, Henry Cowell, Carl Jung, D.H. Lawrence y muchos otros… Ezra Pound le denominó “el Ovidio americano” y Williams dijo que era “uno de los escritores más destacados que he conocido”. También fue maestro de otros famosos autores como Jack Spicer–en lingüística– y Robert Duncan –en brujería chamánica–. Su figura inspiró algunos personajes que aparecen en las novelas de Jack Kerouac.

La mayor parte de los detalles sobre su vida que damos aquí proceden de la biografía que publicó en 1995 su otra hija, Gui (Guiomar) de Angulo, titulada The grand coyote of Big Sur.

Ximena de Angulo con Gustav C. Jung.

Infancia en París

Jaime era hijo de Gregorio de Angulo, descendiente –según Gui– de una familia establecida desde tiempos inmemoriales en el burgalés Valle de Angulo. En realidad, estos orígenes parecen más un mito que otra cosa porque, como luego veremos, su verdadero lugar de nacimiento fue Rodezno, en la Rioja. Posiblemente, la familia estaba convencida de que sus antepasados procedían del mencionado valle burgalés y Gui de Angulo –que demuestra bastante desconocimiento de la geografía española– se hace eco de ello. Gregorio fue a estudiar a Madrid con los jesuitas y allí conoció a Isabel Mayo, una viuda rica, sin hijos y muy religiosa con la que se casó, y desde ese momento se dedicó exclusivamente a administrar la fortuna de su mujer y vivir de rentas. La pareja tuvo dos hijos, primero Pura y luego Manuel. Al morir su suegro, Gregorio puso un pleito contra la familia de Isabel por desacuerdos en la herencia y la situación se volvió tan tensa que la pareja se trasladó de Madrid a París. Allí nació en 1887 su tercer hijo, Jaime. Unos años después, los jueces españoles desestimaron la demanda de Gregorio y éste, indignado, juró no volver nunca más a su país. De hecho, no regresó a España hasta sus últimos años, cuando se instaló con su hija Pura en la localidad guipuzcoana de Guetaria, donde falleció en 1926. Su esposa Isabel había muerto en 1901 en París.

Cuando Jaime tenía trece años fue enviado al internado de los jesuitas de Vaugirard, del que siempre guardó un recuerdo horroroso y que le convirtió para el resto de su vida en furibundo anticlerical. El Vaugirard era una institución sumamente conservadora y entre sus alumnos de esa época estaba el futuro general Charles de Gaulle, cuyo padre era profesor allí. Al parecer, don Gregorio –autoritario y tradicional– creyó que en Vaugirard impondrían disciplina a un hijo tan inteligente como rebelde. Pero Jaime no se adaptó, obtuvo notas mediocres y cuando dejó el colegio en 1904, ni siquiera logró su objetivo de ingresar en la Escuela de Agronomía.

Intertado de los jesuitas en Vaugirard.

La precoz aventura americana

El fracaso académico le llevó a imaginar otras posibilidades: se le metió en la cabeza emigrar a Estados Unidos para hacerse rico con la cría de ganado, y como no sabía nada de ese negocio, decidió que lo mejor era aprenderlo trabajando de cow-boy. Dicho y hecho. Contra la opinión del padre –aunque con su ayuda económica– se embarcó para América y en la primavera de 1905, con dieciocho años, llegó a Nueva York. A los pocos días ya estaba en el Far West, concretamente en un rancho de Carbondale (Colorado), en el que descubrió la difícil vida de los míticos vaqueros americanos: agotadoras jornadas a caballo, trabajo rudo y peligroso, comida sencilla, soledad… En las cartas que envió a su padre –muchas para pedir dinero– y a sus hermanos Pura y Manuel, Jaime describía sus penalidades y su fascinación por el exótico mundo de los cow-boys –ya en trance de desaparecer– y la imponente naturaleza que le rodeaba.

La aventura duró solamente tres meses, pero considerando las circunstancias –juventud, falta de entrenamiento para ese tipo de vida, siendo extranjero, sin amistades locales y con escaso manejo del inglés– hay que reconocer que Jaime demostró un valor y una resistencia mental notables. Y cuando se convenció de que ejerciendo de cow-boy no iba hacerse rico, sino a sufrir penalidades, abusos y accidentes, decidió, muy sensatamente, largarse a California en busca de otras oportunidades.

La ciudad de San Francisco era entonces un hervidero multirracial: franceses, alemanes, griegos, españoles, gran número de chinos… Gente de todas partes que buscaba hacer fortuna y formaban pequeñas comunidades nacionales que se reunían en cafés y tiendas. Jaime seguía pensando en el negocio ganadero, pero ahora en América del Sur, y en julio de 1905 se embarcó con destino a la Pampa argentina. Sin embargo, nunca llegó allí porque durante la escala del barco en Guatemala, alguien le convenció para participar en la explotación de una mina de oro en la vecina Honduras. La mina fue un fiasco y los sucesivos intentos que hizo de criar reses o cultivar bananas en esa nación centroamericana tampoco dieron resultado. Sus cartas desde Tegucigalpa reflejaban un país miserable, insalubre, peligroso, gobernado despóticamente por una casta corrupta y sometido a constantes golpes de estado, todo lo cual imposibilitaba el desarrollo normal de cualquier negocio. Al final Jaime acabó de capataz en una obra pública en la que la mayoría de trabajadores eran presos comunes. De ese pozo le sacó, una vez más, el dinero de su padre, gracias al cual pudo regresar a Estados Unidos.

Carbondale, Colorado.

Estudiante en San Francisco

Llegó a San Francisco el 17 de abril de 1906, justo la víspera del pavoroso terremoto y posterior incendio que destruyó la ciudad en una semana. Como otros muchos, Jaime se quedó en la calle y tuvo que buscar alojamiento en un piso vacío, donde malvivió durante quince días mientras ayudaba a los bomberos a combatir el fuego. Su esperanza era trabajar en el rancho californiano de un tal Abadie al que había conocido en Tegucigalpa, donde era cónsul de Francia. Pero esta posibilidad se esfumó y el desastre de San Francisco convirtió casi en imposible el encontrar trabajo. Tras unos míseros empleos como cocinero y peón agrícola, Jaime se hundió y escribió a su padre anunciándole que asumía su fracaso y pensaba en regresar a Francia. Según parece, por entonces estaba alojado en un prostíbulo de la pequeña localidad de Santa María cuya propietaria se había encaprichado con él. Pero mientras esperaba el dinero para la vuelta se produjo un cambio de expectativas. Abadie le aconsejó estudiar y le informó de que en América se podía conseguir el título de médico en cuatro años, muchos menos que en Francia, donde se necesitaban siete. Jaime recurrió de nuevo a don Gregorio solicitando que le anticipase parte de su herencia y se matriculó en el Cooper Medical College de San Francisco.

Durante un año y pico vivió de pensión con la familia Archer (madre y tres hijas): era un buen estudiante, la ciencia le fascinaba, redescubría las ventajas de la vida civilizada y al mismo tiempo sus ideas políticas y filosóficas se radicalizaban… Rechazaba abiertamente los convencionalismos de su familia (con la que sin embargo mantenía contacto regular por carta) y cuando se planteó el problema de su servicio militar en Francia, consultó con su padre qué nacionalidad elegir, y al final se decidió por la española, aunque no queda claro si por la mayor facilidad para evitar la mili o por razones sentimentales. Su vocación no era ejercer de médico, sino investigar y en enero de 1908 consigió ingresar en una institución académica mucho más prestigiosa, la universidad Johns Hopkins de Baltimore (Maryland), al otro extremo de Estados Unidos. Igual que había sucedido en la Cooper, los examinadores de la JH vieron en él a un tipo brillante a pesar de sus antecedentes, su nacionalidad y su mal inglés, lo cual dice mucho de los criterios de selección de las universidades americanas de principios del siglo XX. Seguro que en Europa no le habrían admitido.

