LITERATURA /// Lecturas

Dos lecturas de una desinhibida crónica histórica

El DESBARAJUSTE /// Ferran Planes

Libros del Asteroide, 2013

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Ferran Planes estuvo en un tris de sufrir los padecimientos que su amigo Joaquim Amat-Piniella describe en la novela autobiográfica K.L. Reich. Quince días después de escaparse de Fort Hatry, en Alsacia, todos sus compañeros y los judíos encerrados allí fueron trasladados a Mauthausen, campo de exterminio nazi en el que sólo sobrevivieron una cuarta parte de los 10.000 españoles que entraron en él. De esa fuga a pie por toda Francia, la experiencia del exilio, su plácida guerra civil, los años de militancia política durante la Segunda República y episodios anteriores de su existencia trata El desbarajuste. Crónica personal de innegable interés y reconfortante ironía que, como aconseja en el prólogo, hay que tomar como “una de las infinitas imágenes –la vuestra, la de todos los hombres– que también podrían situarse en el primer plano. Y entonces comprobaríamos que todo se convierte en telón de fondo, que es lo que importa”.


El autor avisa de que no va explicar la entera verdad, pero que nada de lo que cuente será mentira. El desbarajuste parece al principio una rememoración algo desordenada, producto más de un arrebato que de un plan narrativo, pero acaba resultando una obra bien estructurada, ponderada, razonable, en la que no se omiten fallos y desilusiones, con una certera interpretación de las penosas circunstancias que condujeron a la guerra civil. En ella se sostienen opiniones ampliamente aceptadas ahora, pero que no eran ni mucho menos mayoritarias cuando se publicó en catalán en 1969 como El desgavell. Ferran Planes decidió descartar el título que más le gustaba, La coña, por temor a que la ambivalencia de la palabra minusvalorara su análisis del desaguisado que fue la España de la década de 1930 y de las penosas consecuencias que se derivaron de la victoria franquista.


La escritura avanza como en un largo flash back con tres grandes capítulos: el exilio, la guerra y la República. El autor describe con desparpajo la Cataluña de su infancia y precoz juventud, la España que le obliga a cambiar la Universidad por el Cuerpo de Artillería y la Francia de los campos de exiliados, los trabajos forzados, las prisiones bajo la ocupación alemana, la fuga campo a través y las faenas sin sueldo, aunque junto con su mujer, en aserraderos y granjas cercanos a la frontera durante el gobierno de Vichy. En todos los casos la narración de su peripecia personal va acompañada de pertinentes explicaciones históricas y de una amigable tutela al lector que se sustancia en coletillas del estilo “ya aparecerá”, “ya llegará después”, “como ya veremos”, “ya os contaré” o “ya os lo he contado”. Un tono que alcanza su mayor eficacia en frases como “el poder político estaba desbordado, iba en calzoncillos por el medio de la calle” (refiriéndose a los años de la República), “era como una casa quemada por dentro, de la que solo conservaran intacta la fachada (sobre el gobierno legítimo en los días siguientes al 18 de julio de 1936) o “un lujo que solo puede permitirse la miseria” (como califica la desconcertante circunstancia de que la batería que comandó durante meses en la sierra de Granada no llegara a disparar un solo obús).


El adulto de poco más de 50 años que menciona de pasada en El desbarajuste a los hippies, el pacifismo, John F. Kennedy, el nuevo orden internacional e incluso el amor libre no hace sangre con el joven impaciente, bienintencionado y creído que transita por sus páginas. El compromiso político, la amistad, la literatura y el amor por Elisabet, su mujer y luego madre de sus dos hijos, fueron los grandes motores existenciales de Ferran Planes, pero en su obra hay varios subtemas. Uno es la vida cotidiana en los pueblos del Pirineo catalán en pleno cuestionamiento del poder secular de curas y caciques por las fuerzas políticas progresistas y los sindicatos obreros. Y otro, las complejas relaciones individuales y entre organizaciones durante el exilio, asunto que llegó a condicionar la difusión del libro porque un personaje de cierto relieve se sintió maltratado, pese a aparecer con otro nombre y apellido en sus páginas, y presionó durante años para que no se reeditara en catalán. Finalmente, Club Editor la publicó de nuevo en 2010 con una clarificadora nota introductoria de Maria Bohigas que también figura en la versión castellana, con traducción de Carlos Manzano.


La desinhibida crónica de Ferran Planes sobre unos años terribles en lo colectivo y fascinantes en lo personal permite también una lectura en clave actual. Él fue un activista de Esquerra Republicana de Catalunya capaz de conciliar sus ideales nacionalistas con el respeto institucional y la admiración cultural que sentía por España, como tantos de los militantes de su época, y ninguno, o casi ninguno, de los de ahora. Ese reniego, se mire por donde se mire, tiene que ver con bastantes de las cuestiones que denuncia El desbarajuste. Y, aún más preocupante, en sus páginas se leen frases como “entonces no creíamos en las cajas de ahorro” y “todo lo que olía a Estado en España estaba podrido, corrompido”. Ojito.

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