El fallecimiento del poeta, dramaturgo, ensayista y activista afroamericano Amiri Baraka el 19 de enero de 2014 me impulsó a releer su famosa obra Blues People y a rememorar, en unos pocos trazos, su trayectoria, una de las más libres, radicales y controvertidas de las últimas décadas en el vistoso y competitivo escaparate intelectual de la nación que preside un tal Barack.

JAZZ /// Perfiles

Amiri Baraka, la voz indomable de Newark

Amiri Baraka

 

OBRA FUNDAMENTAL SOBRE EL JAZZ. Blues People es un libro de referencia sobre los orígenes del jazz y el papel fundamental que esa expresión musical ha desempeñado en el desarrollo de la identidad no solo de los negros sino del conjunto de Estados Unidos. Escrito por quien entonces todavía se llamaba Leroi Jones en 1963, y publicado en castellano en 1969 con el subtítulo “Música negra en la América blanca”, ese ensayo aportó un conjunto bien trabado de sólidas interpretaciones históricas, sociológicas, musicológicas y políticas que, en una parte considerable, no han perdido vigencia. Medio siglo después todavía queda pendiente, por ejemplo, el requerimiento que plantean sus últimas líneas: “Todos sabemos que Occidente, y de un modo muy especial el sistema norteamericano, se ve obligado a defender sus valores e ideas ante la presencia de sistemas totalmente hostiles. Al negro norteamericano se le exige que defienda el sistema con tanta energía como si fuera un blanco. No cabe la menor duda de que el negro de la clase media contribuye y seguirá contribuyendo a esta defensa. Pero en la mente de muchos negros pobres (y esto explica la atracción que sobre ellos ejercen grupos tales como los de los Musulmanes Negros) y también en la mente de muchos jóvenes intelectuales negros, se plantea un gran interrogante. ¿Qué es lo que me piden que salve? Se trata de una buena pregunta, y más valdría que Norteamérica la conteste”.

IDEAS AFILADAS, TEMPERAMENTO TRANQUILO. Beatnick en su juventud, dramaturgo airado, editor e ideólogo cultural del Black Power, agitador artístico callejero, musulmán negro afín a las propuestas revolucionarias de Malcom X y luego intelectual marxista radical, escritor de múltiples registros, poeta deslumbrante y profesor en universidades de tanto prestigio como Rutgers, Yale y Columbia, Amiri Baraka murió a los 79 años con el ánimo irreductible que caracterizó la defensa de sus ideas radicales y el tranquilo talante personal que le caracterizaba. “De cerca -explicó Mireia Sentís en la necrológica publicada por El País- era un hombre dulce, interesado por el mundo en que vivía y extremadamente atento a las nuevas generaciones de poetas, que apoyaba sin reservas, abriéndoles una vez por semana su casa de Newark, en cuyo garaje había instalado un pequeño escenario para sesiones de open mike: cualquiera podía coger el micrófono e intervenir. A veces él mismo leía un inédito o actuaba junto a su grupo Blue Ark. Allí escuché por primera vez el Spoken Word, envuelta en el aroma de una marmita con comida soul preparada por su mujer Amina”.

 

SOMEBODY BLEW UP AMERICA. En Youtube hay varios videos que testimonian lo exacto de la remembranza de Mireia Sentis, pero vale la pena detenerse en los que recita, o interpreta, Somebody blew up America (Alguien hizo estallar Estados Unidos), la diatriba poética en la que detalló las razones últimas del odio que traslucía el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York. El escándalo fue mayúsculo. Amiri Baraka, a quien ya se había tildado de racista, homófobo y antisemita, fue acusado de todo menos de haber matado a Kennedy y desposeido en 2003 del título de Poeta Laureado de Nueva Jersey, represalia que le indujo a afirmar irónicamente que ningún otro de los galardonados había convertido en tan famosa la poesía. Alguien voló en pedazos a Estados Unidos, como también ha sido traducido el título, contiene versos, incluso pedazos, no ya sectarios sino falsos, pero brilla como oda revolucionaria, sobre todo si se la escucha con la rítmica cadencia de griot urbano con que entona Baraka sus repetidos Quién, quién, quién/QUIÉN, QUIÉN, QUIÉN...

 

EL OTRO LEROY JONES. Everett Leroi Jones se convirtió en Amear Baraka (antes que Amiri) en 1968, el año en que Leroy (con y griega) Jones, un niño de diez, comenzaba a demostrar en su natal Nueva Orleans su precoz dominio de la trompeta. Con el tiempo, el segundo Leroy ha cuajado no sólo en solvente instrumentista, sino también en el guardián de las esencias del jazz de Nueva Orleans, con Louis Armstrong como guía y referencia. No se trata exactamente de un músico revivalista, puesto que es capaz de tocar en otros registros, pero ha dejado patente su misión desde el primero de sus discos, reveladoramente titulado Props for Pops, publicado en 1996 con el respaldo de dos trompetistas de la talla de Terence Blanchard y Wynton Marsalis, ambos nacidos también en la ciudad que pasa por ser la cuna del jazz.