Cooper Medical College, San Francisco.

De vaquero a médico

Veleidades anarquistas, vegetarianas, feministas, de vida en la naturaleza… Al parecer, muchas de las nuevas inquietudes del estudiante establecido en el Este se debieron a la influencia de su amiga Cary Fink, una de las primeras mujeres que se graduó en medicina en Baltimore. Cary era miembro de una familia rica de Louisville (Kentucky), había recibido una selecta educación y tenía ideas políticas avanzadas; además, hablaba español porque había nacido en México, donde su padre trabajó un tiempo como ingeniero. Jaime y Cary simpatizaron y muy pronto coincidieron en que la práctica real de la medicina era algo deprimente. Querían casarse y llevar una granja en el campo, y para financiarla Jaime regresó a Europa para hablar con su padre. Durante el viaje, su hermano Manuel murió en un naufragio en las costas de Inglaterra, pero él no lo supo hasta que llegó a Francia. A su padre, que estaba destrozado, el proyecto de Jaime y su intención de casarse con una americana –que, además, no era católica– le parecieron disparates. Al final, aceptó darle dinero, pero en lo del matrimonio con Cary no cedió. Jaime dejó París para asistir a un congreso médico en Berlín y luego participó en una reunión internacional socialista en Copenhague, donde tuvo noticia del caso Ferrer y Guardia, cuya ejecución un año antes seguía constituyendo un formidable escándalo en Europa. Unos meses después, ya de vuelta en Baltimore, dedicó su primer artículo en un diario a mostrar su indignación por el suceso.

Jaime y Cary se casaron en septiembre de 1910. Él se lo comunicó a su hermana, pero no se atrevió a informar a don Gregorio y cuando éste se enteró, meses después, cortó toda relación con su hijo. Jaime ya había encontrado un trabajo temporal de investigador sobre enfermedades nerviosas en un centro de Nueva York y, aunque después volvió a la Johns Hopkins y terminó la carrera, su interés por ejercer la medicina seguía siendo nulo. Incluso la ciencia le estaba decepcionado: en su opinión, no era más que un amontonamiento de datos sin un resultado claro para explicar “la vida”. Le interesaban ya otras cosas, por ejemplo la filosofía oriental, que conoció a través de un amigo chino, condiscípulo suyo en Johns Hopkins, y la antropología, ciencia en sus inicios que descubrió en Louisville, a donde viajó para reunirse con Cary, quien cuidaba a su madre inválida. Tras leer varios libros sobre los indios americanos y los pueblos primitivos entró en contacto epistolar con el responsable del Departamento Americano de Etnología y con el antropólogo Robert Lowie, de Nueva York. Pero de momento, esta nueva vocación no se concretó y en 1913 vivía con Cary en California, trabajando como investigador en biología de los insectos en la universidad de Stanford. Mantenía interesantes relaciones con varios profesores, realizaba largas excursiones a caballo, veraneaba en Carmel (población frecuentada por artistas e intelectuales), ideaba viajar a Europa...Todo le iba bien, pero en el fondo se sentía insatisfecho y en el verano de 1914 dejó Stanford, reunió el capital que le había dado su padre en Francia –que hasta entonces no había tocado– y a medias con un socio compró un rancho ganadero en el pueblo de Alturas, situado a 400 km. al norte de San Francisco.

Cary Fink.

El rancho de Los Pesares

Para entonces, su matrimonio con Cary, que había vuelto a ausentarse para atender a su madre, estaba en crisis, aunque ambos mantenían una relación amistosa. En Alturas el trabajo era duro, comenzó a beber mucho y a los pocos meses, tras romper con su socio, había perdido casi toda su inversión. Buscando otro lugar para instalar su propio rancho, alguien le habló de Big Sur, el territorio costero que se extendía al sur de Monterrey y que en 1914 era todavía una tierra virgen y salvaje, sin pueblos ni comunicaciones… Fue un deslumbramiento. Jaime viajó a caballo durante días por una impresionante carretera costera colgada a trescientos metros sobre el Pacífico, sin encontrar más habitantes que algún vaquero errante y unos pocos campesinos de origen mexicano que solo hablaban español. Después, conducido por un guía local (el Mocho) continuó más allá de donde terminaba la ruta transitable y se internó por difíciles senderos de montaña hasta llegar a un lugar elevado con magníficas vistas al mar.

Era el emplazamiento que estaba buscando. Lo decidió de inmediato y tuvo la fortuna de que el terreno lo tuviera registrado el Mocho y que éste se mostrara dispuesto a renunciar a su titularidad para que pudiera solicitar la concesión a las autoridades. Conseguida ésta, Jaime recuperó 18 reses de su fracasado negocio en Alturas y las trasladó allí en una travesía agotadora que duró un mes (hay 600 km en línea recta). Luego transportó a lomos de mulas el material necesario para levantar la casa y las instalaciones de una explotación ganadera que construyó con la ayuda de un viejo loco que vivía por allí y era un hábil carpintero. Con gran esfuerzo, superando todo tipo de dificultades, practicamente en soledad, venciendo las reticencias de quienes le tildaban de chiflado y por entero satisfecho de esa vida de salvaje, levantó el rancho que bautizó como Los Pesares y sería su residencia, de forma intermitente, durante muchos años.

En el verano de 1915 conoció en Carmel a la que sería su segunda esposa, una neoyorquina de 24 años, tímida y con intereses artísticos. Nancy, que en realidad se llamaba Lucy Shepard Freeland, había ido a California a visitar a una hermana y entró en contacto con Cary Fink y Jaime a través de una amiga común. La pareja –una feminista radical y un extranjero con vocación de cow-boy–, se había ganado cierta fama de excénrtrica. Él era guapo y culto, tenía labia y un aura romántica por sus orígenes y su vida bohemia. Nancy quedó fascinada, pero en ese momento la cosa no fue más allá.

Jaime de Angulo arando en Los Pesares.

Interés por la psicología y la antropología

En abril de 1917 Estados Unidos se implicó militarmente en la guerra que selibraba en Europa desde tres años antes. Afectado por la muerte de algunos conocidos e impresionado por la lectura de El fuego, de Henry Barbusse, que le había enviado su hermana desde Francia, Jaime decidió solicitar la nacionalidad americana, se alistó en el Cuerpo Médico del Ejército y fue destinado a un campamento militar en Seattle, donde comenzó a practicar la medicina por primera vez desde que dejó la Johns Hopkins. Durante esa época se reconcilió brevemente con Cary y decidieron tener un hijo (él era quien más lo deseaba). En Seattle recibió la visita de Nancy y se lo contó a su mujer, que estaba en California, pero ésta no le reprochó nada ni se mostró celosa, en coherencia con sus principios progresistas. En marzo de 1918 Cary dio a luz una niña. Sus padres habían planeado llamarla Vega –si hubiera sido niño le habrían llamado Aldebarán– pero al final la llamaron Ximena por sugerencia de Pura, quien en años posteriores también elegiría sonoros nombres españoles para otros hijos de su hermano. Unas semanas después, Jaime fue transferido, a petición propia, a un aeródromo de Long Island (Nueva York), donde su trabajo consistía en el control médico-psicológico de los aspirantes a piloto de guerra.

En Carmel, Cary criaba a su hija y comenzó a interesarse por la psicología infantil. Una amiga le pasó escritos de Jung y ella los comentó por carta con Jaime, que ya conocía algo del psicólogo suizo. De ahí nació la idea de crear un “laboratorio de niños”, una institución para educar –sin control de los padres– a un grupo de pequeños durante muchos años y analizar sus progresos. El proyecto finalmente quedó en nada y en diciembre de 1918 Jaime, licenciado del ejército, regresó a Carmel. Allí conoció a varios profesores y estudiantes de antropología de la universidad de California (Kroeber, Radin, Faye) y eso reavivó su interés por la materia, que comenzó a enfocar desde su experiencia como psicólogo.

