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Pequeña crónica del robo de gasolina a un viejo SAAB

No hay mucho que contar sobre los viajes cancelados. De algunos vale la pena explicar la preparación y el plan de ruta previsto, pero lo principal es dejar constancia del motivo de la anulación, algo que se sustancia narrativamente en un par de líneas: enfermedad o indisposición repentinas, huelga, avería mecánica, muerte de un próximo, catástrofe natural, overbooking, golpe de estado, imprevisto laboral, desaparición de la compañía aérea, timo en internet, despiste horario…Por supuesto, cabe fantasear sobre los lugares que se pretendía visitar, e incluso inventar detallados recorridos por ellos, pero eso no sirve para elaborar una crónica.

 

Los robos en viaje proporcionan más fondo narrativo. Carteristas, sirleros, descuideros, robacoches, trileros y otros persistentes amigos de lo ajeno hacen todo lo posible para romper la normalidad de cualquier tránsito o estancia. Ellos se afanan para proporcionar tensión a nuestras escapadas, nos exigen estar alerta, ser precavidos, tomar cuantas medidas resulten precisas para no perder documentos, dinero o pertenencias y, en última instancia, para que no se interrumpa o aborte el placer de viajar. Y cuando a pesar de todo somos víctimas suyas, no sólo nos dejamos llevar por los peores demonios, sino que además tenemos necesidad de contar lo que nos ha pasado, y no sólo a la policía.

 

Hasta ahora nunca había cancelado un viaje por un robo previo. En algún momento he llegado a temer que me afanaran la gasolina de mi viejo coche, pero nunca pude imaginar que semejante cabronada ocurriera de la manera en que finalmente pasó, y mucho menos que originara tamaño zafarrancho. Yo simplemente dejé el coche un par de días en el parking del MNAC barcelonés situado en Montjuic (información que sirve de aviso para navegantes). Y a partir de la una de la tarde del 16 de noviembre hubo una sorprendente pero lógica concatenación de hechos.

 

Pensaba escribir sobre ellos, pero no vale la pena. A mi mujer, el percance le pareció lo suficientemente interesante como para contárselo a bote pronto a una de sus amigas en el correo electrónico que reproduzco a continuación y cuya veracidad confirmo al 99 %. Lo de los bomberos no fue para tanto…         

“¿qué tal, querida?

te cuento, íbamos a salir de BCN camino de PPN, era la una del migdia mesomenys, habíamos cargado el coche comme d'habitude y un poco más: ordenadores dos, maletas dos, cámara de fotos con su trípode, bolsa para zapatos, bolsa con la comida del frigo que se pudiera estropear (nos íbamos para diez días), música, libros...y ADEMAS EL GATO con toda su impedimenta, jaula, comida, agua y sus recipientes idóneos, bandeja para la arena con su bolsa de varios quilos de la misma...

en fin, ya ves...

el coche no tiene gasolina, JP se extraña, nos habrán robado dice, no creo, quito leña, llenemos el depósito aquí cerca de casa.

tal cual entra la gasolina por donde debe sale por debajo del chasis, un chorrito uniforme con el caudal de un pis de un joven orinando un sábado de marcha en cualquier esquina del Raval, así que empujamos el coche hasta una esquina de la calle.

el gasolinero alerta, "llamen as los bomberos", hemos puesto unos 30 litros de ese sol fósil tan caro que nos mueve y ya hay un charco creciente en el cruce Ronda Sant Pau con Marqués de Campo Sagrado (¡vaya nombrecitos y eso que estamos en un estado laico, ¡viva la Pepa!), la gasolina sigue cayendo…

llamada al 112, vienen los bomberos, un camión haciendo sonar la sirena con cinco números de calendario, perfectamente uniformados como para apagar el mismísimo averno, guapos, aparatosos, el primero se agacha para mirar qué pasa, agujero hecho con barrena de 3mm dice, el segundo corta una pequeña rama de un almez, saca una navaja, la afila y con ella cierra el orificio, todos descansamos, ya son muchos vecinos y viandantes que siguen con nosotros la operación.

viene la policía municipal, dos motos enormes con sus respectivos números y otros cuatro que aparecen a pie en dos parejas de no se sabe dónde, y al poco dos mossos. no han pasado ni seis minutos: se acordona la zona, somos una bomba potencial, se vierten varios sacos de arena y una grúa aparta el coche, llegamos a un garaje cercano, cerrado, el seguro nos proporciona la dirección de un segundo taller también cerrado.

es la hora de comer y queda todo el papeleo, la denuncia a la policía y allí  piden informe del taller; en el seguro, por su parte, reclaman un fax con el nº de expediente de la denuncia; nuestro SAAB es tan viejo que ya no se fabrican piezas de repuesto.

¿qué hacemos?, dejamos el coche en el garaje, y en un taxi nos volvemos a casita los tres con toda nuestra impedimenta, y aquí estoy cansada pero contenta.

besos mil

menci

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