 

ENCOMIO DE LOUIS ARMSTRONG. De Louis Armstrong, Satchmo, o Pops, como le llamaban sus íntimos, se habla mucho y bien (cuando lo que entonces estaba de moda en los ambientes progresistas era atizarle) en Blues People. Leroi Jones le considera el gran revolucionario del jazz, y no sólo por razones creativas. “La separación de Louis Armstrong de la Oliver Creole Jazz Band -explica- fue algo más que un acontecimiento histórico. A poco que lo pensemos advertiremos que constituyó un acontecimiento musical y sociocultural de la más alta significación. En primer lugar, el hecho consistente en que Armstrong abandonara Chicago (…) simbolizó el traslado de la capital del jazz a Nueva York. También significó que Louis se consideraba ya lo bastante maduro, musicalmente hablando, para seguir adelante solo, sin la ayuda de su mentor, Joe Oliver. Pero hay algo que es más importante todavía, ya que Armstrong en su función dentro de la Fletcher Henderson´s Roseland Band no sólo dio ímpetu a la primera gran orquesta de jazz, sino que, por ser uno de los grandes solistas de una orquesta de baile (más tarde lo sería de jazz), y apoyándose en ello, consiguió abrir una nueva etapa en el jazz, la etapa ejercida por el predominio del solista.”

 

JAZZ CON RAÍCES. Leroi Jones recalca en su libro el carácter comunitario de buena parte de la música afroamericana previa al estrellato de Louis Armstrong. De hecho, se trata de una característica que, con más o menos intensidad, siempre la ha definido, y una de sus más evidentes concrecciones fue, en la década de 1950, el Modern Jazz Quartet, famoso combo liderado por el pianista John Lewis que generó rechazo en los círculos más ortodoxos de aficionados por su combinación de música clásica y jazz. En Blues People, donde se defiende con firmeza y argumentos que el blues es la raíz del jazz, Leroi Jones también critica la third stream, al considerarla una corrupción de la música afroamericana, pero a la par reconoce que “Lewis es un pianista verdaderamente conmovedor, y su agrupación tiene en su haber algunos de los más excitantes ejemplos de jazz de los últimos tiempos”.

 

UNA MÚSICA UNIVERSAL. Con el paso del tiempo Amiri matizó sus teorías jazzísticas, pero en lo fundamental siguió sosteniendo las que había defendido ardientemente como Leroi. Nada que objetar, salvo que el jazz de ahora tiene muy poco que ver con el de la década de 1960 tras haberse extendido y revitalizado en un proceso imparable de universalización. Y como consecuencia, al haber trascendido los límites de la música afroamericana, han quedado obsoletos algunos argumentos empleados en el libro y, sobre todo, los que rechazan o cuestionan la hibridación del jazz con otras culturas musicales, como ocurre en este párrafo: “A mi parecer, no cabe la menor duda de que las técnicas de la música clásica europea pueden ser utilizadas por los músicos de jazz, pero ello habrá de hacerse de manera que la filosofía de la música negra no quede subordinada a las ajenas actitudes personales propias de la música procedente de Europa. Tanto Taylor (Cecil) como Coleman (Ornette) conocen la música de Anton Webern, y reaccionan intelectualmente ante ella como reaccionarían ante cualquier forma estimulante de arte. Pero no reaccionan emocionalmente ante esta música en cuanto a forma de catalizador extramusical.”

 

GORÉE, PUNTO Y FINAL. No parece arriesgado afirmar que los catalizadores de los jazzmen y las jazzwomen de ahora son infinitos: musicales o no; intelectuales o tribales; europeos, africanos, americanos o asiáticos; blancos, negros o aceitunados... Y ¿qué decir de los resortes emocionales como motor de la creatividad? Los poemas de Amiri Baraka parecen fruto, a partes iguales, de la razón ideológica, el apasionamiento, la denuncia de las salvajadas de la historia y el activismo político, detonantes en la actualidad muy ajenos a las corrientes principales del jazz y de la música en general. Impacta el recitado del autor de “La herencia de los esclavos” en Return to Gorée, documental protagonizado por el cantante Youssou N'Dour en 2008, pero momentos después el guitarrista austríaco Wolfgang Mustphiel proclama ante la cámara que “la música es la única verdad”, que nada importa lo que digan o piensen quienes la componen o interpretan. Una enmienda a la totalidad de cuanto defendió Amiri Baraka. Y, para colmo, suscrita en una película sobre las huellas ancestrales de la música afroamericana, las que llevan hasta el mercado de esclavos de la isla senegalesa de Gorée. De eso no hay duda ninguna. Y tampoco de que el jazz no tiene ya gurús, fronteras ni deudas eternas, por muy de justicia que sea valorar el papel que en su momento cumplió Leroi Jones-Amiri Baraka y el que ahora desempeña Leroy Jones.

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