En las frecuentes ausencias de Cary para permanecer junto a su madre en Kentucky, Jaime se dedicaba intensamente al cuidado y la educación de Ximena, cuyo crecimiento quería controlar. Fue entonces cuando reapareció Nancy, se lió con ella, plantearon abiertamente el asunto a Cary, ésta aceptó la situación pero quedó resentida, barajaron la posibilidad del divorcio…Jaime aconsejó a Cary que estudiara antropología en Berkeley, la convenció y él también comenzó a frecuentar esa universidad, donde Alfred Kroeber, padre de la luego famosa escritora Ursula K Le Guin, le propuso al poco tiempo –pese a que no tenía ninguna especialización académica– dar conferencias sobre psiquiatría en relación con la antropología. El programa se titulaba “La Función Mental en las Culturas Primitivas” y Kroeber lo encontró perfecto, incluso demasiado técnico… Mientras tanto, en el rancho continuaban las visitas de amigos y las excursiones a caballo por los alrededores, en ocasiones a cazar ciervos o pumas.

Jaime de Angulo en la década de 1920.

Inicios como lingüista

En la primavera de 1920 Jaime dio sus primeros pasos en el campo de la lingüística, a la que se dedicaría profesionalmente durante los años siguientes y que fue su principal afición el resto de su vida. Comenzó por la lengua pomo de los indios californianos (entrevistaba a nativos que vivían en las cercanías del instituto de antropología de Berkeley, analizaba sus sonidos, sus palabras y su visión mágica del mundo…) y poco a poco fue perfilando el tema que le interesaba: constatar, a través de la lengua, las diferencias entre el pensamiento de los primitivos y el de los civilizados. Nancy, que también inició una carrera de lingüista por sugerencia de Kroeber, se construyó una casa en Berkeley. Jaime dictaba sus lecciones con gran éxito, pero nunca logró tener una posición estable en la universidad: era demasiado brillante y poco disciplinado para hacer de auxiliar y no podía ser profesor por falta de curriculum, tenía un carácter impredecible y además vivía con Nancy estando casado con otra, algo que escandalizaba a Kroeber y a mucha gente del ámbito académico.

Poco después volvió a Carmel, donde cuidó a su hija y se esforzó por educarla a su manera, enseñándole español. En Big Sur conoció al poeta Robinson Jeffers, un solitario que se había construido con sus manos una casa cerca de allí, y se hicieron muy amigos, aunque cuando se veían, el primero no decía una palabra y Jaime era el único que hablaba. Alternaba su vida en Carmel con estancias en Los Pesares cuando tenía invitados. En verano se juntaron allí Cary, Ximena, Nancy y otros conocidos. Por entonces Cary, cada vez más interesada en el psicoanálisis, hacía planes con una amiga para viajar a Suiza a trabajar con Jung (cosa que finalmente haría, después de conseguir el divorcio) y Jaime temía que se llevara a Ximena (como efectivamente sucedió, a pesar de la sentencia de custodia compartida). La pérdida de Cary y Ximena fue un golpe duro que le marcó en sus relación con esposas e hijos posteriores.

Big Sur, California.

Trabajo de campo con los indios achumawi

En el verano de 1921 leyó el libro de Edward Sapir Language y se puso en contacto con su autor, que trabajaba en Canadá. Quería usar su método para transcribir al papel los sonidos de la lengua pomo. En septiembre inició el trabajo de campo con los indios achumawi precisamente en Alturas, donde había tenido su primer rancho. Pasó allí dos meses. La expedición fue financiada por Edna Smith, una amiga de Cary que era rica y filántropa. De ese trabajo y de otros similares nació su libro Indians in Overalls (Indios vestidos con mono de trabajo). Vivía con una pareja india intentando registrar su lengua y comprender su sentido profundo, e incluso la religiosidad de aquellos nativos americanos ya medio transformados por el hombre blanco. Daba cuenta de sus progresos a Sapir y le pedía consejo. También fue informando a Kroeber, quien le recomendaba encarecidamente que no se limitase a la lingüística y confeccionara textos de los relatos indios.

Sapir buscaba un ayudante y escribió a Kroeber para pedirle su opinión sobre Jaime. Kroeber respondió que era brillante, entusiasta y que estaba haciendo un buen trabajo, pero también señaló su tendencia a la dispersión –médico, psicólogo, antropólogo y ahora lingüista– y su carácter vehemente e infantil, propenso a colgarse del cuello de cualquier persona por la que se sintiera atraído. Este informe hizo que Sapir descartase a Jaime (aunque éste no se enteró), tampoco podía esperar un puesto en Berkeley y el rancho no daba beneficios, más bien lo contrario, los gastos eran continuos. No tenía un céntimo, debía dinero a Edna Smith, incluso es posible que Cary le ayudase económicamente.

En Los Pesares dedicaba de cuatro a seis horas diarias a la lingüística, luego araba la tierra o hacía otras faenas de campo y sacaba tiempo para realizar otras actividades, como escribir un cuento gótico (Don Bartolomeo), ambientado en los tiempos de la conquista española de California. En enero de 1922 se instaló en el rancho un indio achumawi con el que había trabajado en Alturas (Jack Folson) y de él recogió historias de la creación y costumbres ya perdidas de los nativos de California. Por entonces se empezó a construir la carretera de la costa (la famosa Highway One, de Monterrey a San Luis Obispo, que hoy es una atracción turística) y Jaime se alegró, pensando que le sería más fácil vender el rancho.

Reedición del estudio sobre los indios.

Autoanálisis y viaje a México

Cary le escribió desde Suiza explicando sus experiencias con el psicoanálisis, pero él se mostraba bastante escéptico sobre la escuela freudiana. Consideraba que el psicoanálisis es demasiado reduccionista, que la vida resulta más compleja, que se necesita otra sabiduría y que la antropología ilumina más sobre la condición humana y la sociedad. En una segunda carta, Cary le informó de que iba a trabajar directamente con Jung, algo que a Jaime no pareció impresionar. Le contestó insistiendo en que sus investigaciones con los achumawi le habían hecho ver que la psicología india es igual a la de los hombres civilizados y que tiene su propia lógica (esta idea no le abandonaría nunca), y aprovechó la carta para mandar a Cary un grotesco relato indio de la creación del mundo por si le podía interesar a Jung.

En marzo de 1922 Nancy, harta, rompió con él y sufrió insomnio y pesadillas. Se había quedado sin pareja, no aceptaba la pérdida de su hija, ya tenía 35 años y ante semejante panorama inició un proceso de autoanálisis en el que, según muestran sus cartas, evidenció perspicacia sobre sus fallos y conflictos íntimos: teatralidad, vanidad, inconstancia y falta de disciplina en su vida personal, posesividad, complejo con su padre...No atendió las sugerencias de Cary de analizarse con Jung, pero cada vez se interesaba más por su obra, pese a considerar que sus ideas antropológicas eran erróneas y que debía hablar con primitivos para darse cuenta. En su opinión, Jung era un genio, pero no un científico.

Cuando su situación financiera abocaba a la ruina, surgió la oportunidad de trabajar en México. Manuel Gamio, jefe del departamento de antropología de ese país, había contactado con Franz Boas (el famoso antropólogo estadounidense de origen alemán) pidiendo un investigador de campo en lingüística. Boas habló con Kroeber y éste contestó a los mexicanos recomendando a Jaime, que saltó de alegría cuando recibió la oferta. En julio de 1922 llegó a Ciudad de México y unas semanas más tarde viajó a la zona de Oaxaca para estudiar las lenguas indígenas. En su frecuente correspondencia con Cary hacía planes para ir a Suiza al año siguiente, convencido de que podía aportar algo a Jung y de que también iba a aprender de él. Jaime le explicaba entonces a Cary que la lingüística (de los primitivos) no era aburrida, sino una mezcla de psicología y filosofía que ayudaba a explicar la naturaleza humana y que pretendía aprovechar el viaje para visitar España y comprobar si era un país “tan malo como México”.

