JAZZ /// Perfiles

Cifu/Bob Parlocha: voces cómplices y sabias

Sus pasiones fueron el jazz y la radio. Español uno y estadounidense el otro, la muerte ha reforzado ese doble vínculo. Juan Claudio Cifuentes, más conocido por Cifu, falleció en Madrid el 17 de marzo tras sufrir un ictus. Robert, Bob, Parlocha se fue dos días antes a consecuenda de un ataque de corazón en su residencia californiana de Vallejo. Dando por seguro que sabían el uno del otro, puede que nunca llegaran a relacionarse. No importa. Separados por miles de kilómetros, la afinidad en su labor profesional parece indicar que también compartían el modo de entender la vida. Al menos coincidieron en dar siempre trato de amigos a sus oyentes y, con el paso de los años, en la obstinación de no fallarles, de cumplir sus citas. Cultos, memoriosos, irónicos y respetados por sus colegas, la muerte les atrapó con los auriculares puestos. Nada pudo contra su entusiasmo: ni la merma de sus facultades físicas, ni el derrumbe de la industria discográfica, ni el cierre de emisoras, ni la readaptación radiofónica a internet. Los locutores de su generación aún en activo responden igual cuando se les pregunta por qué siguen: “¿Retirarme? ¿Para qué? ¡¡¡Si todavía me pagan por radiar jazz y asistir a conciertos!!!”.

 

Nacido en 1941, Cifu era hijo del exilio, un español de Paris, la mejor ciudad posible para conocer el jazz en la Europa de posguerra. Bob Parlocha, tres años mayor, creció en un hogar californiano formado por padre filipino y madre mitad filipina-mitad afroamericana a la que le encandilaban Duke Ellington, Count Basie y las grandes bandas de la era del swing. Con esos orígenes poco comunes ambos acariciaron el mismo sueño: llegar a figuras del jazz. No lo alcanzaron, pero sí se ganaron la vida como locutores y críticos de jazz, además de redactores de carpetas, coordinadores de enciclopedias, promotores de festivales, productores de discos, presentadores de conciertos... Cifu, instalado en Madrid desde los 20 años, renunció a emular al baterista Art Blakey para asumir concienzudamente su papel de “mensajero del jazz” en tierra hostil. Bob nunca dejó de soplar, y bien, el saxo mientras primero se abría camino y luego se consolidaba como comentarista de referencia en el competitvo entorno del jazz estadounidense. Ambos difundían cualquier estilo, pero sus indisimuladas preferencias remitían al be-bop y al hard-bop. Y también coincidían en su gusto por comer bien, los buenos vinos, las largas sobremesas. Uno de los primeros éxitos del locutor californiano, que también alcanzó éxitos como cocinero, fue el programa Dinner Jazz. Y el sueño de Cifu, que tenía casa y viñas en la Rioja Alavesa, era montar su propio local, con restaurante a pie de calle y club de jazz en el sótano, como el que aparecía en la cabecera de Jazz entre amigos, legendario espacio semanal de TVE 2 que presentó desde 1984 a 1991.

 

Sus voces eran tan inconfundibles como diferente el estilo de locutar. Cifu modulaba su registro algo agudo con la entonación y el énfasis precisos para desplegar su enorme sabiduría jazzística sin mostrarse pesado o pedante salvo en raras ocasiones. Bob se expresaba (al menos en los últimos años, cuando comencé a escucharle por internet) de modo más escueto, cómplice con la audiencia, seguro de cautivarla con las inflexiones de su voz cascada y aguardentosa, dificílmente olvidable. El concepto de sus respectivos programas también difería. Los de carácter monográfico abundaban en el semanal “Jazz porque sí” de Radio Clásica, y el diario “A todo jazz”, de Radio 3, seguidos por una audiencia fidelísima, amén de renovada, como demuestra el hecho de que el primero confiriera a Cifu la distinción de ser el locutor con programa propio más veterano de España. Bob, por contra, mezclaba con pasmosa naturalidad estilos, épocas, solistas y bandas –siempre con abundante latin jazz en sus maratones radiofónicos, que podían durar hasta siete horas y grababa a solas en su garaje. Una de las gracias de escucharle la generaba el acusado desfase horario con California, puesto que su “Jazz With Bob Parlocha”, como cualquier otro buen programa nocturno, irradiaba calidez y encanto en dosis suficientes para contrarrestar la deprimente lectura matinal de la prensa online. ¿Irradiaba”? No, irradia, irradia. Todavia disfuto con sus programas en KJazz, emisora ligada a la California Estate University de Long Beach, que ya ha anunciado su decisión de reemitirlos. Y, por supuesto, nunca he dejado de buscar en “RNE a la carta” la voz autorizada de Cifu, quien dedicó su último “A todo jazz” a Charles Tolliver, trompetista de la misma generación que él y Parlocha.

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