LITERATURA /// Lecturas

Escritor por imperativo ético

EN TIERRA INHUMANA /// Jósef Czapski

ACANTILADO, 2008

....................

La iniquidad de la guerra tiene infinitas caras y toda clase de víctimas. El juego de la geopolítica, a veces perverso, puede llegar a convertir en aliados a los enemigos de ayer. Cuando eso ocurre, y ocurre con más frecuencia de lo que dicta la lógica, en los pueblos y naciones afectados se decreta una suspensión temporal de la realidad. ¿Cómo combatir hombro con hombro con quien hasta poco antes te mataba, encerraba, torturaba, violaba, saqueaba…? Parece imposible, pero se acaba aceptando. La esquizofrenia no tiene cabida en los territorios donde hablan las armas. Es algo que queda claro tras leer En tierra inhumana, sobrecogedor texto del que su autor, el artista polaco Józef Czapski, dice que cuanto más se adentraba en él, “más consciente era de que no estaba escribiendo lo que quería, sino lo que debía”.


El enconado enfrentamiento entre Polonia y Rusia ha deparado abundante bibliografía. Odas, ensayos, novelas, panfletos, cronicones, biografías, sátiras…toda clase de obras han inflamado durante siglos la maraña de sentimientos patrióticos de cada parte, a la par que inoculaban dosis venenosas de odio al adversario. En la larga y compleja forja de la identidad nacional polaca, la religión y la literatura fueron las principales herramientas empleadas en una fragua cuyo fuego alimentaban la prepotencia y los deseos anexionistas de Prusia, Austria, Rusia y…por supuesto la URSS. La tierra inhumana del título. La que se abate sobre Czapski durante sus dos años como prisionero y la que, una vez convertido en teórico aliado, frustra sus denodados intentos por conocer el paradero de miles de militares polacos a los que esa misma tierra parecía haber tragado durante el pacto de no agresión entre Hitler y Stalin.


El libro es una denuncia de la despiadada razón de estado y a la vez un cántico a la voluntad de las personas comunes por sobrevivir en las condiciones más extremas. Un documento histórico necesario y también una narración emocionante, como puede deducirse por los títulos de algunos capítulos: “A través de Rusia”, “El palacio de la miseria”, “Por la estepa”, “El piano de Chopin”, “La celda de la muerte”. “La rama de la vida”, “Del tormento del exilio guárdanos…”. Y, por supuesto, un testimonio dolorido y atormentado. “Hoy –confiesa el autor– todos nosotros hacemos examen de conciencia preguntándonos cuantas muertes causamos por haber dado un consejo u otro, o por no haber sabido dar ninguno. Los del estado mayor éramos literalmente bombardeados con peticiones de consejo. Todo el mundo creía, y con cierto derecho, que nosotros sabíamos mejor que nadie cómo sería el futuro, y solo muy pocos se daban cuenta de que el porvenir del incipiente ejército polaco no dejó de ser nunca una gran incógnita”. De esa incógnita, padecida, además, en medio de la tundra, a cincuenta bajo cero durante el invierno, trata el libro de Czapski, más conocido por su faceta de pintor hasta su fallecimiento en Francia hace veinte años.


Los tres textos que lo componen –Memorias de Starobielsk, En tierra inhumana y La verdad sobre Katyn– fueron redactados entre 1942 y 1947, y esa inmediatez con respecto a los hechos narrados juega a su favor. Pese a que está muy bien escrita, y denota la sensibilidad y erudición de su autor, no pretende ser una obra literaria, ni siquiera unas memorias, sino el informe, duro y descarnado, de terribles episodios de la Segunda Guerra Mundial. Hubo muchos igual o más espantosos, pero pocos tan paradójicos. La Unión Soviética, que previamente había encerrado y exterminado a buena parte de la oficialidad polaca capturada en 1939, tuvo que consentir, y aparentemente promover, la formación del Segundo Ejército Polaco, integrado más tarde en las fuerzas aliadas bajo mando inglés. Fue en este cuerpo, al mando del general Anders, donde Czpaski, que hablaba el idioma y estaba familiarizado con la cultura rusa, dirigió la Oficina de Protección del Soldado, desde la que intentó inútilmente seguir el rastro de sus compatriotas encerrados en campos de prisioneros y gulags. O ya asesinados en Katyn, aunque eso él no podía saberlo entonces, y apenas se atrevía a sospecharlo.  

....................