Entre tanto, el trabajo de Jaime sobre los achumawis había recibido el beneplácito de Franz Boas (tras serle enviado por Kroeber) y su publicación en el International Journal of American Linguistics, animó a Jaime a viajar por barco en abril de 1923 desde Veracruz hasta Nueva York. Allí visitó a su cuñado (hermano de Nancy) y éste, atendiendo sus quejas sobre el trabajo en México, envió una carta a Manuel Gamio protestando por el mal trato que le daban. Hubo un escándalo que afectó de rebote a Kroeber y Jaime perdió crédito por su actitud. Su extraño comportamiento se explica porque estaba alojado en la casa natal de Nancy, ella se encontraba allí en ese momento y le habló de un proyecto (ya tenía su título de antropóloga) para estudiar la vida sexual de los pueblos primitivos, así que decidieron realizarlo juntos y Jaime pretendió zafarse de su compromiso en México, lo que demuestra su falta de escrúpulos. La pareja presentó una propuesta para estudiar la relación entre vida sexual y neurosis en los indios hopi y zuñi, pero al final el proyecto capotó por falta de apoyo institucional, y Kroeber emitió un informe muy negativo sobre Jaime.

Jaime con un brujo achumawi.

Decepción con España

Fue por entonces cuando él y Nancy decidieron tener un hijo, se casaron y viajaron a Europa. En la primavera de 1923 llegaron a París, donde Jaime no había estado desde hacía veinte años: coches, ruido, multitudes en el metro, precios caros... los cambios eran enormes respecto a la ciudad de su adolescencia. Luego fueron a Zurich, donde se relacionaron con Jung, quien se interesó por las ideas de Jaime sobre el pensamiento de los primitivos y le aceptó como alumno. Jaime quedó impresionado por Jung (una nueva figura paterna) pero Nancy no, y al cabo de un mes viajaron a España, país que muy pronto les decepcionó: pobre, feo, caluroso, con gente brutal, gritona y mal educada. Lo pintoresco no compensaba semejantes inconveniencias. Todas las ideas románticas de Jaime sobre los españoles se evaporaron rápidamente. En una carta posterior a un amigo estadounidense los describió como fanfarrones, consumidos por un irracional deseo de poder, crueles, por completo indiferentes a la naturaleza y la civilización, conocedores solo de la vertiente del amor que deriva en odio. Como los irlandeses, pero sin su sentido poético, según su conclusión.

Desde Andalucía la pareja fue a Tetuán, donde Jaime descubrió con sorpresa que españoles y moros convivían sin problemas, circunstancia que confirmó su impresión de que unos y otros era lo mismo. En Madrid, Nancy, que ya estaba embarazada de varios meses, se sintió mal y emprendió el regreso a Estados Unidos. Jaime partió de gira al norte de España, primero a Rodezno, donde había nacido su padre, y luego, a pie, hasta Sangüesa, en Navarra, donde sus primos tenían una gran propiedad y una casona. Después siguió, también a pie, hasta Guetaria, donde vivían su padre y su hermana Pura. A su progenitor no le había visto desde 1910 y hacía muchos años que no se carteaban. Pura se temía lo peor, pero no pasó nada. Don Gregorio le recibió con calma, tenía 74 años, estaba bien de salud y sólo se interesaba por su colección de relojes y cronómetros (eran su obsesión) y por la nueva física relativista. Al parecer, no sentía rencor por Jaime, su rebelión era para él uno de tantos misterios de la vida, otra manifestación más de un mundo que le resultaba incomprensible. Tras un par de semanas en Guetaria, el hijo díscolo regresó a Zurich, donde reforzó su buena relación con Cary y la admiración por Jung, con quien se psicoanalizó durante un corto período.

Casa de Gustav C. Jung en Zurich.

Sueños, conocimienos, descubrimientos...

Nancy sólo había accedido a casarse para legalizar al hijo que esperaba y bien porque le pareceera una convención insoportable o tal vez por haberse cansado de Jaime, el caso es que le planteó por carta el divorcio. El 17 de septiembre de 1923 un gran incendio en Berkeley destruyó su casa y tuvo que instalarse en San Francisco como una refugiada. Al conocer la noticia, Jaime partió de inmediato a Estados Unidos, donde llegó en noviembre, y se instaló con Nancy. Trabajaba en una gramática zapoteca mientras se ganaba la vida cortando leña, al tiempo que comenzaba a analizar algunas personas conocidas con el método de Jung. A Cary le contaba sus sueños por carta para que Jung los analizara y éste se comprometió a financiar su estancia con los achumawi para conocer mejor su mito de la creación. Fue entonces cuando volvió a Los Pesares y descubrió los cambios que había provocado la autopista construida en la zona: había una fiebre por comprar terrenos y no paraban de crecer las colonias de artistas. Jaime lamentó la pérdida de la antigua costa salvaje.

Ese invierno de 1923 conoció a Mabel Dodge y su esposo Tony Lujan (un indio pueblo), quienes jugarían un importante papel en su vida posterior. Mabel había residido en Italia y en Nueva York, donde tuvo una galería de arte. En 1919 se trasladó al Oeste, formó parte de una colonia de artistas, se casó y se implicó en actividades de defensa de los indios. Así conoció a Tony, se enamoró de él y dejó a su marido. La insólita pareja había provocado muchos comentarios y su caso apareció incluso en un periódico local. Mabel y Tony se instalaron en el pueblo de Taos (Nuevo México) y por allí pasaron después numerosos artistas e intelectuales (Robinson Jeffers, DH Lawrence, Jung...) Hay varios libros y una película de 1981 (Priest of Love, con Ava Gardner en el papel de Mabel) que tratan de esta colonia contracultural de los años veinte.

Jaime fue quien introdujo a Mabel en la obra de Jung, y ella y Tony le asesoraron sobre las tradiciones de los indios de la zona. Jaime y Mabel intercambiaron muchas cartas sobre la psicología de los nativos y sobre su pensamiento mágico. Él se fue introduciendo cada vez más en lo irracional, algo que le proporcionaba nuevas sensaciones y le liberaba de su –según su propio diagnóstico– excesivo intelectualismo. Agradecía a Jung que le hubira abierto una puerta que, en contacto con la psicología india, le iba descubriendo un mundo nuevo: de formas, de sentimientos, de contemplación del cosmos…A través de Cary, Jung le aconsejaba moderación porque esa inmersión en el inconsciente colectivo le podía llevar al caos mental. Se mantenía en contacto con Sapir, Boas y Gamio, y ayudaba a construir la nueva casa de Nancy, en la que trataba de aplicar su nueva sensibilidad artística. En marzo de 1924 ella dio a luz un hijo al que bautizaron Alvar (Alvaro), nombre tan raro en Estados Unidos que parece lógico suponer otra sugerencia de Pura.

Mabel Dodge.

Rifirrafe con D. H. Lawrence

Mabel y Tony le invitaron a pasar una temporada en Taos (aunque Mabel en su libro deja entrever que se autoinvitó) y allí coincidió con el novelista D.H. Lawrence, que también era huésped de la pareja. Los dos hombres no congeniaron. Las excentricidades místicas de Jaime y su exhibicionismo le parecieron insoportables a Lawrence, y Jaime a su vez no sólo le demostró su antipatía, sino que empezó a coquetear con Frieda, la mujer del escritor. Hubo alguna escena desagradable, y luego Jaime, queriendo competir con Lawrence, se puso a escribir frenéticamente una novelita –bastante mala– que se empeñó en leer a todos los invitados. Fue ridículo. Al cabo de unos días, Jaime decidió regresar a Berkeley y anunció que lo haría caminando (¡eran 1.500 kms!). Efectivamente, se fue de Taos a pie pero parece que pronto se rindió y tomó el tren. Todos estos detalles está explicados en el libro Lorenzo en Taos, que escribió Mabel Dodge unos años después y cuyo contenido comentó con Jaime antes de publicarlo. Curiosamente, éste no le reprochó el mísero retrato que hace de él en el libro, pero quiso puntualizar que sí le habían invitado.

