Y ...UN CORTO ETCÉTERA /// Rescates

Autoevaluación de un lector herrumbroso

Un amigo me pide que le deje Herrumbrosas lanzas, de Juan Benet, seguramente para comprobar alguna cuestión que le acaba de suscitar la lectura de Ensayos de la incertidumbre. Lo busco en la desordenada estantería y antes de entregárselo paso el dedo gordo de la mano derecha sobre el filo del libro mientras lo sostengo en la izquierda. Acostumbro a dar este rápido repaso cuando abro un volumen de muchas páginas que no he tocado en años, pero solo encuentro, muy de vez en cuando, un billete de metro, un recibo, una postal o una fotografía que debí utilizar como punto. En esta ocasión caen al suelo unas hojitas rectangulares en las que, pese a lo mínimo de los trazos, distingo mi letra. Son anotaciones a bolígrafo, de color azul, negro y rojo, realizadas mientras leía la novela. De un vistazo compruebo que no se trata de citas, sino de palabras raras, expresiones curiosas y alguna oración de sintaxis compleja o carente de sentido para mi. Cuando le explico esto, mi amigo, escritor de estirpe benetiana, me mira perplejo, como extrañado de que sustanciara en tan pocas líneas la ardua tarea de desentrañar la narrativa del ingeniero madrileño, a quien él trató y ha rendido simpático homenaje en una de sus mejores novelas.


Debí devorar Herrumbrosas lanzas a mediados de la década de 1990, diez años después de que Alfaguara la publicara en un único tomo. Me había tentado la obra de Benet en la juventud, pero no pude con Volverás a región ni con Una meditación. Sin embargo, la novela de título inspirado en Miguel Hernández me deslumbró por la formidable manera en la que la guerra civil se convierte en ficción, por su riqueza léxica y por la prosa de párrafo largo característica del autor. Enfrascado en el relato coral del acontecer bélico en Región, debí preferir seguirlo sin demasiadas interrupciones, por lo que consigné sólo una pequeña parte de las palabras nuevas para mí y de las frases que me anonadaban.


 

Ahora, pasados más de tres lustros, he utilizado esos apuntes para evaluar mis actuales reflejos como lector. Quería comprobar si ya figuran en el diccionario de mi disco duro palabras que desconocía cuando leí Herrumbrosas lanzas o si persisto en similares dudas y la misma ignorancia. Una vez realizado el autoexamen, sin trampas propias de mal jugador de solitarios, he repartido las anotaciones en tres grupos. En el primero reproduzco las que me siguen sonando a chino; en el segundo, las que entonces me planteaban dudas sobre su significado y ahora también; y en el tercero, las que creo tener aprendidas. Por supuesto, no sé si estas últimas las comencé a conocer acudiendo al diccionario tras finalizar la lectura de la novela de Juan Benet, pero perfectamente pudo ocurrir así.


SIGO SIN SABER qué diablos significan los adjetivos de “beso perfunctorio”, “subálveas rentas”, “alabeada superficie”, “desultorio (…) ¡oh!” “pacto conmutativo (…) y sinalagmático”, “cairelado octubre”, “hobachones caballos”, “actitud (…) procastrinante”, “leche antefélica”… Ni, por cierto, los sustantivos, en singular y plural, “borrén” “serna”, “enfiteutas”, “contravolente”, “jabalcón”, “subrepción”, “tolmo”, “telford”, “marlo”, “lábaro”, “charnela”, “amillaramientos”, “solio”, “castillaza”, “prestímano”, “valderas”, “esfarataores”, “bujes”, “saboyarda”, “bocoyes”…Y tampoco, frases como “practicar los aluches regionalistas”, “atalajaba las mulas al carro” “una combinación tan inmiscible”, “situarse a suso de la cerrada de El Balsador”, “un otoño de una edad paralíptica”, “había posteado lo bastante como para sostener la caída del Imperio Romano”, “se limpiaba las manos con un puñado de cotones”, “el chapoteo del gánguil que en ese momento la remonta” …


TENGO DUDAS, aunque acertaría bastantes, sobre el significado de las palabras “alcuza” “morrión”, “ferodo”, “grisalla”, “aspidistra”, “irrogar”, “solio”, “estarcido”… y expresiones como “almohazando su caballo”, “como ese alto y germinal bohordo que la pita (…)”, “enemigo asendereado por largos días de combates”, “capa de cardenillo”…

 

CREO CONOCER, con mínimo margen de error, el sentido de los adjetivos “mancuniano”, “agarena”, “vicario”… los sustantivos “postillón” “macadam”, “nava”, “breña”, “paráfrasis” “perífrasis”, “jibia”, “casamata” “caolín”, “trágala”, “orvallo”, “médano”, “armón”… los verbos “columbrar” y “subsumir”, y frases como “reforzar un glacis en el alfoz de la villa”, “incoar el expediente de su derrelicción” y “mientras el timbal, demasiado seco para ser aceptado solamente por el oído, golpeaba en todas las membranas de la carne para levantar una réplica de indolentes relinchos”.

 

No he avanzado gran cosa, lo reconozco. Puede incluso que en algunos términos se hayan escapado erratas, bien cuando las escribí o al copiarlas ahora. Sólo me consuela la convicción de que Benet era y es mucho Benet. Y en cualquier caso, a Herrumbrosas lanzas le debo la ya inveterada costumbre de leer siempre con un boli y un papel a mano.

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