JAZZ /// Discos

Un estuche con 112 joyas vocales

MISS PEGGY LEE

Capitol Records, 1998

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Dakota del Norte y Washington D. F. no tienen denominación de origen jazzística. Nada parecido a Nueva Orleans, Chicago, Kansas City, Nueva York… Pero en el estado de las Grandes Llanuras nació Peggy Lee y en el distrito federal, Duke Ellington. Los dos completaron carreras fecundas, exitosas, variadas y de largo recorrido. La cantante de origen sueco y el elegante retoño de la burguesía negra capitalina estaban condenados a encontrarse. Y cuando llegó el momento, frisando ella los cuarenta y él los sesenta, no lo desaprovecharon. Casi nunca lo hacían los artistas de su talla durante la época de esplendor discográfico a finales de la década de 1950 y comienzos de la siguiente.

 

El tema principal de Anatomía de un asesinato, primera incursión de Ellington en el terreno de las bandas sonoras, obtuvo una entusiasta acogida. Vibrante y pegadizo, era un potencial hit. Sólo había que ponerle letra y elegir un intérprete con tirón entre el público blanco estadounidense, impactado por el escabroso tema de la película de Otto Preminger, la descarada sexualidad de una joven Lee Remick y los títulos de crédito del famoso Saul Bass. Entonces en la cresta de la ola, Peggy Lee representaba la mejor opción. Y no sólo para cantarla, sino también para escribir la letra, como demostró sobradamente al abordar en ella la afición por la pesca del cachazudo abogado que encarnaba James Stewart.

 

I´m gonna go fishin’ es el jugoso fruto de esa única colaboración suya con Ellington, quien aparece en Anatomía de un asesinato tocando el piano en un club nocturno. La primera versión de la canción, que data de 1960 y tiene ritmo de marcha, está incluida en el recopilatorio Miss Peggy Lee, editado por Capitol en 1998, cuatro años después que The Complete Louis Armstrong & Duke Ellington Sessions. El estuche resume magníficamente los sesenta años de actividad de la cantante, compositora, letrista y actriz, favorita del público estadounidense hasta su fallecimiento en 2002. En esas seis décadas grabó cientos de temas muy o poco jazzísticos, creados por ella y por luminarias de Broadway, interpretados en solitario y a dúo, con el acompañamiento de nutridas big-bands y de combos de estudio, en tiempos lentos o rápidos, porque le gustaban con locura o impuestos por los productores…Era capaz de cantar de todo, pero siempre con un punto de distancia y una dulce sentimiento del tormento amoroso. El preciosismo vocal sólo explica una pequeña parte del carrusel de sensaciones que provoca su manera de cantar. El resto tiene que ver con la sutileza con la que aborda el cancionero popular. Y con otra cualidad destacada por el gran Count Basie, hombre de pocas palabras: “She´s solid”.

 

Los cuatro CDs de Miss Peggy Lee responden a lo que se exige de este tipo de productos: un macizo de canciones, todos los éxitos, acertadas selecciones de nivel medio-alto, media docena de rarezas y buenas compañías en estudio. Respecto a éstas, basta con citar algunos directores de orquesta, arreglistas e intérpretes: Dave Barbour (el primero de los cuatro maridos de Peggy Lee), Benny Carter, Quincy Jones, Jack Marshall, Dave Grusin, Randy Newman, Pete Rugolo, Billy May, Lou Levy, Nelson Riddle, George Shearing, Frank Sinatra, Dean Martin, Mel Torme, Toots Thielemans…Una gran mayoría de los 112 temas del recopilatorio son condenadamente buenos. El diseño del estuche, sin embargo, no está a la altura. El omnipresente color rosa, los rígidos posados fotográficos y el estilismo propio del Sands de Las Vegas opacan la belleza de Peggy Lee y la encasillan como mera estrella comercial. Ella merecía un tratamiento gráfico acorde con su finura vocal. Y sus muchos seguidores, incluidos los cantantes noveles de ambos sexos que la estudian a fondo, un poco de consideración.

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