Durante su estancia en Taos, Jaime –con la ayuda de Tony Lujan– intentó penetrar en la cultura de los indios pueblo, pero no obtuvo casi nada, únicamente consiguió registrar por escrito algo de su lengua. En los meses siguientes se dedicó a preparar una gramática zapoteca utilizando el material recogido en México y por iniciativa de Gemio, que todavía le tenía en gran estima. A comienzos del año 1925 vio cumplido su sueño de llevar a Jung, que estaba de visita en Estados Unidos, a visitar los indios taos. Después de hablar con uno de ellos, Jung dijo que tenía la extraordinaria sensación de haberse entrevistado con un sacerdote egipcio del año 1500 AC.

Casa de Taos.

Defensa de los indios americanos

Durante esa década, Jaime realizó mucho trabajo de campo sobre lenguas indias, escribió numerosos papers para Franz Boas y publicó una veintena de artículos sobre antropología y lingüística. Pero los primeros años fueron difíciles. Su residencia era la casa que compartía con Nancy y Alvar en Berkeley, convertida en un centro de reunión para colegas y amigos. Allí se desarrollaban discusiones intelectuales y también juergas nocturnas que con frecuencia terminaban con la llegada de la policía, solicitada por los vecinos (era la época de la Ley Seca).

En la primavera de 1925 recibió una carta de Ruth Benedict, una joven discípula de Franz Boas que llegaría a ser una de las más importantes antropólogas americanas (amiga y amante durante un tiempo de Margaret Mead). Benedict le preguntaba por la conveniencia de hacer trabajo de campo sobre folclore indio en Taos. Jaime le contestó que nadie debería meterse en esas averiguaciones porque dar a conocer las creencias y ceremonias de los indios les mataba espiritualmente y que solo la ayudaría si su interés era puramente privado, no para publicar (a pesar de ello, Jaime y Benedict mantuvieron su relación). Desde su estancia en Taos –adonde nunca regresó- Jaime se había comprometido en la defensa de los indios americanos y durante los años siguientes participó en varias iniciativas en ese sentido.

Por esa época volvió a Carmel, que le pareció muy cambiado –para mal– a causa del boom turístico, y luego visitó Los Pesares, que estaba completamente abandonado, lo que le deprimió pensando en los muchos trabajos que le había costado crearlo. El lugar le seguía pareciendo maravilloso, pero tuvo la sensación de todo aquello era cosa del pasado. Su interés profesional se centraba ya en la lingüística y en ciertas especulaciones antropológicas que reservaba para él y para comentarlas con Jung. Hacer carrera académica seguía siendo imposible. Mantenía contacto con Sapir, pero habían aumentado sus problemas con Boas y Kroeber, y en el verano de 1925 emprendió con Nancy un trabajo de campo viajando en una especie de furgoneta con cocina, camas y mesa que les permitía acampar en cualquier sitio. Llevando a su hijo Alvar con ellos estuvieron con los indios miwok en Lake County y luego con los achumawi en Modoc County, pero el viaje acabó precipitadamente por una disentería del niño. De vuelta a Berkeley comenzó a grabar canciones indias en un fonógrafo. El cantante era un indio achumawi (probablemente Jack Folson). Jaime sabía leer música desde su juventud, pero el sistema tradicional le parecía ilógico y se propuso crear una nueva forma de notación musical.

En junio de 1926 escribió a su hermana Pura que él y Nancy se habían casado por la iglesia y bautizado al niño, incluso afirmaba haber comulgado (algo que no había hecho desde su niñez). Todo esto debía tener alguna relación con el hecho de que don Gregorio estaba gravemente enfermo (murió a finales de ese año). Algo tan insólito solamente pudo deberse a dos posibles razones: quería dar una alegría a su moribundo padre o esperaba ablandarle pensando en heredar. En cualquier caso no parece que fuera sincero.

Nancy Freeland.

Fiestas locas y trabajos de campo

Ese verano, inició un nuevo trabajo de campo, esta vez sólo, con los indios paiutes. Nancy se quedó en Berkeley cuidando al niño y recibiendo la visita de colegas de la universidad, a los que aquel año se unió Bronislaw Malinowsky, quien por cierto no era muy popular en el grupo por su poca simpatía, su tendencia a acosar a las mujeres y su lenguaje grosero. Solo se comportaba bien si el grupo era pequeño, pero su conversación era interesante, especialmente cuando contaba sus experiencias en las Islas Trobriand. Jaime regresó en septiembre y se reanudaron las fiestas locas –el grupo decidió incluso fabricar su propio alcohol– y la casa se convirtió en un lugar malfamado entre la vecindad y el profesorado de Berkeley. Jaime se emborrachaba y se ponía agresivo, una vez Nancy le golpeó con un leño y le hirió gravemente. Por Navidades se les ocurrió volver al rancho y fueron con la furgoneta, que era un vehículo peligroso para aquellos caminos de montaña. Llovió muchos días, Jaime no paraba de beber y al atardecer rezaba a los espíritus, aunque eso no le libró de pelearse con unos antiguos socios en un camino, asunto que daría lugar a un posterior juicio por agresión en Monterrey.

En marzo de 1927 Cary se casó en Suiza con el psicólogo H.G. Baynes, cuyo apellido tomó, y desde entonces fue conocida como Cary Baynes, un nombre que aparece con frecuencia en las reuniones Eranos de los años 30 y 40 del pasado siglo (su ex-marido le envió su felicitación junto con unos comentarios caústicos y añadió un trabajo suyo sobre un mito indio). A partir de ese año Jaime dio un gran paso profesional al empezar a trabajar para el Comité de Investigación en Lenguas Nativas Americanas (CILNA), un organismo que se acababa de crear financiado por la Fundación Carnegie y que contaba entre sus directivos con Boas, Sapir y otros prominentes académicos.

En los siguientes cinco años consiguió bastantes fondos para investigar, pero nunca logró un empleo fijo. Kroeber presionó para que no trabajase en su zona geográfica (California) alegando sus malas relaciones por los motivos ya mencionados, aunque reconocía que Jaime era un hombre muy competente y entusiasta. Sapir, en cambio, le apoyaba. Jaime y Nancy (con el niño) iniciaron otro trabajo de campo financiado por el CILNA entre los indios karok, junto al río Klamath, al norte de California. Iban en su automóvil y les seguía la famosa furgoneta, conducida por un ayudante, pero a los pocos días el curioso vehículo se desmoronó en pedazos bajando una fuerte pendiente y tuvieron que dejarlo atrás con el ayudante, que se quedó allí para hacerla reparar antes de volver a Berkeley. Ellos siguieron hasta Klamtah River donde acamparon y estuvieron trabajando dos semanas con una familia karok. Después, gracias a Franz Boas, Jaime recibió otro encargo para estudiar las lenguas nativas shasta, achumawi y atsugewi al norte de California, cerca del límite con Oregon. Otro trabajo consistió en localizar al último hablante de una lengua india del estado de Washington al que Jaime llevó a Berkeley, alojándolo en su casa durante un tiempo.

India karok con artesanía de cerámica.

Tras los pasos de Orlando

Por entonces, empezó a escribir relatos cortos -Muerte de una india, The Lariat (la Reata)-, poesías de estilo oriental, algunas de las cuales se publicaron en revistas literarias locales (una se titulaba Marijuana Visions) y cuentos indios para niños. A fines de 1927 nació Guiomar (la Gui de Angulo citada al comienzo de este texto), bautizada con otro nombre español –aunque raro– que sin duda hay que atribuir a la tía Pura. En el invierno de 1928 se produjo la ruptura definitiva con Cary, que había vuelto a Estados Unidos con su nuevo marido y Ximena, instalándose en California. Jaime les visitó y el contacto fue fatal, entre otras causas porque fue descubierto fisgoneando los papeles personales de Cary, entre los que había cartas de Jung aconsejándole que no dejara a Ximena con su padre porque era una mala influencia. La bronca que tuvieron fue monumental, pero el psiquiatra Baynes –el marido de Cary– simpatizaba con Jaime y le visitó después en Berkeley.

Jaime y Nancy iban ocasionalmente al rancho mientras ambos trabajaban en el estudio de distintas lenguas indias. Él viajó en coche a México para realizar algunas investigaciones y en otoño de 1930 se embarcó para Europa para participar en un congreso de lingüistas en Hamburgo, donde Franz Boas fichó al danés H.J. Udall y éste emigró a Estados Unidos con su familia. Al acabar la reunión, Jaime viajó con Robert Lowie por el sur de Francia y el norte de España (Guetaria, Altamira), pero no pudo reunirse con Ximena (13 años) porque su madre lo impidió. Luego visitó Holanda y finalmente regresó a Berkeley…

En agosto de 1931 Jaime fue al rancho con Alvar y un amigo indio y todo estaba destrozado, así que trabajaron duramente para arreglarlo. Jaime y Nancy seguían con sus estudios y con los Udall comenzaron a analizar la fonética de los idiomas indios, grabando sus voces con un aparato especial. Viajaron en coche a Jamestown para encontrar a Kelleli, un indio mIwok al que Nancy había conocido años atrás y con el que volvieron a Berkeley. Kelleli se quedó con ellos todo el invierno grabando charlas y canciones. Los Udall retornaron luego a Europa y Jaime buscó nuevas aventuras con mujeres… y además comenzó a travestirse (había leído Orlando, de Virginia Woolf) con la complicidad de Nancy. Las fiestas en la casa atrajeron a otros aficionados al travestismo, las cosas se desmadraron y tuvo que cortar, pero Jaime siguió vistiéndose de mujer para hacer “vida normal” (salir a la calle, ir de compras, etc) e incluso coquetear con los empleados de las gasolineras. Un aviso de la policía, que le había seguido hasta su casa, terminó con la “etapa Orlando” porque a Jaime le aterrorizaba ser detenido.

Portada del libro de Gui sobre su padre.

La gran crisis

En 1932 el CILNA se quedó sin dinero a causa de la Gran Depresión, las cosas se pusieron otra vez difíciles y Jaime recuperó el sueño de una existencia en plena naturaleza. Durante el verano de 1933 se instaló en Los Pesares con Nancy y los dos niños (de ocho y cinco años) tratando de iniciar una nueva vida. Se embarcó en la construcción de una nueva casa bastante rara por fuera y por dentro–, compró varias yeguas y trató de reparar las instalaciones, que estaban completamente deterioradas. Pero Nancy no se adaptaba y regresó a Berkeley con los niños, aunque de vez en cuando pasaba por el rancho para emprender alguna excursión.

Esta era la situación cuando sucedió una catástrofe: bajando hacia Big River en una caravana de coches, el automóvil en el que iban Jaime, Alvar y otra persona se despeñó por un barranco del Torrey Canyon sin que nadie se diera cuenta. El niño murió y el padre, herido de gravedad, con un brazo y una pierna rotos, tuvo que arrastrarse en condiciones penosas durante horas para conseguir ayuda. El incidente se convirtió en un tema tabú para la familia y Jaime quedó profundamente afectado para el resto de su vida. Cuando salió del hospital, Nancy, Gui y él no quisieron regresar al rancho y se instalaron en Carmel, pero acabaron volviendo a Los Pesares, quizás por falta de dinero –a causa de la crisis económica les costaría pagar el alquiler de su casa de Berkeley- o quizás por las críticas de quienes achacaban el accidente a las excentricidades de Jaime.

En el rancho criaban animales, trabajaban (poco) en lingüística y Jaime hacía de maestro con Guiomar, aunque su forma de enseñar –autoritaria y exigente no gustaba a la niña. A pesar de todo no estaban aislados, seguían recibiendo muchas visitas de amigos. En sus cartas de esta época, Jaime dramatiza su situación y se hace la víctima con cierta teatralidad, pero es indudable que los remordimientos y la pena le consumían. Nunca fue el mismo después de la muerte de Alvar. Bebía y fumaba todavía más que antes, se hizo adicto a la codeína que necesitaba para combatir los dolores de su pierna y sufría insomnio y alucinaciones.

Tres años más tarde, en 1935, su vida en Los Pesares había recuperado el curso habitual: trabajo de granjero, idas y venidas a la ciudad, visitas de amigos y colegas. Jaime se propuso publicar un libro de cocina y también escribir cuentos, y cuando estalló la guerra civil española especuló con alistarse en la Brigadas Internacionales, pero naturalmente no lo hizo. A fines de 1936 se construyó un camino asfaltado que llegaba hasta el mismo rancho y la facilidad de acceso implicó que las cosas cambiaran mucho, ya no se trataba de un lugar perdido en la montaña donde uno se podía aislar.

A caballo en Los Pesares.

Segunda separación matrimonial

Jaime marchó a San Francisco a estudiar chino y de nuevo cayó en la tentación del travestismo. A menudo salía a la calle con ropa femenina y maquillado, aunque ni así conseguía parecer una mujer: hay quien afirma que no era solamente un juego, sino que buscaba aventuras homosexuales en los barrios bajos, pero eso no está comprobado. Otras veces se paseaba con una pesada capa española y su aspecto exótico provocaba las burlas de la gente. A su alrededor se formó un grupo de escritores y artistas, muchos de tendencia socialista o anarquista, y en el verano de 1937 acondicionó Los Pesares para acoger turistas, compró mobiliario y encargó unos folletos de propaganda, pero la iniciativa no tuvo éxito. Cada vez bebía más y eso le creaba graves problemas. Un caballo le rompió la pierna y en otra ocasión disparó contra el ganado de unos vecinos que invadía constantemente la finca, y como consecuencia del ataque toda la familia fue arrestada por la policía local. Más tarde se presentó en el rancho un inspector escolar para averiguar por qué Guiomar no iba a la escuela y Jaime consiguió convencerle de que él podía enseñar a su hija todas las materias.

En enero de 1939 se trasladaron a San Francisco, donde Jaime y Nancy se dedicaron a estudiar chino y Guiomar asistió al colegio. El matrimonio estaba en crisis total y se separó definitivamente. Jaime volvió solo al rancho y allí hizo nuevas amistades: el músico Harry Partch, que vivía cerca; un pintor griego llamado Jean Varda; un poeta inglés y muchos otros que pasaban por allí con sus mujeres. De vez en cuando recibía la visita de Nancy y Gui, pero no hubo reconciliación. Nancy guardaba las distancias y Guiomar, que ya era una adolescente, le había perdido el miedo y se rebelaba contra sus imposiciones.

En marzo de 1942 Jaime abandonó el rancho, porque ya no soportaba vivir solo, y se instaló de nuevo en la casa de su mujer y su hija en Berkeley, aunque no fue bien recibido. Seguían las broncas y en una ocasión amenazó con suicidarse. Por esa época Nancy colaboraba con el Comité de Ayuda a los Refugiados Españoles y Jaime también se implicó en sus actividades, pero al cabo de poco tiempo le expulsaron por ofender a una compañera. Mal vestido y con frecuencia borracho, tenía dificultades para encontrar trabajo. Finalmente, le contrataron de conserje en una escuela para sordomudos. A pesar de todo, no perdía las esperanzas de volver a la lingüística, comenzó a escribir un libro titulado What is Language? e intentó sin éxito contactar de nuevo con Franz Boas para conseguir encargos.

En San Francisco, Nancy y él lograron emplearse en los astilleros, que en aquellos años no daban abasto a causa de la guerra mundial y contrataban cualquiera que no fuera inválido. En el trabajo estaban separados, pero en la casa las peleas eran continuas. A finales de 1943 Nancy y Gui, hartas de aguantarle, le obligaron a irse. Días más tarde, en casa de unos amigos, se pelearon de nuevo y Jaime intentó suicidarse cortándose el cuello con un cuchillo, le trasladaron de urgencia al hospital y se salvó de milagro. Cuando le dieron el alta, pidió visado para llevar a cabo estudios de lingüística en México, pero al no concedérselo fue a vivir al estudio de un amigo hasta que, como siempre, la relación se tornó imposible y debió marcharse. Se instaló entonces en un barrio marginal y malvivió con trabajos precarios –repartidor en la Western Union, pintor en un taller naval y en todos acabó mal. En una ocasión se durmió fumando, provocó un incendio y reaccionó con violencia contra los que le prestaban socorro, lo cual provocó, además de la pérdida del empleo, que le ingresasen durante días en un psiquiátrico. Nancy no quería verle, pero cuando podía le envíaba algo de dinero y de vez en cuando se escribían. A falta de algo mejor, hacía de profesor por libre a gente de su barrio –enseñaba español, chino, matemáticas y trabajaba como limpiador de oficinas. Tenía 56 años y en las fotos de la época presenta un rostro marcado profundamente por las penalidades.

Jaime a finales de la década de 1930.

La etapa final

En la primavera de 1945 Jaime decidió volver a vivir en Los Pesares. En sus cartas a Nancy se manifestaba contra el sistema que él denominaba RECAPIM (el complejo Reaccionario, CAPitalista, IMperialista) y su propaganda. Despotricaba del presidente Harry Truman y confiaba en el izquierdista Henry Wallace que nunca consiguió llegar a la Casa Blanca y cuando Winston Churchill visitó Estados Unidos (1946) y pronunció su famoso discurso anticomunista en Fulton, se puso como una fiera contra ingleses y americanos. En su ingenuidad estaba convencido de que el capitalismo tenía los días contados. Sin embargo, opinaba que los aliados no debían invadir España para derribar a Franco, porque eso pondría a todos los españoles de parte del dictador.

Su vida en el rancho era solitaria y miserable, pero continuaba escribiendo su libro sobre el lenguaje, tarea en lo que le ayudaba una amiga que también colaboraba con Henry Miller, quien vivía en una urbanización cercana. Jaime y el famoso autor de Trópico de Cáncer tuvieron algún contacto, pero no una relación estrecha, a pesar de ser vecinos. Jaime consideraba a Miller un tipo infantil y no leía sus libros. Para ganarse amistades y tener compañía, comenzó a regalar partes de la propiedad a personas que querían edificar allí sus casas, hasta que Nancy le obligó a firmar un documento notarial que se lo impidía. Todavía se carteaba con su hermana Pura, a la que le daba cuenta de su cansancio físico y del dolor que le causaban los recuerdos. También se le quejaba de que a los americanos como a los indios no les gustaban los viejos, que los consideraban una carga y una molestia y que querían que se murieran pronto.

En 1947 acabó What is language? pero las editoriales a las que lo ofreció rechazaron su publicación. Interesado por la lengua hebrea, por la nueva física y por la incipiente cosmología (por entonces se empezaba a hablar de la expansión del universo), escribía poemas y haikus. A finales de 1948, año en el que sus diarios revelan un estado mental caótico, comenzó a sufrir problemas de próstata y fue ingresado en un hospital para veteranos del Ejército, donde le detectaron cáncer. Le concedieron una pensión por sus servicios durante la Primera Guerra Mundial y se instaló en San Francisco. Un día, un amigo le proporcionó la dirección postal de Ezra Pound y le pidio que le escribiera para que el poeta no se sintiera tan solo. Por entonces Pound estaba internado en un hospital psiquiátrico de Nueva York, lo que le salvó de un juicio por traición ya que durante la guerra había colaborado con el régimen de Mussolini en tareas de propaganda. La correspondencia entre ambos duró hasta la muerte de Jaime y en ella trataron muchos temas, entre ellos varios referentes a la literatura española. Jaime informó a Pound de su relectura de Tirano Banderas, de Valle Inclán, que le había encantado y de cuanto le gustaría verla traducida al inglés, y también intercambiaron opiniones sobre el Poema del Mio Cid. En una de esas cartas Jaime cita una cuarteta famosa de la literatura española del siglo XV que él atribuye erróneamente a un portugués (es de un valenciano, el Comendador Escrivá) y que dice así:

 Ven muerte, tan escondida / Que no te sienta conmigo / Porque el goce de contigo / No me torne a dar la vida.

Ezra Pound.

Muerte en Berkeley

Mas tarde dejó el piso de San Francisco y se trasladó a Sausalito, a la casa-barco de unos amigos. En California se convirtió en una leyenda y regularmente le visitaban admiradores, algo que le halagaba. Tras un nuevo ingreso en el hospital, a principios de 1949, ya muy enfermo, se trasladó a la casa de Nancy en Berkeley, donde ella y Gui le cuidaron durante unos meses. En la primavera empezó a colaborar con una emisora de radio local leyendo sus cuentos indios; reescribió su viejo Indians in Overalls y se lo mandó a Ezra Pound, quien le sugirió que buscase editor. De hecho, Pound y su mujer se convirtieron en los mejores agentes literarios de Jaime y en 1953 lograron que se publicase su Indian Tales. Por estas historias sobre los nativos americanos, Pound definió a Jaime de Angulo como “el Ovidio de Norteamérica”, haciendo un paralelismo con el poeta romano que durante su exilio en el Mar Negro escribió sobre los pueblos bárbaros que le rodeaban.

En el verano de 1949 se quedó solo de nuevo porque Nancy y Gui se marcharon a Francia y como su salud había mejorado ligeramente volvió a Los Pesares al cuidado de una pareja amiga. Dormía de día y trabajaba de noche: estaba obsesionado por reformar la ortografía del inglés de tal forma que permitiera aludir de varias maneras a una misma cosa. En sus últimas cartas expresó su creciente desprecio por las masas y por la política de todo tipo, y también despotricó de Jung y sus métodos. Unos meses más tarde regresó a Berkeley, su enfermedad se agravó y tuvo que ser ingresado en el hospital. Allí le extirparon las gónadas para intentar detener el avance del cáncer, pero todo fue inútil. Murió, sedado e inconsciente, en octubre de 1950, a los 63 años de edad.

Jaime poco antes de morir.

Compromiso con la vanguardia

La figura de Jaime de Angulo nos remite a varias de las principales corrientes intelectuales de la primera mitad del siglo XX. Gracias a Cary Fink formó parte de los primeros movimientos antisistema que aparecieron en Estados Unidos importados de Europa. También fue pionero del multiculturalismo con su reivindicación de las culturas indígenas y su defensa frente a los abusos y el genocidio que habían seguido a la conquista del Oeste americano por los blancos. En el período de entreguerras contribuyó a difundir el psicoanálisis en Norteamérica y fue el hombre que puso en contacto a Jung con los mitos de los indios americanos. Y en sus últimos años estuvo vinculado al grupo de artistas y escritores conocidos como la "generación beat” que se asentaron en la costa de California en los años cuarenta. A lo largo de su vida desafió las convenciones sociales en asuntos de familia y se proclamó anarquista y socialista en el santuario del capitalismo. Hoy, con la perspectiva que da el tiempo, todas esas corrientes de pensamiento están bastante devaluadas, pero es indudable que en su momento fueron importantes y provocaron cambios fundamentales en las mentalidades. Jaime de Angulo experimentó todas las ilusiones y las decepciones intelectuales típicas de las generaciones que pasaron de la época victoriana al mundo de la bomba atómica.

Con independencia de lo anterior, hay que reconocer que sus logros no fueron pequeños. Hizo aportaciones notables a la lingüística y la antropología americanas, y a pesar de que su idioma nativo no era el inglés fue autor de novelas y poemas que merecieron elogios de escritores muy cualificados. En la tesis que citamos al principio se valora su obra literaria en los términos siguientes:

Gracias a su trabajo con los indios, especialmente los del norte de California, hizo una contribución única a las letras norteamericanas. Su novela The Lariat ha sido justamente comparada con La letra escarlata (de Hawthorne) y la calidad de toda su obra es comparable a la de los mejores escritos sobre el Oeste Norteamericano procedentes del círculo literario de Big Sur-Carmel y del movimiento modernista internacional de esa época.

¿Qué se puede decir de él como persona? Toda vida está compuesta de muchas facetas y en el fondo es un misterio. La de Jaime es un buen ejemplo de ambas cosas. Su insólita trayectoria parece ser la suma de varias personas diferentes: un niño bien de la Europa de fin de siglo que se transforma en cow-boy y luego, sucesivamente, en médico, psicólogo, antropólogo, lingüista y escritor; y todo ello sin perder nunca su afición por la vida en la naturaleza y los trabajos duros. En esas actividades demostró una energía y talento que, de no ser por su temperamento inestable y disperso, le hubieran llevado mucho más lejos de lo que llegó. Aquí viene al caso la famosa sentencia de Goethe “el destino es el carácter”. ¿Cuál era el motor secreto de Jaime? ¿Qué buscaba para él y que quería ser para los demás? Naturalmente, esas cosas van cambiando en la vida de cualquier ser humano a medida que pasan los años y todos sentimos que hemos sido distintas personas a lo largo de nuestra existencia. Pero también tenemos una sensación de continuidad, de que hay cosas en nuestro interior que no cambian con el tiempo y que solo se expresan de otra forma. Ese núcleo duro de la personalidad se forja en la infancia y la juventud, y en el caso de Jaime hay pocos datos de esa etapa de su vida por lo que es aventurado hacer un diagnóstico. Sabemos que perdió a su madre muy joven (14 años) y que por entonces no sentía excesivo afecto por ella y despreciaba su estricta religiosidad. Por su padre, en cambio, tuvo siempre un gran respeto, a pesar de que le había internado en el detestado colegio de Vaugirard y de que era un hombre extremadamente conservador. Es posible que esos sentimientos tan diferentes tuvieran algo que ver con las preferencias de Isabel y Gregorio por cada uno de sus hijos –como parece insinuar Gui en su libro–, pero también podrían atribuirse a una necesidad del joven Jaime de identificarse con una figura fuerte y buscar su reconocimiento. De Angulo manifestó durante su época adulta esa misma necesidad frente a otras personas como Franz Boas, Tony Luján o Carl G. Jung.

Libro sobre Jaime de Angulo.

Pasión por destacar

Pero la necesidad de ser reconocido no se limitaba a una figura paterna, sino que era general. A lo largo de toda su vida Jaime quiso destacar y ser admirado por los demás. Primero, por su inteligencia –de la que era muy consciente y cuando eso no funcionaba, por sus conocimientos, su vida poco convencional e incluso por su condición de extranjero y exótico. Eso explicaría al menos en parte su compulsiva necesidad de cambiar de profesión y de interesarse por cosas nuevas, ya fueran los insectos, la filosofía china, las lenguas raras o la mitología de los indios americanos. Cuando su dedicación a una de esas actividades se convertía en rutina y ya no podía sorprender a quienes le rodeaban, lo dejaba y buscaba algo más impactante. Eso no significa que no tuviera un genuino interés por cosas nuevas, pero la necesidad de epâter a los demás jugó un gran papel en esos cambios.

Esa actitud explica también su extraña y contradictoria relación con España. No sabemos cómo vivió de niño su condición de extranjero en Francia, pero sería extraño que ya en esa época hubiera sentido que esa circunstancia le daba un aura especial. Lo cierto es que durante sus primeros años en América presumía de sus orígenes y que mantuvo la nacionalidad española durante bastante tiempo. Y después, cuando se instaló en Big Sur, bautizó con nombres hispanos su rancho e incluso a muchos de los caballos y mulas que tuvo; por no hablar de su inveterada costumbre de vestir en un supuesto estilo español –boina, capa, faja de seda que le daba un aire exótico. Todo esto parece puro teatro para impresionar a la gente y no lo hubiera hecho ningún español normal que llevase años viviendo en Estados Unidos. Diríase que España y lo español le servían únicamente como instrumento para destacar y hacerse el interesante. Como ya se ha explicado, la concepción romántica que tenía de España sufrió un rudo golpe en 1923, cuando visitó el país por primera vez, pero incluso su reacción de entonces parece teatral y poco ecuánime. Sus comentarios son superficiales y más propios de alguien a quien le han quitado un juguete con el que había estado presumiendo ante sus amigos americanos. A pesar de ello nunca quiso desprenderse por completo de esa herencia, como lo demuestran los nombres de sus hijos, el que les enseñara a hablar en castellano, su interés por nuestra guerra civil y la afición a la literatura española, antigua y moderna, que se manifiesta en la correspondencia con Ezra Pound.

Jaime de Angulo hacia 1915.

Un seductor de triste final

Por otro lado, parece claro que fue un gran seductor. Era bastante guapo, sabía cómo agradar y con las mujeres siempre tuvo éxito. En este sentido, es asombroso que a pesar de las peleas y enfrentamientos con Cary y Nancy, ambas siguieran teniéndole cariño y ayudándole tras las respectivas separaciones. También demostró facilidad para ganarse el aprecio de otros hombres, especialmente los que le interesaban intelectualmente, pero sus cambios de intereses y de humor le hicieron perder muchas amistades y contactos profesionales; es lo que le sucedió con sus socios en los negocios ganaderos, con Kroeber, con Jung y con otros muchos.

Con los años y las dificultades, su comportamiento se hizo cada vez más imprevisible y agresivo tornando imposible cualquier relación duradera con los demás. El abuso del alcohol, que fue una constante de su vida, debió tener mucho que ver en esto. Según cuenta Gui, cuando estudiaba en Baltimore decidió llevar una vida sana, que incluía abstenerse de carne y alcohol, pero estos propósitos duraron poco. Las referencias a sus borracheras comienzan en el rancho de Alturas (1914) y van aumentando en los años posteriores, con una serie inacabable de incidentes, tanto en privado como en público. A partir de la muerte en accidente de su hijo en 1933, la vida profesional y personal de Jaime descarriló de forma irremediable y cayó en excesos y extravagancias que le convirtieron en un marginado. A pesar de ello, en sus intervalos de lucidez, mantuvo el buen humor y fue capaz de seguir trabajando y escribiendo casi hasta el último momento.

Al leer su biografía no es posible evitar una mezcla de admiración por sus aventuras juveniles, de interés por su etapa profesional y de pena por su hundimiento final. Es difícil acertar en el juicio sobre los demás, pero si se puede extraer alguna lección de este caso, es que ni la inteligencia, ni la belleza física ni la energía personal son una garantía de acierto y felicidad. Claro que, tal vez, no fuera eso lo que buscaba Jaime de Angulo.

 

Notas

1. H. T. Hakl. Eranos, an alternative intelectual history of the XX century. McGill-Queen’s University Press. 2013

2. La única referencia local que he encontrado aparece en el blog Obiter Dicta de Jorge Ordaz del 21/9/2008, titulada “Y la respuesta es: Jaime de Angulo”

3. Barry Eisenberg. An homage to Jaime de Angulo: a north american Ovid. Tesis presentada en la Sonoma State University.1989

Gui de Angulo. The grand coyote of Big Sur. Henry Miller Memorial Library. Big Sur, California. 1995

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